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domingo, noviembre 24, 2024

«Adieu a Norman, Bonjour a Joan y Jean-Paul», un poema de Frank O’Hara

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Frank O’Hara vivió quizá el mejor momento del sueño americano. Nació en Baltimore, tierra de David Simon y la serie The Wire, en 1926, y murió en Long Island en 1966. Por: Derian Passaglia

Es difícil escapar a las influencias de las generaciones, sobre todo en Estados Unidos, un país con la manía por las clasificaciones, y sobre todo a mediados del siglo XX, cuando era un imperativo, ya un poco demodé, pertenecer a la vanguardia. ¿Cómo escapar al dictado de lo que hay que escribir, de las tendencias, de los nombres y las modas de las épocas? Una salida, como Frank O’Hara, es no escapar, sino someterse íntimamente al pulso de la vida, dejarse llevar por la corriente y entregarse a los vientos que corren para convertirse en el tornado que destruya el sistema por dentro.

Frank O’Hara vivió quizá el mejor momento del sueño americano. Nació en Baltimore, tierra de David Simon y la serie The Wire, en 1926, y murió en Long Island en 1966. Perteneció al grupo de poetas denominado Escuela de Nueva York, cuyo poeta más resonante es John Ashbery. Hace algunos años, decía Fabián Casas, el verso de Ashbery se volvió cool: los poetas imitaban esos versos surrealistas, desconectados unos con otros, de imágenes sugerentes y ritmo automático. Frank O’Hara también fue seducido por el surrealismo, y como todo vanguardista también escribió su propio manifiesto titulado “Personismo”. Se trata de no pensar en el ritmo sino solamente de seguir el impulso, y que pone al poema entre el poeta y la persona, creando la ilusión de que no hay un medio entre ellos ni un libro ni papel.

O’Hara era un poeta de ciudad, de la ciudad modernista de Baudelaire. La fugacidad de las relaciones, ya no de la vida, lo instantáneo y la velocidad de la calle, ya no el lamento por lo rápido que todo pasa, es lo primero que se experimenta al leerlo. La proximidad con el poeta está dada por esa soledad que envuelve al espasmo cotidiano de las grandes ciudades: “Son las 12:10 en Nueva York y me pregunto / si terminaré esto a tiempo para reunirme con NOrman para almorzar”. No hay tiempo en las grandes ciudades, y al mismo tiempo la sorpresa aparece en cada vuelta de esquina: nunca se sabe qué pueda llegar a pasar. “Adieu a Norman…”, como la obra de O’Hara, pone en escena la experiencia de una modernidad plenamente capitalista.

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