“Los hombres vencidos ya no luchan, se resignan ante la transformación del mundo y de la sociedad que conocieron…” Por: Derian Passaglia
Los dos mejores youtubers de la actualidad son dos viejos. Coroniti debe tener unos cuarenta, cuarenta y algo, la panza redonda le impide andar con soltura, la barba cana revela el paso implacable del tiempo. Viste, casi siempre, ropa deportiva, y sueña con una Buenos Aires que ya no existe cuando ve lo que provocaron los años y la liberalización del mundo, la pandemia o quizá, tal vez, el progresismo: negocios y negocios de colchones (“¿quién compra colchones? Hace veinte años que no escucho que alguien se compra colchones”), precios inaccesibles, avenidas oscuras y desiertas, chicos andando en rollers por el medio de la calle como si estuvieran en una plaza. De todo se queja Coroniti. Pero lo peor es que tiene razón y que confirma el proverbio de sabiduría ancestral de que todo tiempo pasado fue mejor.
Su Sancho es Marcelito Toscano. Es un señor pelado, con cara de sapo, al que le cuesta respirar. Tiene las paletas de los dientes simpáticamente separadas. Camina por las calles de Buenos Aires con un glamour de rey despojado de su corona, con los brazos abiertos y el pecho inflado. Tiene frases que repite y se quedan grabadas en el inconsciente colectivo: “11 puntos, pibes”, “extraordinario, pibe”. Toscano es el mejor amigo de Coroniti, al menos en la ficción que construyen estos dos “hombres vencidos”, el concepto que Coroniti encarna, programa a programa, como una bandera ética y moral: los hombres vencidos ya no luchan, se resignan ante la transformación del mundo y de la sociedad que conocieron, mientras comen una porción de pizza en calle Corrientes, un sánguche de lomito en la Costanera o se bajan unas galletitas Amor y una Pepsi.
¿Pero de qué trata Coroniti a la deriva? Como la serie noventera Seinfeld, o como la idea que tenía Flaubert para la novela futura, trata sobre nada. Coroniti empieza siempre llamando por teléfono a Toscano, y le propone un plan, que en los siete episodios que lleva el programa, sigue una misma estructura: van en auto a jugar carreras de caballos, a ver despegue de aviones, a una juguetería de noche, a comer, a recorrer las peligrosas calles de Constitución de noche y a cruzarse con la fauna autóctona. Coroniti y Toscano, dos hombres vencidos por la vida, por el fin de la posmodernidad, por el imperio del algoritmo y la estadística, están salvando unas cuantas vidas, entre ellas la mía.