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sábado, noviembre 23, 2024

Los Yaciyateré de Quiroga

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Paranaländer lee a Horacio Quiroga (1878-1937) como un naturalista amante de las aves y la música ambrosiaca que destilan los bosques a la vera del Paraná, su jardín primitivo, donde ha oído incluso al mítico yaciyateré.

 

En la Revista Plus Ultra,  Argentina, año  2, n°19 de 1917, dibujo de Petrone,  Horacio Quiroga nos cuenta cómo es el yaciyateré de Misiones, Argentina. Es un pájaro nocturno y no un adolescente rubio o solar, como entre nosotros, los paraguayos. Mantiene aún, sin embargo, el mismo vicio: roba o enloquece niños. Ergo, un pedofílico legendario.

“El cantito es agradable, muy fino y melancólico: algo así como…”. El escritor uruguayo nos deja a continuación la notación musical del canto nocturno del pajarraco desgarbado misionero.Añade: “repetido y obsediante”.

Busquemos en el mapa al ave canora: Exactamente entre el Paraná, los cerros de Teyucuaré, la playa de Blosset, el Yabebirí.

Sobre esta ave gigante que canta en los bosques hovy de Misiones aporta algún dato más un poema de la misma época titulado “El poema el yaci-yateré” del autor llamado Gontrán Ellauri Obligado (9.1920,17.Febr.=Nr. 408, de la revista porteña Fray Mocho).

En realidad, se trataba de un enano rubicundo (“guapo, guitarrero y cantor, pero lo chifló el amor. Habiéndose burlado de la hija de un curandero, la moza le hizo algo fiero”) que al ser maldito por Dios ahora su grito o silbido había adoptado un monstruoso parecido en la noche a la de un ave agorera gigante.

Medio vampiro antes que caníbal, pues debe beber la sangre de su víctima pueril para tratar de recuperar su primitiva forma humana.

Este primer texto sobre el  yaciyateré luego sería publicado en el libro “Anaconda” (edición Agencia General de Librerías y Publicaciones, 1921).

Ojo, achtung baby, que otro texto con el mismo título integra la serie “De la vida de nuestros animales” (previamente editado en Caras y Caretas, Buenos Aires, N° 1371, enero 10, 1925, dibujos de Macaya).

Que empieza así:

“Yo no logré nunca ver un yaciyateré. Oí su canto en la noche, pero no vi sus bucles de oro ni su bastón, ni le vi robar a las criaturas, para abandonarlas luego enloquecidas por su contacto. Corre por todo Corrientes, Chaco y Misiones, la leyenda de este singular duende de aspecto infantil que aterroriza con su canto en las altas horas mudas, y a quien se inculpa el ciento por ciento de las meningitis infantiles. Durante el día, es un pájaro. Como tal, un hombre me dice haberlo entrevisto dormitando en lo más denso del follaje. Tendría, según él, el aspecto de un mirlo delgado, y el plumaje uniformemente gris.Nada más sé del yaciyateré”.

Esta versión posterior, y segunda, cristaliza en un yaciyateré como poesía silbada de 5 notas y 4 de ellas repetidas.

Y se aclara, por fin, su doble personalidad, a lo Jekyll & Hyde, dividida en dos facetas antagónicas, maniquea casi: una, la diurna, la del duende blondo que roba, succiona y mata, y la otra, nocturna, la del ave de canto poético, de flor pyharegua que eclosiona en la noche profunda de los bosques de las provincias guaraníes (parafraseando al anti-indio de Mitre).

“De día no queda de él más que el duende rubio con bastón y sombrero de copa, que roba a las criaturas para encenderles las meninges”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                                                                                                                    

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