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martes, noviembre 26, 2024

La dictadura en el arte

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Derian Passaglia escribe hoy sobre Nostalgia de la luz, documental chileno del cineasta Patricio Guzman, en el que se explora, a partir de la naturaleza, los crímenes de lesa humanidad de la dictadura de Pinochet.

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Por: Derian Passaglia

El fin de semana vi Nostalgia de la luz, un documental chileno dirigido por el cineasta Patricio Guzmán, estrenada en el 2010. Elegí la película porque vi que la recomendó una tuitera, chusmeé la sinopsis y pensé que era una de esas que me gustan a mí: imágenes poéticas sobre la naturaleza que no me hacen pensar en nada más que en la belleza que el cine revela sobre el planeta. Amo documentales de la naturaleza. En parte lo era, pero se trataba fundamentalmente de la dictadura de Pinochet y eso fue una sorpresa. Es así. En el desierto de Atacama hay uno de los centros de astronomía más grandes del mundo y también está uno de los centro clandestinos de detención más grandes de la dictadura chilena. Me quedé pensando.

El documental juega con esa contradicción. Los cielos de Atacama son inmensos, inabarcables. Ahí se puede estudiar el espacio porque el clima es especial. Totalmente seco, no llueve, el aire muestra el tiempo de las cosas porque el tiempo en ese lugar parece que no pasa. Hay entrevistas a un par de astrónomos y entrevistas a mujeres que buscan los cuerpos de sus familiares desaparecidos por la dictadura. El régimen de Pinochet enterró los cuerpos en el desierto en un primer momento, pero cuando se supo que estaban enterrados ahí, los desenterraron y los llevaron a otro lugar, o los tiraron al agua. No se sabe donde están. Estas mujeres buscan incansablemente los restos óseos de sus hijos caminando por el desierto con una palita en la mano. Una de ellas habla sin mirar a cámara y dice que están mal vistas por la sociedad, que son una molestia para la sociedad, que prefiere mirar para otro lado o no se cuestiona la naturaleza de estos crímenes de lesa humanidad. Es muy fuerte verlas andar como zombis bajo el sol soñando con encontrar partecitas de huesos de sus familiares. Me pareció irreal. Me hice estas preguntas, ingenuas desde ya, pero que me permitieron pensar también en otras cosas: ¿cómo puede ser que esto exista? ¿Por qué la institución militar no dice dónde están los desaparecidos? ¿Por qué el Estado sigue siendo cómplice? ¿Por qué no hay políticas públicas fuertes de derechos humanos en Chile?

El tema del documental es el tiempo y la memoria. Los astrónomos buscan en el pasado el origen del universo, de la existencia, del cosmos; las madres buscan a sus hijos. Hay un astrónomo que declara a cámara, de pelo largo a la 2010 y con flequillo al costado, y por el que sentí cariño. Establece una comparación. En su búsqueda por el pasado no hay desesperación. Al estudiar las estrellas estudia el pasado, porque la luz del sol tarda ocho minutos y veinte segundos en llegar a la tierra. Todas las estrellas que observa están muertas. El tiempo es una ilusión, y todas las acciones que se desarrollan en el presente, en realidad ya pasaron, incluso hasta un gesto, una mirada, una conversación, una orden del cerebro a la mano: todo eso ya es pasado. La única realidad, el único momento presente, es el que tenemos en la cabeza. Cuando termina de estudiar las estrellas, juntas sus cosas, se acuesta y se duerme tranquilo. Las mujeres que buscan a sus hijos en el desierto de Atacama con palitas también buscan conocer el pasado. Pero ellas cuando se van a dormir no duermen tranquilas.

-Yo me imagino que es como si tuviera a mis padres perdidos en el espacio. No descansaría hasta encontrarlos -dice el astrónomo.

La astronomía funciona como una metáfora. La búsqueda de un pasado que se desea conocer: ¿dónde están los familiares? ¿Dé dónde venimos y hacia dónde vamos? Hacia el final, la voz del documentalista Patricio Guzmán interviene para introducirse en la historia de Chile por medio del recuerdo de la infancia en un pueblo de provincia, y a través de otra metáfora, unas bolitas con las que jugaba de chico que le hacen pensar que tenía el universo en el bolsillo y que lo único que existía era el tiempo presente.

Hasta acá el documental, que me sorprendió, como dirían los críticos de mal aliento, gratamente. Corran a verlo, bájenselo, aprendan a usar torrents. También se puede ver en el siguiente link: https://www.arcoiris.tv/scheda/it/15888/.

