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sábado, noviembre 23, 2024

El Morro García, una memoria

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Derian Passaglia plantea una revisión sobre la memoria a través de la historia del Morro García, un jugador de fútbol uruguayo que sufría depresión y se suicidó el 6 de febrero de 2021.

Durante las finales del campeonato uruguayo de la temporada 2010/2011, el Morro García dio positivo en el test antidoping. Se lo acusaba de haber consumido cocaína. La sanción fue el destierro: ese mismo año el Morro se fue a jugar al Atlético Paranaense de Brasil y se convirtió, según Wikipedia, en la transferencia más cara del club. Cuando años más tarde, rompiéndola toda ya en Godoy Cruz Antonio Tomba de Mendoza, en Argentina, un periodista de TyC Sports le pregunta sobre su situación, el Morro habla casi en voz baja de su depresión, y dice:

-En Uruguay quedé como un drogadicto.

-Te ensuciaron -le responde el periodista con cero sensibilidad, con un lugar común.

Esa temporada 2010/2011 fue el goleador del torneo en Nacional, club del que era hincha. Después de un año en Paranaense, paseó por el fútbol turco, en el Kasımpaşa de Turquía, un fútbol de pasiones sudamericanas pero poco y nada competitivo. ¿Es el destino turco, en el fútbol, el lugar de búsqueda de la redención? Pero el Morro no iba a tener mucha cabida en el Kasımpaşa, sobre sus hombros recaía el peso de sus actos pasados, la sombra de la moral, el juicio de la mirada ajena, que lo perseguía por las noches.

-En un momento sí, en un momento pensé dejar el fútbol, hasta tal punto que mi hermano abrió la puerta y vio la manera en que estaba viviendo. No prendía la luz de mi casa, estaba deprimido, no quería jugar al fútbol, no quería jugar más. Hubo muchas situaciones que me sobrepasaron, y con cosas que yo no hice -dice en la entrevista, mientras el sol le da en la cara.

¿Esa oscuridad, ese vacío en la negrura entre cuatro paredes era el simulacro de la muerte, era la culpa fantasmagórica o los efectos de una situación clínica compleja, concreta, que involucraba la salud mental de una persona que se suicidó a los treinta años? El Morro García sufría de depresión. Quizá sea uno de los trastornos anímicos, de los sentimientos, con el que resulta difícil empatizar. Un chico del barrio, a fines de los años noventa, en la zona sur de Rosario, se suicidó porque lo dejó la novia. Era adolescente. Fumaba cigarrillos sueltos que compraba de la Renga, andaba en bici con la camiseta de Newell’s con la publicidad de Yamaha.

Quizá sea difícil hablar del suicidio, porque las palabras se niegan al tema, como durante toda nuestra vida nos enfrentamos a negar la conciencia de la muerte, por eso hablar es sacarlo para afuera, manifestarlo. La escritura, cuando no habla, cuando no manifiesta, solo puede crear condiciones de posibilidad, puede crear contextos. El contexto para que el Morro García hable, para que los suicidas se manifiesten, y no con palabras, porque ya no pueden, sino con sus gestos, con sus actitudes, con lo que queda de ellos. ¿Qué nos queda del Morro García? ¿Por qué a algunas personas no las vamos a olvidar nunca más? ¿Qué hace que alguien o algo viva para siempre en la memoria?

Después de dos años en River Plate de Uruguay, el Morro García llegó a Godoy Cruz, donde fue ídolo y capitán. La redención soñada no quedaba en Medio Oriente, sino en una provincia en la región central, oeste, del país más austral, entre campos de viñedos en la montaña, frío seco y nieve. Sus goles y su carisma, dice Wikipedia, lo convirtieron en un símbolo del equipo mendocino. Llegó así a máximo goleador de Godoy Cruz en Primera División. El Morro García no se llevaba bien con el presidente del club, en su última etapa. Mansur se llamaba el presidente, que llegó a decir que el Morro era un líder negativo para el grupo. El 6 de febrero de 2021, el Morro García fue encontrado muerto con una herida de bala en el parietal derecho. En un video sobre las mejores declaraciones del fútbol argentino post partido, un periodista le dice al Morro:

-Sos el mejor jugador del partido elegido por Motomel.

-Bueno, muchas gracias. Todavía estamos esperando la bicicleta que me debían de hace un par de partidos atrás, pero muchas gracias.

-Ah, bueno, ahí está mandado -dice el periodista, incómodo, riéndose por el reclamo.

 

 

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