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viernes, noviembre 22, 2024

La revista Multicanal un domingo a la mañana

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Entre las facturas de gas y de agua, entre los vencimientos de la tarjeta, ¿qué trae el cartero? ¿Qué dejó, enrollado en su celofán transparente, envuelto como un huérfano al pie de una iglesia, doblado entre boletas? ¡Es la revista de Multicanal! ​Por: Derian Passaglia

Puede que sean los mormones quienes golpean las manos, el timbre no funciona hace tiempo, hace años que solo es un plástico de adorno con una goma chamuscada en el centro; los mormones que pedirán un minuto para hablar de las cosas divinas, para dejar un folleto y pasar a la casa siguiente, vestidos con sus pantalones pinzados y sus corbatas, salidos de un pueblito yanqui de los años cincuenta, donde hace poco, o hace mucho, descuartizaron a una familia entera en el sótano. Puede que sean tal vez los que venden repasadores, los cortadores de pasto con sus bordeadoras cruzadas en la espalda; las que pasan preguntando, con las crías a cuestas, si no tiene ropa para dar, o puede que sea el cartero, quizá sea el cartero el que se escucha en la vereda, en el portón de casa; el cartero a quien nadie esperaba especialmente, llena el buzón y sigue su camino, en una bicicleta, bajo el rayo del sol…

Entre las facturas de gas y de agua, entre los vencimientos de la tarjeta, ¿qué trae el cartero? ¿Qué dejó, enrollado en su celofán transparente, envuelto como un huérfano al pie de una iglesia, doblado entre boletas? ¡Es la revista de Multicanal! Es domingo y es un mes nuevo, y como es un nuevo mes, la rueda sigue girando, hay que pagar los impuestos y el télefono y los seguros y también el cable… Pero ya va haber tiempo, en la semana, para asumir las responsabilidades ciudadanas, es domingo y papá lee el diario que trajo el cartero, con la chapa reluciente de una pava caliente sobre la mesa, sorbiendo un amargo, los ojos todavía chinos de dormido, el pelito todavía mojado, después de despertarse y sacar el auto para ir hasta la panadería o el súper; y mientras yo, de entre todos los papeles desordenados en una punta, agarro la revista Multicanal.

Es un mes nuevo y hay nuevos estrenos en los canales de aire y también en los canales de películas. Mamá estará esperando que deje la revista para verla ella, y Milton tal vez siga durmiendo, o esté viendo la tele en la pieza de mamá, o tomando un chocolate caliente con vainillas, prendido a Los tres chiflados, al Chavo, a Pinky y Cerebro, a Las chicas superpoderosas, a Ed, Edd y Eddy, a Dragon Ball Z… La Sole ladra a alguien que pasa por la calle, con la pachorra de siempre, o ve justo un gato provocador que desfila por el borde de la medianera y sale como tiro a correrlo, trepa las paredes y pega un salto de otro planeta porque le gana el odio, la desesperación y la bronca. Paso las hojas de un papel que parece reciclado, y que al mes siguiente no valdrá más que para envolver los huevos o prender el asado, la revista Multicanal es gratis y hay que aprovecharla con algo.

Agarro un lápiz, o una bic negra que no anda muy bien, una lapicera que tenía papá en el hueco de su cuaderno espiral oficio, y voy marcando día a día, hora a hora, semana a semana, las películas que quiero mirar, las que no me puedo perder (aunque me vaya a perder todas, aunque después no vea ninguna), porque las pasan una sola vez al mes, o como mucho dos, o tres veces, estrenos absolutos que dejaron la cartelera hace dos años, películas que hace un año están en los videoclubs y que de repente, después de cuatro años, por un tema legal de derechos, llegan a la televisión… Sí, voy a ver por fin Máxima velocidad, y Con Air, y van a pasar por primera vez 60 segundos, El hombre de la máscara de hierroy Rescatando al soldado Ryan, y va a haber películas que nunca, nunca jamás voy a ver, como Traffic o Siete años en el Tibet, y que quedarían encerradas en un globo de lápiz, en la tinta de una bic azul, esperando ser vistas, a la hora indicada, en el canal indicado, por primera o última vez.

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