¿Qué impresión tendría el filósofo griego de la educación que tenemos hoy, en Paraguay, inundada de oferta privada en relación a las expectativas y el capital que maneje cada familia? Por: César Zapata
La República o La Politeia[1] de Platón es un escrito dividido en 10 partes o libros, en ellos Sócrates, es decir Platón, un Platón maduro que carga sobre sus omoplatos nada menos y nada más que una teoría que explica la estructura misma de la realidad, dialoga con Glaucón, Polémarco, Trasímaco, Céfalo y Clitofonte, acerca de diversos temas que necesariamente concurren a edificar un estado ideal, esto es un estado que represente lo más fielmente posible la esencia misma de lo que debería ser el estado, en otras palabras, Platón intenta ofrecernos un esbozo del estado verdadero, para ello tiene como herramienta de la dialéctica y la convicción total de que existe una verdad, única y bien redonda.
Con respecto a este magno texto quiero comentar dos aspectos: el primero es la consideración de Sócrates como un humano dinamita que necesariamente tuvo que ser condenado a muerte por la polis de Atenas, el otro es la posición estratégica de Platón respecto de la influencia de la familia en la vida política de la polis.
1-Sócrates: revolución, condena y muerte
Sócrates, hijo de la democracia ateniense y del potente filosofar griego, tiene la insolencia de atacar a la literatura: reservorio de la historia, la religión y la tradición helena.
Un botón de muestra son los textos hacia el final del libro II (382 b 383 c) como el principio del libro III (386 a 387 c) en los cuales Sócrates cuestiona a Esquilo y Homero, por la imagen irracional que nos muestran de los Dioses y lo héroes, una irracionalidad que se evidencia en primera línea en el terreno de lo moral: dioses que mienten y héroes que enseñan el miedo a la muerte ¡No! por Zeus, los hijos de una polis ideal, no deben educarse con dichos textos en la escuela estatal que plantea Platón, no es coherente con el valor de decir siempre la verdad, ni con la exigencia ética de morir por la patria si fuese necesario.
Ese ataque por parte de Sócrates, pues en este punto Platón escenifica nuevamente las palabras de su maestro recopiladas en sus obras juveniles[2], justifica plenamente su condena a muerte, pues aunque dicha insolencia haya estado habilitada por la libertad de expresión de la democracia, es en sí misma inaceptable, dado que infecta la tradición con el virus de la racionalidad que más temprano que tarde intentará reducir la gloriosa religión e historia helena a puras fantasías creadas en las febriles mentes de los poetas. Y efectivamente Platón se encargará de denunciar que la religión es un conjunto de relatos que no resisten el examen de una moral ordenada por una recto pensamiento, no resisten un examen dialéctico, aunque para ello use de pantalla el ataque contra los poetas trágicos, ellos son los que no han sabido escuchar el logos.
Repetimos, si nos ponemos en lugar de la tradición ateniense, la muerte de Sócrates fue completamente ajustada a las acusaciones que le imputaban, aunque estratégicamente equivocada, pues matarlo era validarlo ante los ojos de sus discípulos que no harían otra cosa que transmitir su mensaje, lo peor para sus detractores y justos verdugos es que uno de sus discípulos era el inconmensurable Platón.
2-La escuela de la polis y el control de los brazos políticos de la familia.
Platón, probablemente influido por alguna especie de admiración por los vencedores de la guerra del Poloponeso: los espartanos, tenía la certeza, por lo menos así lo manifiesta en La república, de que la columna vertebral de cualquier intento político por gobernar de manera estable y sólida es la escuela, es ahí el huerto donde la semilla crece, se multiplica y trasciende la condena del tiempo.
La escuela es estratégica para controlar la oligarquía, pues los estudiantes ingresaban a ella a los 14 años, momento en que formalmente se abandona la familia para entregarse a los intereses superiores de la polis. Es interesante este punto: dado que el filósofo percibe claramente que la familia es una institución que necesariamente debe ser controlada, pues es en sí misma cuna de intereses particulares. Para Platón un ciudadano virtuoso debe estar al servicio de los proyectos comunes de la polis y no a las exigencias de riqueza individual que emanan y se extienden al núcleo familiar y a las alianzas que ésta proyecta con otras familias.
La escuela por el hecho de ser un mecanismo para uniformar la diversidad de ciudadanos de una polis, se convierte en una institución supra familiar que aporta la cohesión necesaria para que la nación pueda prosperar. En ese sentido, la escuela es por definición política, no sólo como instancia de formación, sino que, por sobre todo, como escenario de construcción de un proyecto nacional. Aristóteles escuchó muy bien todo esto y en su politeia plantea la exigencia de que los políticos se deben a los ciudadanos, y no a los intereses particulares de su familia.
Mientras estudiaba el pregrado en la universidad, mi padre cursaba un magíster en educación y para ayudarme económicamente, aparte del sacrificio mensual de pagarle una pesada mensualidad a mi voraz alma mater, me ofrecía trabajo, tenía que hacer resúmenes de los textos que le daban a leer en su magíster, un trabajo realmente aburrido. Si hay algo que recuerdo nítidamente de esos textos era la declaración exitosa de que un país se puede considerar desarrollado (o en vías de serlo) en la medida que tenga mayor oferta educativa, tanto del sector privado, particular subvencionado e incluso público, qué percepción más distante de la escuela que pensaba Platón.
Qué impresión tendría el filósofo griego de la educación que tenemos hoy, en Paraguay, por ejemplo, inundada de oferta privada en relación a las expectativas y el capital que maneje cada familia con su correspondiente clase social, carente de una columna vertebral pensada desde el estado y para el estado, aunque el MEC crea lo contrario y lo trate de respaldar con infinitos requerimientos, pues si algo resulta claro hoy en día, mi querido Platón, es que hace rato los ciudadanos dejamos de ser el estado, no sabemos bien cuando comenzó a suceder (o si lo sabemos ya no nos importa) pero el estado huyó a parapetarse en los muros de la oligarquía, por eso el estado ideal, el estado verdadero no puede ni siquiera asomar la cabeza, pues está falseado por el flujo de intereses que se edifican en el interior de la familia. Y para qué hablar, oh divino Platón, de otros experimentos de escuelas estatales, sudorosas de axiomas y puertas clausuradas a la reflexión…
Referencias
[1] Una excelente edición, tanto por la traducción, como por los textos introductorios: “preámbulos” es la vetusta edición de las obras completas hecha por editorial Aguilar Madrid, con comentarios de José Antonio Miguez.
[2] Generalmente se considera a las obras juveniles como aquellas que están directamente influidas por la figura de Sócrates, tales como La apología de Sócrates, Lisis, Cármides, Eutifrón, Ion, Protágoras.