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lunes, octubre 7, 2024

Luisa Valenzuela meets Girri

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Paranaländer anduvo estos días encamado con el libro periodístico de Luisa Valenzuela (autora de novelas como “Realidad nacional desde la cama”), donde habla de Paraguay, Cortázar, y sobre todo, entrevista a Filloy, Molinari y al gran poeta Alberto Girri.

 

“La mirada horizontal. Textos periodísticos” (Editorial Marea, 2021) de Luisa Valenzuela es un libro que recopila entrevistas, notas de viaje, etc.

Entrevista para La Nación en 1968 al escritor cordobés Juan Filloy: “La misión del escritor es escribir, no publicar”. El ex magistrado es uno de los capos de los palíndromos, junto al venenozalo Darío Lancini (“Oír a Darío, 1975). “Soy el campeón mundial de los palíndromos. El campeón anterior era León VI de Bizancio, que recopiló 27 frases, yo he logrado reunir 6.000”. “Karcino. Tratado de palindromía” (Río Cuarto, 1988) contiene los siguientes carcinogramas (nombre griego de los palíndromos, de cangrejo, el que camina de costado): “No di mi decoro, cedí mi don”, “Ateo por Arabia iba raro poeta”.

Al poeta Ricardo Molinari en 1975: “Un poeta es un tipo que se ha quemado.Tiene el empleo de sacar los carbones ardientes con la mano y meterlos en un brasero”. “Los poemas no se hacen, nacen”. “Soy catalogado como poeta difícil de entender”. “La poesía es mágica, no es milonga”.

Al pintor cordobés Antonio Seguí en 1975: “La pintura me interesa como método de conocimiento”.

La única entrevista en este volumen de los tiempos oscuros de la dictadura es para Gente del año 1977, y la hace con un boxeador retirado (Nicolino Locche o Juan Sebastián Bach el rey de las fugas), que aburrido a los 37 años le regala su filosofía de vida: “En dos rounds cualquiera se desnuda”.”El boxeo es un trabajo como cualquier otro”.

En su memoria de Julio Cortázar en 1998, recuerda no tomarse en serio lo serio. Y cuenta la ocurrencia cortazariana del dibujante patafísico Carlos Daniel Leiro, un colega que propuso el manifiesto ALCEME (Asociación de Lucha Contra la Extinción de las Máquinas de Escribir).

De su nota sobre la escritora y militante Grace Paley, rescato la inesperada reivindicación de ésta del “aprendizaje de memoria, que entonces considerábamos el enemigo del pensamiento creativo, un gran don repudiado”. Esta iluminación le sobrevino durante sus días de encierro en el Centro de Detención para Mujeres en los años de la guerra de Vietnam (1967), atacada por la angustia de no poder escribir,  de no contar con papel y lápiz ni siquiera para anotar las canciones de las negras y portorriqueñas que llenaban la cárcel. “Entendí que no me hacía falta lápiz ni papel sino mi propia mente memorizadora”.

“Mujeres de la tierra colorada”, aparecido en el Suplemento Gráfico de La Nación el 12 de marzo de 1967, son dos páginas sobre su visita a Paraguay. Llama “mujer valiente y extraordinaria” a Madame Lynch. Asiste a las corridas de toros en San Lorenzo, pueblo que “no se olvida fácilmente por sus techos de dos aguas, sus casas de adobe y sus viejas calles”. Al volver a Asunción recomienda a las mujeres paraguayas olvidar el matriarcado, esa necesidad de trabajar arduamente para  reemplazar la pérdida de hombres durante las dos últimas guerras.De la herencia guaraní resalta: “la pasividad, la habilidad para amasar chipá y la afición por el cigarro de hoja”.

Un libro de 300 páginas resulta imposible de comentar detalladamente aquí, pero la joya de la corona que es el encuentro con el gran poeta y traductor Albero Girri, merece  aunque sea una inclusión breve.

La entrevista con Girri salió publicada en la revista Gente en 1976.

Desenmascarar al desenmascarado es la consigna de Luisa Valenzuela mientras se dirige a la casa del poeta de la austeridad sobre calle Viamonte. Hablan de la aparente contradicción de que un poeta de los poemas más parcos sea al mismo tiempo el más prolífico (unos 20 libros a la edad de 58 años). “Pero la depuración no es inconciliable con la abundancia. Pelé, por ejemplo, es un estilizado artista y sin embargo metió mil goles”.

Girri, nos cuenta Valenzuela, es un gran bailarín de tango. “Mi madre nació en la misma casa que Sofía, la maestra de canto de Gardel. Yo renunciaría a todos mis poemas si pudiera escribir una sola de las obras maestras de mi gran amigo Julio de Caro. Escribo escuchando discos. Mis poemas tienen una entonación tanguera del lenguaje”.

Girri es sagitariano como De Caro, como Gardel, como este metiche columnista.

“Tengo una tendencia natural al desorden, al nihilismo, a dejarme estar. Por eso me dedico a escribir con la rutina y la modestia de un hombre que hace zapatos”.

Finaliza la charla tratando de explicar su frase  favorita “Yo no existo”. Culpa de la poesía, el poeta existe  y a la vez deja de existir. “El poema termina por adquirir la pretensión, vanidad o insensatez de creer que todo lo que se es es el poema. Sin ese poema uno no existiría”.

Si escribiera el poema que concilia los opuestos “me acostaría a esperar la muerte” le dice, por último, un enmascarado Girri a la desenmascaradora Luisa.

 

 

 

 

 

 

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