Derian Passaglia escribe sobre “Drugstore Cowboy”, la primera película del director independiente de culto Gus Van Sant.
Drugstore Cowboy es una película ambientada en 1971 pero filmada y estrenada en 1989. Esos 18 años que pasan en el medio es todo un dato que no hay que dejar pasar, porque cada época se representa el pasado a su manera, cada época le habla al pasado y el pasado le responde con motivos y preocupaciones actuales. Más que la historia que cuenta la película en sí, la pregunta que está buena hacerse es: ¿por qué esta historia de una década pasada en 1989? ¿Y qué nos puede decir 1989 sobre 1971 en 2023?
Es la primera película del director independiente de culto Gus Van Sant. Matt Dillon interpreta a un adicto a las drogas, a todo tipo de drogas pero en especial los fármacos, la cocaína y los pinchazos, y es el jefe de una bandita integrada por su novia y otra pareja amiga heterosexual. Juntos se dedican a asolar farmacias de barrio en los bajos fondos, en los pueblos y en donde sea, como si fuera una versión lisérgica de un western moderno: Billy the Kid en su caballo aterrorizando farmacias.
El año 1989 rescata los años setenta desde un lugar íntimo, individual, las vidas que eran posibles de vivir en ese momento y en ese contexto sin hacer ni una sola mención a cuestiones políticas o sociales, cuando precisamente son esas cuestiones políticas y sociales las que penetran en el cuerpo, la conciencia y la ideología de los personajes. Matt Dillon tiene ninguna razón para ser un esqueleto andante, un drogadicto al margen de la ley, porque hay una escena en la que vuelve a su casa, y su madre se desespera cuando lo ve llegar, y no lo quiere dejar pasar, porque hijo le lleva más desilusiones que alegrías. Matt Dillon, en la película, es un joven de clase media que elige una vida marginal.
¿Por qué pasa eso con todos estos personajes bien, personajes que provienen de buenas familias pero que se vuelven punks o hippies o dependientes de la droga más berreta o mortal en 1971? Quizá para los años setenta no sea tan necesario mostrar la guerra de Vietnam, la administración de Nixon, las dictaduras latinoamericanas, la paranoia y la persecusión comunista. Quizá solamente basta con dejar correr a esas vidas a la deriva de todo sistema, afuera de toda representación en el sistema capitalista, al margen de las buenas costumbres y la moral. No es casual que actúe William Burroughs.
