En esta nueva entrega, Paranaländer reseña la nueva novela del escritor y periodista oriundo de Capiatá, Julio Benegas Vidallet, «La cuarentena de Ñasaindy» (Arandura, 2020), la cual tiene como telón de fondo a la actual pandemia de coronavirus pero centra su tema principal en «el develamiento de una verdad originaria».
Por: Paranaländer
Conseguí, en la librería Casiopea, el último libro de Julio Benegas titulado pertinentemente (“es posible que usted haya aportado para que salga este libro”) “La cuarentena de Ñasaindy” (2020).
La contratapa, firmada por Milda Rivarola, astuta o pudorosamente, no menciona el quid de la novela que no es la tal cuarentena del título, apenas landscape nambré para atosigar ánimos y convocar interés.
Los personajes, Ñasaindy (la paĩ del título), Thomas Skoll (el hijo gringo), Lourdes (la antropóloga que convertirá a nuestra heroína en tesis de antropología), Saite (la hermana de Ñasaindy), y el gringo “(que) retomó la penetración apenas se percató de que estaba físicamente repuesta”, flotan a lo largo de las páginas entre dos listas clichés, la primera digamos, una lista “eterna”: Stroessner, soja transgénica, narcos. Y la otra, una lista “coyuntural”: pandemia, George Floyd, EPP, “pueblos originarios” (ítem frecuentado hoy hasta la exasperación culposa en pelis de Arami Ullón, Mónica Ismael, Ramiro Gómez).
La alemanidad guaraní, (promovido por científicos como Pistilli, si mi memoria Memento no me pierde) en cambio, me parece un mitologema realmente interesante, a la altura de lo greco-guaraní, que todos sabemos se ha iniciado con el ensayo “Los caníbales” de Montaigne.
Una aparición simpática es la del sabio de Kora Guasu, el poeta arandu Gregorio Gómez Centurión, que envía un mail… ¡en español!
Ñasaindy-Jana me hace acordar a “Jugando en los campos del señor” (novela de Peter Mathiessen, 1965, peli de Babenco, 1991), en el cruce de culturas que agita la vida de la protagonista. Sin embargo, el drama de estar divido por dos culturas no se nota lo suficiente en Ñasaindy, figura muy remota y abstracta, más una especie de tótem del revisionismo posmoderno actual. De Thomas, el hijo del cruce cultural violento, se nos queda, neto, que le gusta escuchar Rammstein y fumar porro. Y que no tiene aparentemente ningún rasgo visible de paĩ. Lourdes, que roba unos papeles pensando usarlo para su futura tesis sobre Ñasaindy, sí sufre una transformación dramática.
La escritura de la novela es clara y sensata como la que se usa en los relatos periodísticos. Muy preocupada en que el lector, pagara o no la edición del libro, no se pierda ni confunda nunca. Hay notas a pie de páginas a cacharrata para satisfacer tal escrúpulo. Notas a veces imprescindibles, traduciendo las frases guaraníes, las palabras alemanas, canciones brasileras, pero otras un poco superfluas y forzadas, como cuando nos ilumina que karanda’y es un árbol. Mientras que alguna traducción guaraní ambigua no es suficientemente explicada, como en el caso de yvypóra.
Como decía al inicio, la pandemia de coronavirus es más un telón de fondo que el verdadero tema del libro, que nos parece ser más la del viaje de conocimiento, la del develamiento de una verdad nefanda, originaria.
Julio Benegas nació en Capiatá en 1970. Periodista, desde 1993, en varios medios como ABC Color y E’a. Autor de libros de narrativa (Tereré en la plaza, Vuela Soledad) y de investigación (La masacre de Curuguaty, Francisco Estigarribia).