Derian Passaglia escribe sobre un poema de Anne Sexton (1928-1974), reconocida poeta norteamericana, ex profesora titular en la Universidad de Boston y ganadora del Pulitzer de poesía en 1967 por su libro Live or Die (Vive o muere).
El título del poema contrapone dos elementos distintos y los une a partir de la yuxtaposición: las flores son el símbolo universal de la belleza y el amor; los gusanos por el contrario convocan la idea de la muerte, de lo pútrido, tal vez un motivo modernista, como en Baudelaire era la carroña. Las flores son un invento romántico y los gusanos un invento decadentista. Las flores de Anne Sexton no son flores del mal, pero es el mundo quien las puede marchitar si no escucha las profecías de la poeta.
El poema empieza invocando a las flores, el yo poético pide por su libertad. Los elementos de los primeros versos son casi hasta infantiles: diez margaritas, un florero azul, una hormiga roja, un cetro de oro. El yo poético no espera hasta la segunda estrofa para introducir a los gusanos, aparecen imprevistamente, “moviéndose en el fondo de su viscosidad”, como si de repente bajara un telón negro sobre el poema y nos recordara que todo lo bello implica su opuesto.
Tres estrofas más tiene el poema. La segunda, el yo poético expresa un sentimiento claro y simple, aniñado y puro: “soy tan feliz de amarlas, margaritas”. Hay en esa expresión pueril un deseo de que la realidad fuera diferente y que solo la poesía puede expresar. Solo la poesía puede mostrar cómo sería ese mundo si todos amáramos a las margaritas. La tercera estrofa cambia su receptor, ahora ya no se dirige a las margaritas, sino al mundo, como si le entregara un mensaje de paz y amor, un hippismo chic, espiritual, sincero.
La última estrofa desconcierta y pega como Carlos Monzón. Ese deseo que expresa el poema se lleva a una realidad posible, donde las margaritas no son amadas por los humanos sino por los gusanos. La última imagen destruye cualquier ilusión, nos mide cara a cara con la muerte.
FLORES Y GUSANOS
Dejen dar a las flores un paseo
En lunes, para que pueda ver
Diez margaritas en un florero azul
Con, quizás una hormiga roja
Trepando hacia el centro de oro.
Un pedazo de campo en mi mesa,
Cerca de los gusanos que se agitan deslumbrados,
Moviéndose en el fondo de su viscosidad,
Moviéndose en lo profundo del abdomen de dios,
Moviéndose como aceite en el agua
Deslizándose al través de la buena tierra.
Las margaritas crecen salvajes
Como palomitas de maíz.
Ellas son la promesa de dios en el campo.
Soy tan feliz de amarlas, margaritas.
Así como ustedes de ser amadas,
Y encontrarlas mágicas, como un secreto
Del indolente campo.
Si todo el mundo recogiera margaritas
Las guerras terminarían, cesaría el frió común,
El desempleo terminaría, el mercado monetario se mantendría estable y no habría flotación de ninguna moneda.
Escucha mundo.
Si te tomaras el tiempo de recoger
Las flores blancas de corazón cobrizo,
Todo estaría mejor.
Ellas son humildes,
Son tan buenas como la sal.
Si alguien las hubiera llevado diariamente
Al cuarto de van gogh, su oreja se hubiera quedado en su sitio.
Me gusta pensar que nadie moriría nunca mas
Si todos creyéramos en las margaritas,
Pero los gusanos lo saben mejor, ¿no es cierto?
Ellos se deslizan en el oído del cadáver
Escuchando sus grandes suspiros.