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martes, abril 1, 2025

Escolios a Barrett

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Paranaländer glosa dos artículos ultra irónicos del último Barrett pertrechado en la técnica escoliástica del filósofo Gómez Dávila.

 

He escogido una palabra cara para el filósofo colombiano Gómez Dávila (“Escolios a una obra implícita”), para glosar dos artículos de Rafael Barrett (aparecidos en El Nacional, en abril y julio de 1910).

El primer artículo (del 25 de abril) se titula ‘El cáncer político’. Suponiendo que todo el texto no sea irónico (muy dudoso la verdad, que efectivamente crea en todas sus frases y no esté negando lo que afirma), pues pende de un condicional desde ab initium: ‘Si yo tuviera influencia sobre los estudiantes…”, voy a entrelinear algunas de sus afirmaciones.

‘No hagáis política’.

Esto en abstracto es imposible,  pues el hombre por más bestia metafísica que fuera antes es zoon politikon según Aristoteles. Vive en sociedad, sus actos siempre suscitan, aunque infinitesimalmente, secuelas en su entorno. Suena muy raro que un militante anarquista proclame tal aseveración.  Que limite al ciudadano al ámbito confortable de un oficio.

‘¿Sois poetas? Aprended la vida’.

Bueno, la vida no se aprende nunca, un niño sabe tanto como un viejo. La vida normalmente se nos impone y basta. Uno solo atina a reaccionar a posteriori a los acontecimientos.

‘El ambiente ya no permite sobre la tierra los Francisco Solano’.

Es sintomático que omitiera el apellido de López,  el mismo que el de su esposa.

‘Porque la realidad es buena’.

Esto, creo, no lo cree ni un comunista ni un católico. Nadie con dos dedos de frente.

‘La política paraguaya es el colmo de la virtud, si se la compara con la de los Estados Unidos’.

Más irónico imposible. Ni su valedor ante el estado, el liberal Modesto Guggiari, refrendaría tal temeridad.

Si yo fuera estudiante desconfiaría de este Barrett ironista hasta la amargura. Intervendría en política (todo es político hoy según lo gritan a todos los azimuts -casi escribí Asimov, por su connotación fantástica- los woke/fucsia izquierdistas). Escribiría poesía sin haber aprendido nada de la vida. Esperaría un Solano López antes que a Cristo en un pub o copetín plagado de birreros precoces. La realidad es estresante,  abrumadora, decepcionante, sosa, aburrida, hueca. La política paraguaya sin tener la virtud de un monje de clausura no debe jactarse de no ser como la política yanki (esto depende como se lo interprete,  Barrett insinúa abdicación ciudadana. Hoy sería lo contrario,  encontrar política hasta en las señales de tránsito).

El otro artículo salió el 2 de julio. En principio,  es una apología pura y bruta de la emigración. Del abandono de la patria para vivir mejor, desarrollar una vida de mejor calidad.Cita a Alberdi (civilizar es poblar), a Ritter (Paraguay sigue despoblándose).

Pero como tantos otros apologetas o legitimadores de la fuga de la patria (pienso en Martínez Estrada, en Hunter S. Thompson), no llegan a ver que la pobreza de Paraguay no sólo se debe a la corrupción política y a la inoperancia nativa. Olvidan la presión de los países vecinos,  en especial de Argentina,  que no dejan crecer menos autonomizar su economía (costosas y leoninas tarifas aduaneras desde la colonia a los productos de exportación que para su salida usufructúan el río Paraná) y su política (golpes de estado financiados desde Buenos Aires) al jardín desolado llamado Paraguay.

“Cuanto más migren, mejor», es la conclusión final de Barrett,  migrante metropolitano a la colonia kue.

Vivir por encima de la sociedad materna, la patria. La única rebelión posible para el paraguayo es migrar Es la moraleja final, esta vez aparentemente sin ironía alguna. Y lo dice un funcionario del estado liberal paraguayo gobernado por Gondra, pagado (100 pesos oro según la investigación de Herken Krauer) para seducir a europeos a venir o invertir en el Paraguay comido por los yuyos y las víboras. Hacer propaganda de esta tierra fértil poblada de hombres crueles.

 

 

 

 

 

 

 

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