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sábado, noviembre 23, 2024

Interviú con Joaquín Ruiz

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Paranaländer entrevista a Joaquín Ruiz Zubizarreta sobre el fascinante mundo de la antropología centrada en la cultura guarani.

 

  1. ¿Cómo un joven parawayensis como vos pudo sentir interés en la antropología, caminado del estadio de cerro después de golearle a olimpia tropezaste en el basural con un libro de Cadogan mba’e y te pusiste a leerlo como literatura prohibida y quedaste prendado definitivamente?

 

Y la verdad que tropecé con Cadogan. Recuerdo que fue en algún programa de radio cultorófilo por el que fui descubriendo a Cadogan. Yo era muy chico y pensaba que Cadogan estaba vivo todavía. Quizás uno de los hijos de Cadogan estaba en el programa de radio, y fue eso lo que me indujo al error tanto que después encontré el “Ayvu Rapyta” en alguna librería por la plaza uruguaya y me dije: «Este es el libro que escribió ese señor que hablaba en la radio». Más tarde me dí cuenta, y fuí leyendo todo mezclado con cualquier cosa que me caía en las manos, que no era mucho en el Paraguay en la época en que no había pdfs. Por eso me recomendaron, según el test vocacional que me hicieron en el colegio, seguir antropología. No sé quién fue la psicóloga genial que me dijo eso, pero como no había tal oferta académica en Paraguay (y no quería ir a pagar cuota en la Católica y seguir sociología o algo así) seguí «derecho». Digo bien «derecho» sin mayúscula porque fue más bien seguir hacia adelante sin tomar una decisión. Después vine a Francia y retomé con la antropología.

 

  1. ¿Cuál es la visión sobre el Paraguay desde el punto de mira de las ciencias antropológicas?

 

Hay muchos Paraguay para responder de una manera simple a tu pregunta. Pero en general, podemos decir que hay un Paraguay que sigue construyendo su identidad, sigue tratando de  conservar su singularidad, apegándose a la lengua guarani y a una «herencia» indígena. Literatura, cine, artes plásticas así como el nacionalismo más tradicional siguen apegados a lo indigena. Sin embargo, no voy a ser el primero ni el último en decir que este apego es muy a menudo hipócrita, ya que los pueblos indígenas siguen sufriendo, y cada vez más, violentos ataques a sus derechos. En lo que la antropología nos puede ayudar, es a entender cómo se construyen esas ideologías que se apegan a lo indígena pero en algunos casos mantienen más o menos deliberadamente a los indígenas en el desprecio. Sigue siendo común escuchar que la lengua guarani «era» hablada por los antepasados de los paraguayos como si los guaraníes ya hayan desaparecido, los «indios» maka siguen ilustrando con coloridas diademas de plumas en la cabeza el «cacique guarani». En síntesis, la negación y la idealización siguen siendo las dos formas con las que el Paraguay trata a los pueblos indígenas. Inclusive muchos de quienes defienden a los indígenas suelen idealizarlos.

 

  1. Hoy día la antropología ya no solo se centra en estudiar culturas llamadas primitivas, todo es antropologizable, sin embargo, vos estas por doctorarte en un estudio sobre los mbya-guarani, ¿esto es así porque lo tomas desde una perspectiva anticolonialista?

 

Antes de entrar en debates decoloniales y sin negar los vínculos de la antropología en sus orígenes con la colonización, pienso que seguir haciendo etnografía con pueblos indígenas es importante. Si antes era lo más cool, hoy es, en muchos medios académicos norteamericanos, como algo que no se debe hacer. Además, ya no se trata de ir a hacer antropometría y colecta de mariposas. Es indispensable hacer etnografía, no para hablar de la gente que «observamos» sino para calibrar tu propia visión de la disciplina como del mundo. Algo así como cuando el oculista te va cambiando lentes para ver con cual ves mejor (o con cual te gusta más mirar las cosas, que no es lo mismo). En mi caso, la práctica etnográfica entre los mbya-guarani de Paraguay me permite comparar mi etnografía con las clásicas, como las de Cadogan y Clastres, así como con las etnografías que se hacen hoy sobre todo en Brasil. Una etnografía hoy habla más de quien la escribe que de otra cosa. Para ilustrar la importancia reflexiva de la etnografía, diría simplemente que después de pasar unos meses sin salir de una comunidad, ya no se leen los textos etnográficos de la misma manera. No solo lees lo que no está escrito, sino que sabés desconfiar de lo que está con mucho mayor facilidad. Es como hacerte luthier para ser especialista en instrumentos de cuerda. Suelo decir, como punchline, que yo no leo las etnografías de Cadogan y Clastres para entenderles a los Guaraníes, sino que practicó la etnografía entre los Guaraníes para entender cómo se hicieron y escribieron esas etnografías. En síntesis, los Guaraníes no son el «objeto» de mi investigación. Son colaboradores. Si me intereso en cómo se hicieron y escribieron las etnografías sobre los guaraníes, es para entender cómo se construyó ese objeto antropológico, ese «saber» que es una pieza en la construcción de la que hablaba en la pregunta anterior.

 

 

  1. En uno de tus papers subidos a internet, me llamó la atención que al momento de cotejar traducciones del “Ayvu Rapyta”, usas muchas veces el término plagio. En literatura prácticamente, hoy en día, este vocablo es nulo o anacrónico o careta, ¿en las ciencias sociales, como es tu caso, aún tiene tanto peso?

