“Me detengo frente a la barrera” podría haber sido un tema de Bad Bunny, o Bad Bunny podría haber usado alguno de los versos de Casas para uno de sus temas, porque comparten el motivo del auto. Por: Derian Passaglia
“Me detengo frente a la barrera” despliega un romanticismo clásico donde están las viejas figuras de siempre, pero reconvertidas: la luna reflejándose en los rieles está, está la noche clara y que se podría intuir vacía y silenciosa, están la barrera y las vías del tren. El poema pareciera atrapar un instante en una imagen, como la poesía china clásica de la dinastía Tang, que como dijo Pound fueron los que inventaron la imagen. En la poesía china, la imagen tiene movimiento y profundidad; en este de Casas la profundidad no es del paisaje, sino de los sentimientos. No queda claro si el sujeto del poema y su acompañante están ahí de paso, porque tenían que cruzar la calle y los agarró la barrera del tren, o si es que fueron deliberadamente a ese lugar, contra las vías del tren, para solucionar las cuestiones amorosas que los convocan.
Es de noche y hay tensión. Se siente en cada palabra, en cada verso. Es una pareja la que está adentro del auto. Si los primeros tres versos muestran la escena, los exteriores, los siguientes cuatro versos se desplazan, el movimiento es del exterior al interior del auto, y más aún, al interior del pensamiento del sujeto poético que habla o escribe. Esa es otra, es un poema que no pareciera escrito, sino pausadamente conversado. Estos cuatro versos, en mitad del poema, desarrollan lo que podría ser como un conflicto: esta pareja no está atravesando un buen momento, parece haber una distancia entre ellos, una incomunicación, y quizá vayan a separarse. Las ideas y la expresión son por demás de transparentes, no hay metáforas, no hay recursos estilísticos, no hay la idea de construir un objeto estético determinado, porque lo que pasa parece urgente y desesperado: “Está bien, pienso, es bueno que nos demos un tiempo. / Sin embargo no comprendo nuestra relación; / no sirvo para eso. ¿Acaso serviría de algo?”. Se trata de una reflexión, una íntima reflexión donde el lector queda del lado del sujeto que escribe, volviéndolo cómplice de su sentir.
“Me detengo frente a la barrera” podría haber sido un tema de Bad Bunny, o Bad Bunny podría haber usado alguno de los versos de Casas para uno de sus temas, porque comparten el motivo del auto. El viaje en auto, el “capsuleo” mientras se va a toda velocidad por una ruta sinuosa, es importante en la música y los videos de Bad Bunny, porque es así como se va a buscar a la persona amada: en la noche, quizá no del todo sobrio, mambeado por los problemas, desesperado y ansioso por el encuentro con el cuerpo deseado. El deseo en este poema está borrado, más bien es todo lo contrario: una apatía y sordidez destruyen el amor, el amor romántico tal y como lo conocemos y como se lo deconstruye hoy en día: “Tu padre está enfermo y mi madre está muerta; / pero igual podría ir y tirarme encima tuyo como todas estas noches.” Es como si no hubiera más que una monotonía con respecto al amor, porque es una pareja que no tiene sexo, que no hace el amor, que no coge, es ir y tirarse encima del otro. Listo, a otra cosa, como tirar la cadena del baño o sacar la basura.
La tensión del poema llega a su máximo punto en estos versos del medio. Los dos finales sirven de remate, de conclusión. Bien podría ser una escena de una película dramática independiente de bajo presupuesto, o un thriller oscuro donde el director decide que el espectador no debe saber lo que va a pasar después, si habrá una muerte o una separación, si empezará a llover o alguien se largará a llorar. Este momento, así, condensado, podría ser como un nirvana, un momento de iluminación, ya que antes mencionamos a la poesía china. El encierro en el auto, el hecho de que el espacio sea apretado, provoca la claustrofobia. Uno quiere salir rápidamente de esa situación incómoda, y que el poema sea tan corto ayuda a condensar ese efecto: es insostenible lo que pasa.
Los últimos dos versos vuelven al exterior, el movimiento del poema es: afuera-adentro-afuera, entra y vuelve a salir. Aparece la palabra “ahora”, que César Aira dice odiar y que nunca escribiría en sus novelas, una enseñanza que al parecer le quedó de Osvaldo Lamborghini. El “ahora” de Casas tiene sentido porque los verbos están en presente, con lo cual los tiempos y el adverbio concuerdan. La sensación de inmediatez, de derrumbe, de que algo inesperado y trágico va a pasar se vuelve una intuición, casi una certeza de la que no tendremos nunca la confirmación. Pasa el tren, finalmente, lo único que de verdad se mueve en el poema, ligado al remate del último verso: “lleva gente desconocida como nosotros”. Este último verso es terrible al sugerir que ya no hay nada entre la pareja, son dos desconocidos, pero también los sitúa en la ciudad, en un lugar mucho más amplio: son tan anónimos, son tan comunes y corrientes como la gente que viaja en tren, y lo que le pasa a ellos es algo que le podría pasar a cualquiera.