Paranaländer revela su top 5 de poetas italianos esenciales y se detiene en el triestino Umberto Saba (1883-1957), autor que ha cruzado la línea de su corazón.
Por: Paranaländer.
Si hablamos de poesía italiana, nihil sanantibus litteris, cinco son los nombres de cabecera para mí: Leopardi, Cristina Campo, Dino Campana, Eduardo Sanguineti y, el poeta que hoy comentaremos, Umberto Saba.
A mi esposa
Eres como una joven,
una blanca gallina.
Se le ahuecan las plumas
al viento, el cuello inclina
para beber, rasca en la tierra;
pero al andar tiene el lento
paso tuyo de reina,
va marcando la hierba,
opulenta y soberbia.
Ella es mejor que el macho.
Ella es como todas
las hembras de todos
los serenos animales
que acercan a Dios.
Así, si mi mirada o si mi juicio
no me engañan, tu igual está entre ellas
y no en otra mujer.
Cuando la noche duerme,
las polluelas
producen voces que recuerdan esas
dulcísimas con las que de tus penas
te quejas, sin saber
que tu voz tiene la misma suave y triste
música del gallinero.
Tú tienes esto de la golondrina:
ademanes ligeros;
esto que a mí, que me sentía y era
viejo, me anunciaba otra primavera.
Eres como la prudente
hormiga. De ella, cuando
salen al campo,
habla la abuela al niño
que la acompaña.
Y también en la abeja
te encuentro, y en todas
las hembras de todos
los serenos animales
que acercan a Dios;
y en ninguna otra mujer.
En la línea de Simónides de Ceos, va enhebrando la imagen definitiva de su mujer a un abalorio de animales, la granja no el género femenino es el verdadero humus de donde ha eclosionado tal singularidad, como se ve en estos fragmentos del poema “A mi esposa”.
Umberto Saba (seudónimo de Umberto Poli), nació en Triste en 1883 y murió en una clínica de Gorizia en 1957. Abandonado por su padre, fue criado en el gueto de Triste por sus madre y tía. Fue amigo de otros triestinos famosos como Svevo y el Nobel de Literatura, Montale. Su esposa fue Lina Woelfler y su hija Linuccia. Colaboró en la revista La Voce, junto a Papini, Palazzeschi y Soffici (1910-1911). Fue asiduo del psicoanálisis para tratar sus crisis nerviosas endémicas. Conoció a D’Annunzio, Mussolini. Vivió modestamente regenteando una librería en la vía Nicolò de Trieste.
Mario Luzi lo considera un poeta más acá de lo moderno. Ungaretti define el poema “A mi esposa” como: obra maestra de pequeño maestro holandés. Sostenía que “la mayoría de los escritores actuales, aunque sobrepasarán las dos líneas (del estilo y de la mente), rara vez llegan a tocar la tercera: la línea del corazón. Por eso no me interesan. No creo, por ejemplo, que Picasso me interesaría. Nada de lo que he visto de él, me ha llegado nunca al corazón”.