La familia Dawood quedó fascinada con el Titanic después de visitar una exposición en Singapur, en 2012, el año del centenario del hundimiento del Titanic… Por: Derian Passaglia
Carl Sagan es uno de los dos fundadores del Instituto SETI, una organización sin fines de lucro que se encarga de comprender y explicar el origen y la naturaleza de la vida en el universo. Esa es la presentación oficial del Instituto de manera formal. Informalmente, la fundación busca extraterrestres en el espacio, como una vieja película de ciencia ficción Clase B. Shahzada Dawood, uno de los cinco tripulantes del submarino Titán, era fideicomisario del Instituto SETI.
Provenía de una de las familias más ricas de Pakistán, la fortuna declara de Shahzada ascendía a 13673 millones. Amigo personal del rey Carlos III, juntos llevaban algunos negocios en distintas empresas. Es aburrido e inconducente consignar la lista de empresas y organizaciones de las que Shahzada era presidente, vicepresidente, beneficiario, miembro, o mordía alguna tajada de torta. Era, como se suele decir, un hombre de negocios, un millonario.
La esposa del señor Dawood, Christine, vio por casualidad un anuncio de una empresa, OceanGate, que ofrecía viajes al Titanic. ¿Tan segmentado está el mundo para sentir que jamás en la vida me va a aparecer un anuncio así? Solo me aparecen publicidades de zapatillas “justicialistas”, una periodista que promociona su podcast, una empresa petrolífera que promociona un producto de aceite o algo así, como si yo tuviera auto. En El vengador del futuro, Arnold Schwarzenegger también ve un anuncio en el subte: se promocionan viajes a Marte de manera turística. En El ruido del trueno, cuento de Ray Bradbury, el protagoniza ve una publicidad en una pared: “Safari en el tiempo S.A. Safari a cualquier año del pasado. Usted elige el animal. Nosotros lo llevamos allí, usted lo mata”. Un viaje al fondo del mar para registrar los restos del Titanic también es un viaje en el tiempo.
El género de ciencia ficción empieza con publicidades de megacorporaciones. Pero, ¿quién puede pagar un safari a cualquier año del pasado? En realidad, ¿quién puede pagar un safari? ¿Por qué alguien haría un safari? La familia Dawood quedó fascinada con el Titanic después de visitar una exposición en Singapur, en 2012, el año del centenario del hundimiento del Titanic. Padre e hijo se obsesionaron: necesitaban ver los restos del Titanic en el fondo del océano. No alcanzaba con el mito, con los fragmentos de barco que pudieron observar en el museo. Tenían que llegar al fondo del asunto para saber lo que se siente ser uno de los pocos seres humanos en el mundo que tuvo la oportunidad de estar ahí. No alcanzaba con Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Necesitaban queda