Paranaländer sigue las andanzas de Okemano, personaje-trickster del cuento incluido en el libro Mandyju (2023).
¡Uf! ¡Me jodieron!Como un idiota pensé qué juventud pude haber tenido si Sumo hubiera tocado en Asunción o en el cerro Lambaré o en San Ber en los 80 de Stroessner…Pujaba cual San Denis por alcanzar aún descabezado al menos el cuarto morotï de Ña Agripina. Dolor nada, solo estrellas antes de perder pie y un estruendomudo, sensación de caída, de desmayo, patatús…Quiero putear contra ella. . No me hice la señal de la cruz careta cuando vi que mi polvo se había adelantado como una fritanga de vinilo: Instantáneamente adiviné la nada. Empecé a rezar, a mi modo ateo, tarareando Adelita en plan payasesco al modo de un reggaeton váyro y nambré tal cual la moda hegemónica. Hubiera preferido cien veces que tuviera cuernitos de lembu-toro lambareño y unas aletas de vampiro. El ñato tenía dos ojos, dos orejas, dos cejas, una boca y una nariz mediocres. Me desesperé, terminar la puerca vida en manos de un don nadie como Robert Johnson me dio escalofríos. En el mercado a esa hora multitudinaria, pegajosa, todas las caras eran la cara del amante celoso de la machú. Lo más siniestro es que insinuaba que la cuñapaye era la propia machú Agripina. El justiciero, amante, sobrino o hijo, me adelantó que no me ultimaría con mboka ni kyse, que el veneno de la cuñapaye ya estaba actuando en mi cuerpo quizá desde hace dos meses. Todo empieza y termina en el Mercado 4 hasta la República Francesa, calle que voy subiendo con un “coriandro confitado” (mandioca, dixit Montaigne) opupu en mi boca acompañando a la tortilla mestiza en una caminata hacia Pettirossi, una de cuyas aletas ya vislumbraba a lo lejos a punto de sucumbir sobre el río de la Plata refractada en el río Paraguay. Culpable de enviciar a una de nuestras mujeres modelo de kuña guapa y laboriosidad, mi tristeza me encaminaba más y más por las calles lambareñas viendo en cada alumbrado público la sombra de mi fatal justiciero. Ya solo quería sexo y orgasmos y reventar, me dijo el ñato. Yo no me creo un rufián melancólico, pero debo comentar que el hijo o sobrino o amante de Agripina me amenazó una vez por hacerle perder la cabeza laboral.: Ndo jhasá voi che ne ñane mborayjhu No, no fue tan efímera la historia/ ndicatúi voi upeva oyejhú. de nuestro amor: entre los folios tersos/Pe nde apytu’ú morotï vé jhá pe del libro virginal de tu memoria, / yvoty jhovy icha opytá ma ndeve como pétalo azul está la gloria/che ñe ë etá ité ryhacüá ngüé asy. doliente, noble y casta de mis versos. Le gustaba que le susurrara antes del gozo dos poemas en guaraní de esta autora luqueña, “Techaga’ú” y la versión (free)
del poema “Inmortalidad” de Amado Nervo titulada “Omano yn va”. Le compré un “Panchito López” (editorial Toledo, 1970) de Ramón César Bejarano y “Luz en el abismo” (Editorial Indoamericana, 1952) de Dora Gómez Bueno de Acuña. Ella mora en Areguá, de donde parte todos los días en el primer bus, 4 pm, y a las 5 pm ya abre su recoleto local. Estuve por el Mercado 4 el año pasado, me interné por la célebre galería Bonanza hasta las interioridades donde tapado por sandías panchita y calabazas elefantiásicas, Ña Agripina, de unos 40 años o quizás menos, aunque ya aparentaba casi 50, lleva su puesto de venta y compra de libros usados. Así la conocí. Adoraba sus escasos versos, cortos o pukus, multiorgásmicos o no. Machú guapa entre las guapas. La escena final estaba resuelta a interpretarla con esa machú que le solía dar para sus ñoños de los viernes de soltero a cambio de un polvo estelar una noche antes en su Cerro Corá particular. Hasta el último polvo del día, de tu vida, inútil, desaprovechada, desperdiciada, reventada en borracheras no acabadas nunca, poemas cuya alas o plumas apenas han ensuciado tu boca de infante, atónita, desdentada, deslenguada, el poema-mainumby o guyra campana o korochire rozó siempre tu cara incrédula, dormida, floja, kaigue, kangylona, estéril.Sí, el polvo que incluso tiene sonido según le explicó una vez un músico. Pero muy bien lo ha dejado eternizado el mancuniano Curtis: caminas en silencio rompiendo tus pies sobre el fucking empedrado del universo. Construir allí con ellas el hogar burgués. Querían nuestro arraigo y sedentarización. Las sacerdotisas del camino polvoriento muchas veces no comprendían su misión de
