Derian Passaglia escribe un resumen de los rasgos más importantes de Adam Sandler, célebre actor norteamericano.
Adam Sandler tendrá siempre treinta años, edad en la que se empieza a ver que el mundo cambia, aunque uno ya no cambia. Para algunas cosas se es demasiado viejo, como por ejemplo para tirarse de una tirolesa y caer en una pileta, pero para otras no. El cuerpo sigue relativamente joven, todavía aguanta unos años más, hasta que se empiece a caer. Son otros los que nos recuerdan la edad, siempre los otros: hijos, primitos, sobrinos. Manejan la tecnología con una soltura sobrehumana y son torpes al andar, porque nunca jugaron en la calle, no saben lo que es correr abajo de la lluvia gritando.
Adam Sandler es familiero, prioriza la esposa, los hijos, sabe que no debe mandarse ningún moco, aunque se los mande, sabe que debe criar sanos y fuertes a los sabandijas que tiene por hijos. Quiere pasar tiempo con ellos, quiere conectar de alguna manera, proponiéndoles jugar un juego de mesa, pero ellos lo ven como un viejo anticuado, tan pasado de moda que ni siquiera se da cuenta. Adam Sandler lleva el pan a la casa, le paga bien a la niñera de rasgos asiáticos, es atento y cuidado con su señora. Quiere recuperar el amor de su esposa, quiere reconquistarla.
Adam Sandler es amiguero. Sus amigos son los mismos de siempre, los de la escuela, los que conoce desde que era un pibito, desde que tenía nueve o diez años. Sabe que cambiaron y que él mismo ya no es el que era. ¿Qué lo une a ellos? Solo el pasado, algunas cuantas anécdotas, algunas risas. Está demasiado cansado como para hacerse amigos nuevos, así que acepta a los que ya conoce, con sus defectos y virtudes, con sus mañas y locuras. Son amigos de la vida, amigos que ya no queda otra, amigos sin causas ni consecuencias.
Adam Sandler es perfecto. Parece que todo le sale mal, y que es medio idiota, pero al final todo le termina saliendo bien, se queda con la chica que le gusta. Es gracioso, hace chistes, o los demás se ríen de él sin que se entere. Otras veces hace chistes y nadie se ríe, por eso resulta doblemente gracioso. Es neurótico, se pone nervioso, repite sílabas como tartamudo, no se sabe si lo hace a propósito, si lo está actuando, o si es así de verdad.
Este es un poema para Adam Sandler, por llevar alegría a todas las personas del mundo, por brindarse por entero sin esperar nada a cambio, por ser quien es y no mentir nunca, porque no es careta y se la banca. Adam Sandler tiene una sonrisa pícara, tiene entradas en la frente, casi que no le crece la barba. Tiene panza cervecera, los ojos marrones, los cachetes rechonchos. Adam Sandler mete las manos en los bolsillos de la joggineta, se pone su gorrita de Nueva York y tira a la parrilla una barbacoa un domingo de sol.
