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sábado, noviembre 23, 2024

Hojas de otoño

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¿Hay algo más en Finlandia que frío y civilización? Aki Kaurismäki, el director de Hojas de otoño, muestra otra Helsinki. Alienación, absurdo, alcohólicos y cajeras de supermercado en el primer mundo. Por: Derian Passaglia

¿Qué sabemos de Finlandia? Que está arriba, en Europa, ahí cerca de Noruega y Dinamarca y Suecia y todos esos países fríos y civilizados. Que tienen una educación de primer nivel. Que es el primer mundo. Que cuando alguien habla sobre economías y países, otro puede contestar, irónico: “ni que fuéramos Finlandia”. Que seguramente tenga paisajes hermosos e interminables, mucho verde y mucha agua. ¿Pero sabemos algo más que la caricatura, el estereotipo que nos llega a través de un océano? Aki Kaurismäki es el director de cine finlandés más conocido en el mundo (¿será, tal vez, el único?) y que filma Finlandia como no esperamos que sea Finlandia.

Hace frío, sí, pero no hay nieve. Hay lugares oscuros y pensiones y callejones. Hay empleadas de supermercado, como Ansa, que vive en Helsinki y trabaja como cajera y repositora. ¿Es posible imaginar la vida de una cajera de supermercado en el primer mundo? Parece que fuera solo un tema que puede retratar el realismo sucio norteamericano, o un perdido escritor de sudamérica, pero lo hace Aki Kaurismäki en Hojas de otoño, su última película. Ansa se roba la comida vencida que el supermercado tira y la despiden. Las miserias son las mismas en todos lados para la clase más desfavorecida. Conoce, en un karaoke, a un obrero de la construcción alcohólico, y acá empieza la trama.

Se trata de dos personajes derrotados, vencidos, solitarios. Todos los personajes de Kaurismäki son solitarios: miran al vacío y responden con afirmaciones o frases secas. ¿Están alienados o es así la vida que se vive en Finlandia, una vida gris y sin pasiones? Kaurismäki explota este recurso, y lo lleva tan lejos que esta solemnidad provoca finalmente la risa: es absurdo que todos se comporten igual, como autómatas que vienen de un planeta desconocido en un universo desconocido. Es un absurdo que se emparenta con los cuentos y películas del argentino Martín Rejtman. Personajes que dicen lo que tienen que decir y actúan como tienen que actuar, como si no pensaran, vaciados de conciencia y humanidad.

Si la película hubiera sido hecha en Hollywood, sería catalogada como “comedia romántica”, pero Kaurismäki no entra de lleno en el género, sino que simplemente lo usa. De hecho, en ningún momento de la película la cajera de supermercado y el obrero alcohólico se besan, esa tensión no se rompe, permanece hasta el final y más allá, una vez que termina. Lo “romántico”, antes que la trama, es la forma en que el director piensa el argumento y sus personajes, como un cuentito de hadas con final feliz, en una ciudad triste y melancólica donde crujen las hojas en las plazas.

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