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sábado, noviembre 23, 2024

Los dichos de un Pa’í

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Paranaländer reseña la novela «Entre la selva y el Vaticano» de José Zanardini, afirmando que se trata de una obra cándida, de pocos recursos literarios, llena de lugares comunes, buenas intenciones y grandes omisiones.

Ñande Ru Guasu ha puesto como guardianes a numerosas especies de serpientes:

mbó chini, jarara, ñacanina, mbói hovy, curiju

Por: Paranaländer

Entre la selva y el Vaticano, novela de José Zanardini, (Criterio Ediciones, 2020) es una narración cándida desde la perspectiva de un cura extranjero (aquí, canadiense) sobre ese inasible correlato empírico llamado Paraguay. Cándido literariamente, por sus recursos limitados: los personajes se ponen a hablar como artículos periodísticos o ensayos de divulgación sociopolítica. Y, sobre todo, por su visión tan plana de nuestro país. Su amor por los indios -en retirada por la cultura necrocapitalista de la soja y el vaka ro’o- al mismo tiempo reduce y aplana al paraguayo común, simple conversador de fútbol y bebedor de tereré. Las buenas intenciones están sembradas de grandes omisiones.

El gran chamán Nyben (un nombre muy poco guaraní) nos explica qué es tekoporã y tekovai, dicotomía que hubiera hecho de las delicias sádicas entre los filósofos posmodernos. Suelta su casesito de siempre: la tierra sin mal. También nos enteramos que los guaraníes migraron al Paraguay desde lejanas regiones asiáticas. Y su explicación de la poligamia es genial: “incluso el hecho de tener más de una esposa se debe a que esas esposas recogen más productos y así el cacique puede distribuir más bienes a los demás integrantes de la comunidad”.

Para Raúl (alter ego del autor), los indios del Paraguay son comunistas cristianos. En la novela el EPP se llama GAP. El cura canadiense recibe el tratamiento de la pileta cuando la hija del comisario, y amiga del cura, es secuestrada por este grupo terrorista. También es ficticio aparentemente el pueblo: San Antonio Milagroso, ubicado hacia Ciudad del Este, teniendo como frontera la ciudad brasileña de Guairá. Quizá por Amambay, pues el Jasuka Venda es mencionado en uno de los capítulos, cuando lo visita el chaman Sadeki y lo guía hasta la cueva de las serpientes.

Una frase kafkiana, que abunda a lo largo del libro, es: “en Paraguay los hombres son machistas”. Raúl toma cervecita y café con caña, vive en una cabaña solitaria robinsoniana en un cerro indígena, fuma pipa con pety local hamacándose en su kyha atado a dos tajys, su visión de Dios es medio herética, Dios si existe es alegría, nos dice, y ¿dónde más que entre las piernas de una mujer puede uno encontrar alegría? Hay muchos datos superfluos para un lector paraguayo, como por ejemplo, cómo se prepara el cocido. Lo único en claro que sacamos de todo esto es que el autor no es paraguayo.

José Zanardini, es un antropólogo educado en Londres y  cura salesiano italiano que reside desde la década de los 80 en el Paraguay. Vivió en aldeas indígenas del Chaco, en especial entre los ayoreo. Fue presidente de CEADUC. Escribió, entre otros libros, “Los indígenas del Paraguay” (2001) en co-autoría con Walter Biedermann, “Textos míticos de los Indígenas del Paraguay” (1999), compilados con Miguel Chase Sardi. Hace poco intervino con una carta dirigida a la actual directora de la AIP (Asociación Indígena del Paraguay) en el affaire Chase Sardi, acusado arbitrariamente por el PCP (Partido Comunista Paraguayo) de espía yanqui. Respecto a esto último, se debe mencionar que fue la única persona que defendió públicamente a Sardi, ante el silencio de los antropólogos paraguayos.

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