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domingo, noviembre 24, 2024

Rusia: un socio indispensable

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El acuerdo Abdo-Putin para la llegada de la vacuna anticovid «Sputnik V» supone un logro desde el punto de vista sanitario; sin embargo, sus connotaciones están más allá de la estricta coyuntura pandémica y adquieren significaciones geopolíticas, permitiendo pensar en la ampliación de las oportunidades comerciales y el aprovechamiento pleno de una alianza bilateral de vastos horizontes entre Paraguay y Rusia, de amplios beneficios para nuestro pueblo.

La conversación mantenida este miércoles entre los presidentes Mario Abdo Benítez y Vladimir Putin, de Rusia, enfocada en establecer un cronograma para un pronto envío a nuestro país de la vacuna Sputnik V contra el Covid-19, supone un logro desde el punto de vista sanitario; sin embargo, sus connotaciones están más allá de la estricta coyuntura pandémica y adquieren significaciones geopolíticas.

De hecho, tras ese diálogo, el canciller Euclides Acevedo manifestó en una entrevista con un medio de comunicación ruso que el Paraguay pretende aumentar la cooperación en materia de defensa y otros aspectos con Rusia, y que el Gobierno Nacional desea recibir a Putin en Asunción, en una próxima visita.

El desarrollo y la venta de vacunas por parte de Moscú constituye un elemento más que viene a denotar el creciente rol y la influencia que Rusia está teniendo en el ámbito de la política internacional, hasta el punto de llegar a lugares del planeta en los que, hasta hace un par de décadas, no ejercía casi ningún papel relevante.

Paraguay, desde luego, no puede —ni debe— sustraerse a ese cambio en el escenario internacional. Por una parte, el mundo globalizado y multipolar en el que vivimos exige desarrollar nuevas estrategias de inserción, a fin de aprovechar todas las oportunidades que esta realidad plantea para la promoción del interés nacional, que es, precisamente, el objeto de toda política exterior.

Por otro lado, nuestra condición de mediterraneidad exige ampliar los horizontes para reducir la situación de dependencia que esa realidad nos impone. Una suerte de sujeción que nos obliga a negociar constantemente con nuestros vecinos ventajas económicas. Por lo demás, las limitaciones financieras (y sus implicancias políticas) también nos condujeron históricamente a depender de los dictados provenientes de los centros de poder, particularmente de los Estados Unidos.

Por todo esto, y considerando el actual escenario pandémico, signado por un emergente «nacionalismo de las vacunas», urge que la política exterior del gobierno nacional profundice esta línea, es decir actúe en base a nuestras estrictas necesidades domésticas, sin subordinaciones automáticas a centros de poder que históricamente nos han ignorado.

Ello significa que la balanza de nuestra política exterior debe buscar nuevos equilibrios. Y consideramos que así lo entiende el propio presidente de la República, puesto que, incluso en su carácter de mandatario electo, efectuó de manera oportuna una de sus primeras visitas oficiales a la Federación Rusa, a mediados de 2018.

Países con condicionamientos como los que tiene el nuestro no pueden darse el lujo de atar su destino a una sola apuesta internacional, sino que deben diversificar sus opciones. De allí que también haya sido una sabia decisión el establecimiento de una embajada nacional en la India, en el año 2005, circunstancia que, según ha informado el Ministerio de Relaciones Exteriores, será reciprocada en breve plazo por Nueva Delhi.

Rusia es, pues, un socio al que se debe seguir apostando, pero no en el sentido de la subordinación a la que estaba sometido el Paraguay (y América Latina, en general) con los Estados Unidos durante la Guerra Fría, ya que, en ese caso, estaríamos cambiando unas cadenas por otras y mudando de amo, como bien lo definió la célebre carta del 20 de julio de 1811, que la Junta Gubernativa nacional remitió al gobierno hegemónico de Buenos Aires.

En efecto, debemos apostar por una relación íntegra, genuina, soberana, en pie de igualdad, de tal forma que nuestras oportunidades comerciales se profundicen y consoliden, y que, al mismo tiempo, como lo sostuvo el canciller Acevedo, se amplíen a nuevos campos, como ser la Defensa Nacional, aspecto en el cual tanto nos falta avanzar, ya sea en lo relativo a la modernización y la formación de nuestros cuadros castrenses, como en materia de adquisición de implementos que posibiliten actualizar la obsoleta maquinaria militar paraguaya.

En todas estas cuestiones, nuestros vecinos han dados pasos significativos. Argentina y Bolivia, por ejemplo, ya sondean la posibilidad de comprar aeronaves militares rusas de última generación. Un sano equilibrio regional y la necesidad de custodiar nuestra soberanía, así como de combatir más eficazmente al insidioso narcotráfico, deberían también orientar nuestra mirada en esa misma dirección.

Además, esa relación debe fortalecerse en otros aspectos igualmente relevantes en materia de desarrollo humano, como el intercambio académico y la cooperación tecnológica, áreas en las que Rusia ha sido proverbialmente fecunda y de las que nuestro país debería nutrirse de manera sostenida y sistemática para dar un salto cualitativo en el ámbito de la ciencia.

La cooperación ruso-paraguaya se ha fortalecido en los últimos años. No sin acertada visión de futuro, Paraguay instaló su embajada en Moscú hace ya 25 años. Rusia ha hecho otro tanto en fechas más recientes. Las visitas bilaterales de autoridades también se han intensificado.

El panorama es, pues, auspicioso. No resta sino consolidar lo que se ha venido haciendo hasta el presente y asegurar que la relación entre Paraguay y Rusia pase de ser una recíproca simpatía para avanzar hacia la consecución de una sólida sociedad para mutuo beneficio de ambos países. La ampliación de las oportunidades comerciales y el aprovechamiento pleno de una alianza bilateral de vastos horizontes, no puede más que traer beneficios al pueblo paraguayo.

 

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