 

En realidad, lo que digo en ese artículo es que muchas traducciones del “Ayvu Rapyta”, directa o indirectamente son retraducciones de la traducción al español de Cadogan y no traducciones a partir del guarani.  Si el término aparece en el artículo sobre las (re)traducciones y apropiaciones del Ayvu Rapyta es por que cito a autores que lo usan. Justamente, en ciencias sociales, plagiar es no citar correctamente sus fuentes y apropiarse de las ideas de los otros. En literatura, la referencia al trabajo de otra persona se hace de otras maneras que en ciencia. Por otro lado, entiendo lo que decís sobre el plagio como consagración literaria. Creo haber leído un cuento sobre dos rabinos que compiten por un puesto. El primero hace un sermón hermoso, el segundo que lo escucha indiscretamente, reproduce el sermón al pie de la letra y sin tapujos. Los dos son felicitados, uno por el sermón y el otro por su memoria.  Otro cuento que debe ser un «plagio» de éste, – o aquel de éste- dice que un Rey buscaba cocinero. Un primer candidato hace un banquete absolutamente fantástico con recetas todas nuevas. El segundo lo reproduce. El rey les toma a los dos como cocineros, el primero para que le sorprenda todos los días en el palacio, el segundo para que le acompañe en sus campañas y le haga recordar los banquetes del palacio. Ahora, creo que el término viene del latin plagiarius que designaba a quien vendía esclavos ajenos. Es una doble enajenación. Al fin y al cabo, el plagio es adueñarse del trabajo o idea de otra persona sin reconocerlo justamente, como la esclavitud y la explotación. Sin embargo, podemos quizás inventar un neo-arcaísmo criollo para el plagio y hablar de abigeato. Se podrá decir «Fulano me abigeó unos versos, una idea» por ejemplo.

 

  1. Como eres un especialista de las culturas guaranies del Paraguay y aledaños, ¿qué definición portátil o básica nos podrías insinuar sobre la cultura guarani ? Recuerdo que Clastres, anonadado de estupor admirativo, les llamaba de cultura del logos, del ayvu, de la palabra, ¿esto es tan cierto o una mera mitologización de europeo decadente?

 

Clastres habla de los Profetas de la Selva, un hermoso texto de inspiración mbya. El texto le gustó tanto a Paul Auster que se carteó con Clastres y terminó traduciendo la “Crónica de los Indios Guayakies”. Sin duda, Cadogan, con el título de sus libros, el “Ayvu Rapyta” y el “Ywyra Ñe’ēry”, pone a la palabra en el lugar privilegiado de la cultura guarani. Melià vuelve a repetirlo miles de veces. Y sin duda la palabra es importante para los Guaraníes. Volviendo a Clastres, podemos leer en “Le Grand Parler” cómo supuestamente  el Guarani se volcó al logos y perdió la praxis. Clastres asume que la praxis Guarani es la búsqueda de la Tierra sin mal que no tiene otro fin según él que el de escapar a la aparición del Estado. Es decir, interpreta llevando agua a su molino de la Sociedad contra el Estado. Dice entonces que con la conquista de América, los Guaraníes perdieron la posibilidad de salir en busca de la Tierra sin Mal y que entonces, para conjurar siempre la aparición del Estado, se volcaron de lado del logos. Es el mismo Clastres quien dice que la mitología guarani es relativamente pobre comparada a la de otros pueblos americanos, y se pregunta por qué. Su conclusión es que los Guarani son pobres en mitos porque son ricos en pensamiento reflexivo, que el pensamiento mítico es substituido por el pensamiento metafísico al estilo de los filósofos presocráticos. Clastres dice «Si los Guarani tienen menos mitos para contarnos, es porque dominan más el pensamiento a oponernos». Evidentemente para Clastres este pensamiento que tienen los Guarani, es el que rechaza la aparición del Estado. Pero la pregunta que yo me hago es por qué Clastres considera que los Guarani son pobres en mitos. Y la respuesta que yo me sale o encuentro a partir de mi experiencia etnográfica y además de todas las lecturas, es que Clastres considera mitología sólo los mitos que no tienen préstamos coloniales. Ya Cadogan hace lo mismo, y los mitos que tienen influencia europea son simples «leyendas» para Cadogan. Evidentemente los Guarani siguieron adoptando mitos de sus vecinos después de la conquista de América, solo que sus vecinos eran colonos blancos o mestizos europeizados. Para ejemplo, bien conocido, de un tema mitológico préstamo de la literatura europea, le tenemos a Perurima. Y de todas las versiones de Peru, hay una que me encanta: se trata de cómo Peru le ayudó primero y luego le jodió a Ñande Ru Tenonde y gracias a ello consiguió sentarse en su opy, a pesar de que no es un Guarani. Es, digamos, una versión del mito de la primera tierra, pero con intrusión de Peru que evidentemente a Cadogan no le hubiera gustado por no ser «ortodoxa». ¿Por qué no hay este tipo de versiones en Cadogan o Clastres? Porque en la manera en que construyen sus etnografías «puristas», estas versiones no tienen su lugar. Creo que con esto respondo también a la cuestión sobre la necesidad de hacer etnografía entre pueblos indígenas pero no para «estudiarlos» sino para que con su colaboración podamos entender la construcción del saber antropológico por un lado, y de la paraguayidad por el otro.

 

 

Joaquín Ruiz Zubizarreta es doctorante en antropología social y etnología en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) y en el Laboratorio de Antropología Social (LAS). Imparte cursos de lengua y civilización en el Instituto Nacional de Lenguas y Culturas Orientales (INALCO). Se interesa en los discursos y representaciones de y sobre los Guarani.

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