puestos de paso, de tránsito, de peaje, de aduana, de descanso y reparo. Habría las piernas de las mujeres como las hojas de un libro sacro o devoto. Oh, camino espolvoreado de recuerdos, cópulas y mujeres. Polvo que va y vuelve, polvo del camino y del dominio, polvo eres y serás, polvo mío, en volvo o en plaza de campaña. El polvo brotaba como mandioca recién desarraigada, natural y rotundo. Oh, días de estupor y panchulas de aroma a pacholí. Cópula misionera ndaipóri de 4 mba’evéichagua. Mercenaria del amor allí x Mercado 4. Recuerdo, mientras, la primera cópula. Morena hovy akächörori. Porou paite. La cópula paha que esconde el dulce fatal. Ahora camino hasta che tuirenda. El canto ayuda al nacimiento, a la nueva vida. Lo mismo dice esa partera amazónica que tiene durante el trabajo del parto como auxiliar a una cantante. Camino esta tarde, descamino mi polvorä. Copular era abrir mundo heideggerianamente, caminos del bosque, holzweges, corás donde descendía el dios ogazmo, el canto prístino. No lo digo solo yo, ahí tienen los versos del padre, Darío. Copular no era más que metáfora de la creación poética. La excusa, dedicar mi tempo teete a lo más sacro, la poesía, el ñe’ë porä. Vida santa la juzgaría el himno de un veda. Toda mi vida solo hice una cosa: beber, copular y no trabajar ni aun en redada obligatoria estatal. El número de candidatas a mi escena opakuetévo se reduce entonces. Copular ya era una micro muerte en histeria, asegún argot franchute. Quieren la sal, pero no la hipertensión. Son, sin embargo, mujeres injustas. Esto espanta a ciertas mujeres y es comprensible que sientan repeluz ante la mera idea de albergar un cadáver sobre sus cuerpos. Arriero ko omano va’erä tatu ári. Sorry, mi boleta no tiene regreso. La marisca hoy es suprema, final. Mi camioneta menó girara en redondo hasta quebrar su esfera endogámica en busca de la felicidad exterior y última. “No volveré” luz silenciosa canto con Pedro Infante. Aháma, ahaitéma. Opa ápe los estoicos, Blanqui, Lucrecio, Nietzsche, el cíclico diluvio guaraní. Anti retorno eterno de las cosas más bien irreversibles. Salgo quizá para no volver, como son en el fondo todas las salidas, de las criaturas o de las escrituras. El dormido es, en el budismo y en la paraguayidad reko mayestática, negativo, un quemo. Durante las borracheras sin fin y ka’u guasu de los lejanos y bellos 80, me quedaba tan profundamente dormido que parecía un muerto: Okemano me bautizaron entonces. Lo de Okemano es un apodo barrial, sardónico y kachiäi, urdido en la era stronista. De mita’i churi quise ser poeta, ñe’ë papára, artista del ayvu, desgranado cual muddy waters el rosario disléxico de la lengua, hasta domarla
en tukumbu o kunu’u, y aquí me tienes en busca y peregrinaje de mi último polvo. Los años también son una suerte de kupi’i pilincho. Su plan de gobierno: ir demoliendo en ralentí todo lo sólido que mora sobre su superficie natural podado y enyeguakaizado por años de trabajo de zapa de los dientes del burrito de Isabel Sarli. Han excavado una ciudad subterránea bajo Lambaré desde antes de la épica del cacique epónimo. Otra obra generosa, dádiva porä, del glorioso partido mayoritario, los union kupi’i sub lamber city. Un timbó, cuya madera suele usarse para fabricar canoas, máscaras y ataúdes, se escoró hoy tan estruendosamente hasta quedar como torre de Pisa incrustado en el virginal y flamante campanario de lata de Capilla Querubina. Desde un paraíso un korochire silbaba la melodía de “No llorar más”, originalmente cantada en un inglés trucho, pura joda, como hacemos todos desde niño con nuestro sempiterno inglés chapurreado y escolar. Pie derecho pisando la primera cancha de arena pitänguy sembrado de yuyitos, pasto kapi’i, perdudilla, y luego, árboles, monumentales, de timbo, yvyra pyta, tajy, brotando con sus grandes raíces sedientas en medio del empedrado de ita hu extraídas del cerro de Ñemby. Osẽ.
fuente: Mandyju, Cristino Bogado, Arandu Book, Lambaré, 2023