Derian Passaglia escribe sobre la película Frutos del viento, una película que según su crónica «simula ser un thriller clase B», lleno de «corrección política», aceptable para mirar «un viernes en la noche en que uno llega cansado del trabajo».
Me saco de encima el argumento: a un ladrón que entra a robar a una casa de campo de un multimillonario se le complican las cosas cuando llegan los dueños de casa, el multimillonario y su mujer. No le queda otra que tomarlos como rehenes. A partir de ahí las cosas se empiezan a complicar, y terminan, como espera el espectador, obviamente mal. La película simula ser un thriller de clase B de los de antes, de esas que se miraban en continuado en los cines con otras películas más importantes, pero esto es todo simulación, porque de clase B lo único que tiene es la apariencia. Para ser clase B de verdad la producción debe verse limitada por el presupuesto, y si estamos ante una película distribuida por Netflix, se cae de maduro que presupuesto no le va a faltar.
Pero para pasar el rato, para un viernes a la noche en que uno llega cansado del trabajo, está más que buena. Pocos personajes, un solo escenario y una tensión que va creciendo a lo largo de la película hacen pensar a veces en Hitchcock. El ladrón es torpe, no tiene experiencia, el multimillonario lo sabe y llega un momento en que se harta de la situación, mientras esperan día y noche que les llegue un bolso con medio millón de dólares que pidió del banco. El multimillonario le dice que no puede sacar toda la plata que tiene, porque eso sería sospechoso, y además que necesitaría mucho papeleo, permisos, etc. Esto me hace pensar en que toda la plata que tienen los multimillonarios en realidad no existe en el mundo físico, es virtual, por lo tanto todo el sistema en el que vivimos se basa en una ilusión.
En el medio, cada uno tiene sus miserias: el ladrón que pensaba encontrar la vida perfecta se encuentra con un multimillonario que es un asco de persona, la esposa que se da cuenta que su marido lo engaña y se sacrifica estando con él por la plata, el jardinero que aparece más tarde, el único que trabaja, un inmigrante latino, muere ridículamente y a partir de ahí la película da otro vuelco. Hay otras cosas en el mundo además de la plata, parece ser el mensaje de la película, porque estos tres personajes están encerrados en esta casa de campo solamente por amor al vil metal. Las luces frías, los ambientes minimalistas, el género del suspenso ya es una marca de la empresa Netflix para sus producciones.
El final es inverosímil y forzado. Se trata de una película que busca insertarse en la moda de la corrección política, mediante el uso del argumento, y acá vienen spoilers: la mujer mata al ladrón con una escultura de porcelana y de paso, también, para que no queden dudas, mata al marido multimillonario. Además de las categorías “inusual”, “intrigante” y “siniestra”, Netflix debería agregar una nueva categoría para Frutos del viento: “empoderante”.