25.6 C
Asunción
sábado, febrero 22, 2025

Tuka’e kañy bielorruso guaranizado por Gamba

Más Leído

Paranaländer se sacude el infernal verano ava con un cuento infantil donde por el juego de las escondidas se ganará una princesa o se perderá la cabeza.

El poeta guaireño Carlos Martínez Gamba imprimió en Curitiba (Brasil) el año de 1980 el libro para niños hei en guarani titulado “Pychaīchi rembi hasakue Karai Rêi ha Sarīare Ipu’akáramo guare” (algo así como “Las cosas sucedidas a Pychaīchi en tiempos en que mandaban Karai Réi y Sarīa”).

Fue empezado por el autor en Bayres en 1973 y terminado en 1979 en Puerto Rico (Misiones).

Se trata de un cuento original bielorruso llamado “El tabardo azul al revés pintado” (en Google Books figura como “El tabardo azul al revés cortado”), editado por la editorial soviética Progreso en 1975, traducido del ruso al español por Cipriano González, un exiliado español post guerra civil, e ilustrado por Vladimir Milashevski (que reproduce en un sepia desvaído la edición guaraní).

Dos breves curiosidades antes de comentar el tema de este marande (como escribe el traductor, y no marandeko como reza el diccionario de Jover Peralta).

Primero, cómo logró sobrevivir este delgado ejemplar  45 años después en las catacumbas de la librería El lector hasta emerger en la mesa de ofertas donde lo pillé  anteayer. Recordemos, en especial a la gente joven, que esta librería comenzó en el filo de los años 70/80 como kiosko de compra-venta allí en la plaza Uruguaya. Suponemos que algún amigo/pariente lo revendió entonces.

Lo segundo,  la edición llama la atención por la superabundancia de acento nasal gráfico sobre las vocales. Por ejemplo, en la palabra porã, escribe põrã. En tetã,  escribe tētã, en kirirī pone kīrīrī, y así vemos otros muchos casos similares.

El tema del cuento o marande bielorruso es típico de los cuentos orientales donde se procura el amor de una princesa pasando por las pruebas más inverosímiles e imposibles. Pienso en el monogatari japonés “El cuento de la princesa Kaguya (conocido también en su versión animada como “El cuento del cortador de bambú). Y, sobre todo, en “La princesa de Babilonia de Voltaire,  donde la resa’ŷi kyra (la niña de sus ojos) del Karai Réi lleva el poético nombre de Formosanta. Aquí además de la mano de la hija el vencedor de los trabajos hercúleos se llevaba la mitad de las tierras de Karai Rêi.

Entre los trickster de la tradición paraguaya, Pychăi, al lado de Ka’i y Perurima, sobresale por su insignificancia e inanidad aparente, que lleva en este caso a sus rivales a una seguridad y confianza en su impericia y derrota concomitante. Como es un joven que apenas puede caminar generalmente cojeando por tener los dedos del pie pychãipa (lastimados) por los piques,  nadie le toma en serio, ni su propia madre.

Así se invita a comenzar la lectura:

Pytāngy, pytā,

pehenduséramo Pychāi

rembi hasakue,

peju, mitā nguéra,

pejapysaka,

kirirīhamete.

 

En el prefacio consta y consigna Gamba (Sarīa  ñemanorā roipuru mbykymínte  avei Cadogan rembiapo) que recurre al Ayvu Rapyta, la sección dedicada a París Rete Kuaray. Claro, en vez del jeguaka de plumas aquí se trata de un sombrero de fuego inextinguible.

En la contratapa se enlistan todas las obras anteriores del poeta paraguayo, todas de la década del 70: “Niño arapegua pyrahéi” (1978), “Tapekue ka’a” (1975), “Amonbe’uta avañe’ĕme” (1972), “Hose Dolóre” (1972), “Plata yvyguy” (1971), Pychăichi” (1970).

 

Más Artículos

Últimos Artículos