Paranaländer encuentra en las memorias de Cadogan el shamrock de la vida, el Ayvu Rapyta es haber cruzado el Para guasu para alcanzar la tierra sin males.
Antes de volverse etnógrafo autodidacta-allá por 1944, cuando empezó a recibir a un par de indios mbyá en su casa de Villarrica, escuchando sus mitos-, León Cadogan (1899-1973) trabajó en innúmeros oficios como topógrafo, traductor, curandero, yerbatero, cañero, agente escolar, policía (Jefe del departamento de Investigaciones e Identificaciones de la Delegación de Gobierno de Villarrica en 1942, y profesor de inglés (de cuyo salario viviría para invitar a su casa a sus amigos mbyá y así escuchar sus historias).
Finalmente fue nombrado Curador de Indios (institución creada por los colorados en los 50). Se había afiliado a los 19 años al Partido Colorado. Su casa paterna de Colonia Nueva Australia (hoy Nueva Londres tras un interludio en que fue rebautizada como Hugo Stroessner) fue incendiada por los liberales durante la revolú de 1904.
Le gustaba la caña (metáfora, cábala, según él, de su labor antropológica), que tuvo que abandonar por sus problemas cardíacos. Y la literatura clásica inglesa y francesa. Detestaba o no le tenía paciencia al arte moderno, la poesía contemporánea, la música ídem, el psicoanálisis y la filosofía (huyó de Kant deprimido y casi leyó Así hablaba Zarathustra en franchute).
El balance que hace de su vida aventurera incluyendo la de sus ancestros, sobre todo del viaje de sus padres siguiendo (con otras 600 personas más) al utopista William Lane (periodista anglo-irlandés) desde Australia poblada de canguros y bushrangers al Guairá de lis naranjales y bosques de yerba mate (Caaguazú en realidad), cruzando para ello el océano, Cadogan lo homologa a la sed guaraní del aguyje que para ello debe ir atravesando el Para Guasu (mar grande) para abrazar el Ivy Marane’ÿ (A Lane lo emparenta con los chamanes guaraníes).
Se siente más irlandés que inglés, campesino (raído ?) que paraguayo…aunque haya nacido en Asunción un 29 julio de 1899.
Hace bromas cínico-amargas a la utopía colorada incumplida que prometía (Juan Ramón Chaves en revista Cultura de enero de 1946), no bien tome el poder, gobernar el país a través de un socialismo democrático (el socialismo de la mayoría de sus ancestros).
Fue agnóstico, ideología acorde con la formación de librepensadores ateos de sus padres (John Cadogan y Rosa Stone Cadogan).
Aunque no renegaba del poder del rezo vislumbrado entre los guaraníes, incluso dudaba si la reencarnación no pudiera al final ser factible.
Todo lo que llegó a ser -en esto creía firmemente- fue fruto de una cadena de azares o de hechos imposibles o milagrosos.
Si aceptamos que el sueño utópico de Lane de una tierra sin males estaba más allá del mar entre las selvas guaraníes, Cadogan, conocedor del arandu ka’aty (el evitar comprometerse, sin ofender jamás al otro, sello del campesino paraguayo, suerte de discreción nativa) y por encima de todo del ideal guaraní de la vivencia mística de la divinidad, pueblo con la que fue amigo y defensor por más de 40 años, al dejarnos un libro como el Ayvu Rapyta, podemos intentar definir a este intelectual paraguayo como un William Lane cuya tierra utópica logró sobrevivir y emerger en nuestra existencia con la poesía y la filosofía guaraní más deslumbrante que el legendario Mbaeveraguazu.