Paranaländer en esta entrega escribe sobre el poeta y compositor Antonio Ortiz Mayans, célebre, entre otras cosas, por varias obras que fueron musicalizadas con gran éxito, y sobre la “silenciosa y casta” Asunción de la época.
Por: Paranaländer
Ortiz Mayans tenía 7 años en 1915 y 22 en 1930, arco temporal de estas “Evocaciones de la Asunción” (Emasa, 1967). Entonces los 100 metros de adoquinado eran conocidos como Petit Boulevard (hoy Palma), estudió la primaria en Sansón-cué (Escuela Independencia, sita en Aquidabán -hoy Manuel Domínguez- entre Paraguarí y Antequera), aprendió a nadar en el chorro Caballero, leía “Guaraní” (“chispeante y vibrante” periódico editado por el poeta y periodista Facundo Recalde, con dibujos de Chuchín y Amado Vega Zayas y los “Dialoguitos callejeros” de Julio Correa), conoció a la bella Margot (novia del poeta Herib Campos Cervera), raboneaba en la Salamanca allí al sur de la cancha de Atlántida, editó la primera edición de 64 páginas de su “Diccionario castellano-guaraní” en la editorial Zurucu’a de Ortiz Guerrero, peregrinaba a pie hasta la iglesia de Trinidad para el tupasy ñuvaitĩ (donde topetaba con el prestigioso hombre de letras de origen italiano Roque Capece Faraone, de facha de empleadillo más que de poeta), su foto de la plaza Uruguaya parece un planeta tropical de una peli de sci-fi de la época (un planeta lujurioso de Flash Gordon quizá), Asunción era una city silenciosa (propicia a la meditación y el estudio) y casta (ni el populacho escupía groserías en sus calles he’i el tipo), cambiando subrepticiamente sin embargo, solo el gran río epónimo (cuya etimología no deja de intentar descifrar como “río de pájaros”, o “río coronado”, o ”río de los payaguas”), no sufría cambio.
Al hablar sobre su calle natal, Paraguarí, se pierde, cual flâneur mental, en el trazado de una geografía cultural de la ciudad: en la intersección con 25 de Mayo nos cuenta que estaba el edificio del Gimnasio Paraguayo donde atendía el gran pintor Juan Samudio; dos cuadras más hacia el sur ubica la casa de la recitadora Dora Gómez Bueno (“poetisa de Asunción”); un cuadra después las de Gaspar Trinidad (colega de Chuchín en la revista “Juventud”), la de Alejandro Guanes casi ya en la cúspide de Paraguarí (de vecinos del poeta consigna a Don Gabriel Molas, de la familia de los nietos del Mariscal López y padre del poeta Mariano A. Molas, y, finalmente, sobre Aquidabán y Antequera, la casa de Ignacio A. Pane).
Su defensa del guaraní es memorable. “Entre los cargos que pesan sobre el guaraní, figuran el de ser culpable -dicen- del atraso y además del entorpecimiento en el hablar. Y nosotros decimos: atraso es no estudiarlo y entorpecimiento es incapacidad de desbrozar la maraña o de apartar la escoria para hallar la pepita”.
Entre sus maestras de primaria recuerda a Lorenza Bergottini (acaso pariente del grabador argentino de “Guarania”).
Silverio Antonio Ortiz Mayans nació en Asunción el 20 de junio de 1908. Publicó “Cantos nuevos”, poesía, 1928; “Sorazábal”, 1948. Fue corrector de pruebas en los diarios de Buenos Aires como La Razón (18 años) y La Nación (7 años). Tradujo al español el sainete “Ñane mba’era’y” (1965) de Julio Correa. Es famoso, además de su “Diccionario castellano-guaraní” (9ª edición, 1962), por numerosas canciones musicalizadas e interpretadas por músicos de fuste como “Burrerita”, “Pasionaria”, “Taperé”, “Asuncena”, “Aurora y Ocaso”, “Bajo el cielo del Paraguay”, “Asunción soñada”, “Escuelita de mi aldea”, “Los sesenta y seis paraguayos”. Murió en Buenos Aires en 1995.