Paranaländer, a raíz de la constatación de un episodio deplorable, el saqueo y destrucción de la biblioteca del Colegio Nacional, evoca a uno de sus antiguos espíritus: Chateaubriand.
Por: Paranaländer
Nacer, desear, morir: ¿eso es todo?
(Recuerdos de mi vida)
Ya lo he contado alguna vez, lo repito aquí: “Estuve hará un par de años por la biblioteca del CNC y encontré a una especie de criada viendo el noticiero. Cuando la interpelé obnubilado, me dijo que los libros se perdieron casi todos bajo una tromba de agua, porque al momento de refaccionar el cole, todo quedó precarizado y expuesto a las vicisitudes climáticas, tanto que irrumpió una tormenta de verano y kaput. Una escena de un film de horror. Me imaginaba una biblioteca enorme, de techos altísimos, escaleras de caracol y tropiezo con estantes vacíos, polvo, penumbra y la fámula sobre un taburete como un ´didolo oscuro comiendo sandía, que le chorrea sobre el cuello y el tórax, mirando la tele…Santo lugar profanado brutalmente. Ahí donde leí “Las memorias de ultratumba” (Chateaubriand) de púber”.
Este Chateaubriand iniciático escribió mucho y bien, entre ellos un libro originalísimo, dentro del género diríamos apologético, llamado “Genio del cristianismo” (libro de cabecera de Houellebecq), donde traviesamente va comparando extractos de Homero y Virgilio con autores cristianos como Milton, Tasso, y sobre todo es memorable por llevar a la Santa Biblia en su lucha final por el podio de la literatura universal con la obra del rapsoda ciego. Les copio algunos fragmentos, donde se mezcla picardía y erudición:
“Si comparamos, pues, los amores de Ulises y Penélope y los de Adán y Eva, hallaremos que la sencillez de Homero es mas ingenua, la de Milton más magnifica. Ulises, aunque rey y héroe, tiene sin embargo algo de tosco; sus astucias, acciones y palabras conservan un carácter agreste y sencillo. Adán, aunque apenas nacido y sin experiencia alguna, es ya el perfecto modelo del hombre: da a entender que no ha salido de las débiles entrañas de una mujer, sino de las manos poderosas de Dios. Es noble, majestuoso, y al mismo tiempo lleno de inocencia y de ingenio, se le advierte tal cual le pintan los libros sagrados; es decir, digno de que le respeten los ángeles, y de pasearse en la soledad con su Criador”.
“La barbarie y el politeísmo han producido los héroes de Homero; y la barbarie y el cristianismo han dado ocasión a los caballeros del Tasso.
Para juzgar de la diferencia inmensa que se halla entre los héroes de Homero y los del Tasso, basta tender la vista por el campo de Godofredo y las murallas de Sion. De un lado están los caballeros y de otro los héroes antiguos. No tuviera Solimán tanto brillo, si el poeta no le aplicara, algunos rasgos de los caballeros: de aquí viene que el mismo héroe infiel toma su majestad del cristianismo”.
“En primer lugar, en toda religión ha habido siempre dos especies de deidades para el poeta y el filósofo; y así el Gran Ser abstracto, del cual han hecho tan bellas pinturas Tertuliano y S. Agustín, no es el Jehovah de David o de Isaías; uno y otro son muy superiores al Teos de Platón y al Júpiter de Homero”.
“La sencillez de la Biblia es más corta y más grave; la sencillez de Homero más larga y mas risueña.
Las descripciones de Homero son largas, ya participen del carácter tierno, o terrible, ya del triste, gracioso, fuerte o sublime. La Biblia comúnmente no tiene más que un solo rasgo en todos esto géneros; pero es este admirable, y pone el objeto á la vista”.
“Por último, el sublime en Homero nace ordinariamente de la reunión de las partes, y llega a su término por grados. En la Biblia es casi siempre inesperado. Se arroja sobre uno como un relámpago., y queda uno humeando y surcado del rayo, antes de saber como le ha herido. En Homero lo sublime se compone también de la magnificencia de las palabras, en armonía con la majestad del pensamiento. En la Biblia, por el contrario, el sublime más elevado proviene ordinariamente del contraste y desproporción entre la majestad de la idea y la pequeñez, y aun, a veces, la trivialidad de la palabra que sirve para manifestarla”.
“En cuanto a la famosa expresión, ‘yo soy José’, sabemos que hacía llorar de admiración a Voltaire mismo. El ‘yo soy su padre’ de Homero, es bien inferior al ego sum Joseph. Ulises vuelve a encontrar en Telémaco un hijo sumiso y fiel. José habla a unos hermanos que le han vendido; no les dice soy vuestro hermano; les dice solamente, ‘yo soy José’, y en esta palabra José, está comprendido todo para ellos. Quedan turbados, así como Telémaco; pero no es la majestad del ministro de Faraón quien los conturba, sino cierta cosa que hay en su conciencia”.
François René de Chateaubriand nació en Saint-Malo, el domingo 4 septiembre 1768. En el certificado de bautismo lleva: François René (sin guion). El papel del Saint-Pierre en el que se embarcó rumbo a Baltimore (abril de 1791): François Auguste. Finalmente, por si acaso, su certificado de matrimonio (bendición nupcial del 19 de marzo de 1792) dice: François Auguste René. En un documento firmó: François de Chateaubriand, como en todos los actos del mismo tipo desde 1780. “Genio del cristianismo” es de 1802. En un contexto de persistentes dificultades financieras, nació la primera idea del “Genio del cristianismo” en marzo de 1799, durante su exilio en Londres. Entonces buscaba colocar «un pequeño manuscrito sobre la religión cristiana en relación con la moral y la poesía». Pide 15 guineas por este folleto que no pasaría de cuarenta y ocho páginas, pero que podría esperar el éxito reservado a una obra de circunstancia. Su folleto se presenta en efecto como una réplica al poema que Parny acababa de publicar en París y titulado “La guerra de los dioses”. En esta epopeya burlesca, libertina y anticlerical, el poeta criollo se burla, no sin ingenio (el de La Pucelle), de los personajes emblemáticos de la cristiandad.
Muere en 1848, el 4 de julio, poco después de las ocho de la mañana. Juliette Recamier lo había vigilado toda la noche. En el calor de aquel verano de 1848, París cicatrizaba las heridas de los últimos disturbios. Monseñor Affre, su arzobispo, había muerto en una barricada por una bala perdida. El funeral de Chateaubriand tuvo lugar en la capilla de las Misiones Extranjeras, el sábado 8 de julio, en presencia de numerosas personalidades académicas y literarias, que habían acudido allí por espíritu de cuerpo, para encontrarse y cotillear.
Génie du christianisme ou Beauté de la religion chrétienne, Paris, Gallimard, « Bibliothèque de la Pléiade », 1978.