Nostalgia de la luz me hizo pensar en el modo en que se representa la dictadura en el arte, específicamente comparando Argentina y Chile. En Argentina la forma que se usó para representar la dictadura fue la alusión, la metáfora, la referencia velada y los simbolismos. Estoy pensando, por ejemplo, en una obra de teatro como La malasangre de Griselda Gambaro, en novelas que no leí ni voy a leer como Respiración Artificial (basta con algún resumen en rincóndelvago, como hacen mis alumnos) y especialmente en letras de rock como Los dinosaurios de Charly García: “Los amigos del barrio pueden desaparecer / Los cantores de radio pueden desaparecer / Los que están en los diarios pueden desaparecer / (…) Pero los dinosaurios van a desaparecer”. La dictadura en la Argentina es un tema que siempre se trató de manera cuidadosa, lateral, rodeando el tema, con un respeto casi reverencial hacia las víctimas, de forma políticamente correcta. Aira dice que el que escribe sobre la dictadura es para lucrar, porque es un tema que despierta la curiosidad de lectores extranjeros y prensa internacional, en un nuevo estadio del neocolonialismo. A ver, ustedes, latinoamericanos, escriban sobre indios y desaparecidos que es de lo único que pueden escribir… Acá es cuando siento la grandeza de Borges, de Aira, de Levrero. Ni una sola referencia a las dictaduras latinoamericanas, al bananerismo, a la miseria. Les re cabió, franchutes morbosos.

En Chile la representación de la dictadura en el arte es directa. Pienso en Nostalgia de la luz, que muestra a los familiares de las víctimas llorando en cámara mientras cuentan cómo reconocieron un pie adentro de un zapato de un hermano, parte de la dentadura, parte de la cabeza, parte de la oreja, que fue por donde entró una de las balas que lo mataron y otra que que entró por la frente, destruyendo el cráneo, tiro de gracia que acabó con la vida de una persona. También pienso en la generación de poetas del 70, en ese poema invencible que es La ciudad de Millán. Copio uno para que se sepa de lo que estoy hablando, el libro se puede descargar de forma gratuita en el siguiente link: http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3504.html

 

25.

Apareció.

Había desaparecido.

Meses después apareció.

La encontraron.

La encontraron con un alambre al cuello.

La encontraron en una playa con un alambre al cuello.

La encontraron en una playa.

Con la columna rota y con un alambre al cuello.

La palabra desaparecido aparece sin ningún tipo de alusiones. La imagen es clara y no se llega al tema por medio de rodeos. La dictadura se muestra en su versión más real, en los efectos que produce sobre las personas: la muerte, la vejación, la tiranía institucional sobre un cuerpo que aparece mutilado. No hay pruritos ni solemnidades a la hora de hablar de la dictadura.

Quizá la diferencia se establezca en las políticas sociales que adoptó uno y otro país. En Argentina las políticas de derechos humanos son muy fuertes, es un país que está a la vanguardia, junto con Alemania, en relación a temas de memoria y políticas de derechos humanos. En Chile, según el documental de Patricio Guzmán, los familiares se cruzan por la calle a las personas que mataron e hicieron desaparecer a sus familiares. Van a comprar pan, sacan a pasear al perro, caminan por la vereda, tranquilos, indiferentes, como si nada. En Argentina eso es impensable. Videla fue encontrado muerto sentado en el inodoro de su celda. Los pruritos y el pudor para tratar el tema de la dictadura en el arte se relacionan con las políticas sociales de derechos humanos adoptadas por cada país. Para un argentino, argentina, representar la muerte de una víctima de la dictadura de manera directa es considerado de mal gusto, obsceno, feo, terrible, pero no pasa lo mismo en Chile.

Todo esto me hace pensar que en el arte, sea el tema que sea, mucho más potente que sugerir es mostrar. Sugerir es no llamar a las cosas por su nombre, rodearlas de un significado que puede llenarse con cualquier elemento, que pierde toda su capacidad de sorprender y permitir la reflexión con el riesgo de caer en una moral políticamente correcta, que dice lo que considera que tiene que decir porque si dijera otra cosa sería mal visto. La sugerencia es el recurso más ingenuo que dio el arte desde Hemingway. Al sugerir, el artista no le está dando lugar al lector o espectador para que piense, sino que le está indicando lo que tiene que pensar, como si dijera: “acá hay algo que no estás viendo, miralo”. Se coloca, incluso, en una posición de superioridad, ya que hay un elemento oculto que él conoce, o que desconoce, da igual, y que no lo entrega. Escatima, es poco generoso, se entrega a la ilusión de que detrás de las palabras o las imágenes hay algo más que palabras e imágenes. Pero al mostrar su tema, al entregar sus recursos, el artista está observando, está analizando su materia junto con el lector o el espectador, suspende el juicio, deja que las palabras y las imágenes hablen por sí mismas y que digan simplemente lo que tengan que decir.

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