Paranaländer, laus deo!, vuela con el mestizo Guirapaxé hasta los siglos inmisericordes de la colonia y de los satánicos jesuitas para aprender a falar la lengua da silva brasilis puréxi.
“Mamaluco voador” (Travessa dos Editores, Curitiba, Paraná, 2006) del poeta, escritor, letrista de canciones y traductor paulistano Luiz Roberto Guedes, es una novela que se enfrasca en la correspondencia jesuítica -las famosas cartas anuas-, de la primera década de la colonia brasileña.
El subtítulo habla de “una leyenda perdida del primer padre volador de la tierra brazuka”. Sebastião Nunes compara la obra de Guedes a “Mi tío el, yaguareté” de ¡Guimarães Rosa! Pues lo incluye en un arbitrario árbol genealógico muito esquisito, el de los que han pretendido escribir en “lengua de los otros”. Tal linaje comenzaría con el “I-Juca-Pirama” de Gonçalves Dias, continúa con la parodia de “Elixir do pajé” de Bernardo Guimarães (el Bocage tupiniquim, el Marcial brasilis), luego “Iracema” de Alencar (falso en cuanto su lengua india es una suerte de portupi inventado), Graça, Simão Lopes Neto, Afonso Arinos, Hugo Carvalho Ramos, hasta Graciliano Ramos y Rosa.
Guedes sirve un plato de portugués arcaico, el falado supuestamente por el jesuita Padre Nóbrega.
Termina Nunes su texto de solapa inserta en un suerte de página de respeto, con una profecía: le augura a esta novela el destino de la carta de Caminha (sic).
Evandro Affonso Ferreira sentencia en el texto de contraportada: “el ‘Mamaluco voador’ trae en cada página lo nuevo en las hojas de los primeros albores del mañana”.
Nelson Olveira también comparece como introductor de la novela: nos cuenta que el manuscrito jesuita -carta autógrafa del padre Manuel da Nóbrega (1517-1570)-, fechado en 1569, habría sido subastado en Osaka, Japón, en 1991. Destinado al padre Pero Pereda (1516-1589), en Goa, la misiva revela la existencia de un aeronauta pionero en Brasil del siglo XVI: el novicio Anrrique Braz, mamaluco nacido en la capitanía de Pernambuco.
El mamaluco voador será bautizado con inúmeros apodos: Yapucan (Risueño), Guirapajara (Señor del arco), Yareté (Señor de las aguas), el Matador de yaguaretés, el Señor del habla, Guirapaxé (Pájaro hechicero el día que toma vuelo sobre el mar de Tamambuca después de construir el guirapepó…).
Intentando descifrar la (falsa) palabra centauro del título: mamaluco sería la juntura o imbricazao entre el término de maluco (loco) y mamá (sin olvidar el retintín hacia mameluco-esos paulistas o bandeirantes que asolaron las fronteras en los siglos jesuitas) . Pero en portugues -siento desanimarlos- es la forma habitual de llamar, al parecer, al mestizo de portugués e india. Incluso tiene un sentido moderno de guerrillero.
Quiero hacerles probar el sabor de la escritura de esta novela de anti-héroe nativista primigenia, citando unos párrafos del capítulo XVII titulado “Hum capitão do Paraguay”:
“Nem me faltão rezões pera andar atormentando com heste espinho na carne, pois que nos veyo a huns meses hum capitão da vandas do Paraguay, por nome Tyago Baltasar de Sacramonte, com huma companha de yndios Guaraníes, que anda pola busquando sua novia, robada delle por hum mamaluco chamado Johan Alegre, que nam conhocemos quá”.