Martín Duarte continúa comentando el libro Comunidades imaginadas de Benedict Anderson, esta vez sobre las relaciones entre la novela, el periódico y la conformación de las naciones modernas.
Por: Martín Duarte
En el ya clásico libro de Benedict Anderson, Comunidades imaginadas, se pone en marcha una interesante reflexión sobre las condiciones que hicieron posible imaginar un nuevo tipo de comunidad, ya no en términos religiosos o dinásticos, sino nacional.
El autor otorga una importancia fundamental a dos fenómenos nuevos, ambos ligados con la incipiente expansión del capitalismo de imprenta: la novela y el periódico. Estos nuevos bienes culturales posibilitaron una nueva experiencia del tiempo, sin la cual sería difícil imaginar la nación.
El florecimiento de la novela y el periódico desde el siglo XVIII dio lugar a una nueva temporalidad, “homogénea y vacía”, según los términos de Walter Benjamin. Este tiempo nuevo, calendarizado, contrasta con el tiempo religioso, donde el presente es pensado como cumplimiento de un pasado prefigurativo. La temporalidad moderna presenta una nueva conciencia de la simultaneidad, objetiva y mensurable. En este sentido, durante toda la trama narrativa, en la novela leemos sobre personajes que realizan determinadas acciones a la par que otros personajes, sin que los mismos lleguen a encontrarse y saber de la existencia del otro.
Asimismo, en el periódico conocemos diversos eventos, accidentes y sucesos políticos que ocurren en la misma fecha. Del mismo modo, somos conscientes de que una multitud de compatriotas este leyendo el mismo periódico. Esto lo visualizamos en los medios de transporte, las salas de esperas, la peluquería o en la calle. Este sentimiento de simultaneidad en un tiempo igualmente homogéneo para todo el mundo, posibilita imaginar lazos con anónimos lejanos. Anderson sostiene que la técnica impresa permitió acercar nuestras vidas en una “intimidad lejana”.
Es así como se construye una comunidad imaginada en la conciencia de los lectores. La novela y el periódico hacen posible un sentimiento de cercanía con personajes que no conocemos empíricamente. Por ejemplo, leemos en el periódico la muerte repentina de un anciano desahuciado por el hambre y el frío. No conocemos a este pobre anciano, sin embargo sentimos empatía e indignación, culpamos al gobierno y a la injusticia social, etc. Es decir, se tejen lazos imaginarios con una comunidad de anónimos, comunidad cuya condición de posibilidad es la simultaneidad en un tiempo común.
En síntesis, Para Anderson, la novela y el periódico propiciaron nuevas imaginaciones del tiempo, el mundo social y la comunidad. La nación, como forma de comunidad nueva en referencia a la comunidad religiosa y dinástica, extendió su red de lazos solidarios mediante la imaginación de una nueva pertenencia al tiempo, el espacio y la historia.