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jueves, noviembre 21, 2024

Los aché de Arroyo Morotī por un Nobel y un anónimo

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Como Adorno se alió con Horkheimer y Deleuze a Guattari para hipnotizar a los wokes, Paranalânder ha sellado alianza escrituraria con el celebérrimo Francés do Paraguai para exhumar un viejo reportaje sobre los aché.

 

Bicheando en las bibliotecas parisinas (en vistas a una futura publicación súper jarýi-mortal-terror) el sagaz Francês do Paraguai da en el Museo del Hombre kue con el diario de un premio-Nobel-rã en medicina (y notorio pedófilo) que estuvo por Paraguay. Le tira un dato poco certero a Paranaländer quien a su vez se zambulle en los anaqueles de la hemeroteca que dispone la Biblioteca Nacional donde pregunta a sus funcionarios, amigos y todos los póras que deambulan por el vecino Great Hôtel du Paraguai y el solar Sarmiento. Da finalmente con el dato gracias a su ñandurenimbo de intelligenxia criolla: La edición de octubre de 1963 de la olvidada revista paraguaya “Así es” donde podemos leer, además de noticias sobre la alta souciété asunxeta, un reportaje sobre los aché recién contactados y los científicos que roomeaban por ahí.

 

El diario vamp de 1963

 

Daniel Carleton Gajdusek estuvo por Paraguay en  1963. Si bien algunos especulan que fue traído por el dictador Tembelo para elaborar algún mejunje curativo o dictar algún tratamiento contra sus males cutáneos (y que sería este futuro notorio pedófilo quien recomendó al dictador bañarse en sangre de vírgenes recién violadxs), lo que se sabe a ciencia cierta es que el médico se desplazó a Arroyo Morotī, Caazapá, donde fueron instalados los primeros aché contactados. Esta visita al campamento de los aché fue a fin de vampirizar un poco de la sangre de los recién llegados a la “civilización” que el futuro premio nobel utilizaría para sus anal-izis. Aunque la mayor parte de los estudios (y abusos pedófilos) del médico-vamp se dieron en Papua Nouvelle Guinée, la sangre de los indígenas del Paraguay también bañaron los oros de Suecia: Gajdusek descubrió que la enfermedad del kuru, reputada hereditaria por desarrollarse entre los fore de Papua New Guinea, era resultado no de la genética sino de un virus poco convencional -más tarde llamado prion y que produce, por ejemplo, el síndrome de la Vaca Loca-. En suma, esta enfermedad era el resultado de la ingesta de cerebro humano. Sí, los fore, como ciertos grupos aché, practicaban el canibalismo. Evidentemente los zombies no son los únicos en comer cerebros humanos. Pero también hay vampiros pedófilos en esta historia que da para una película gore.

El pedófilo Gajdusek relata en su diario que durante su estadía en Asunción se encontró con el antropólogo frenchute Lucien Sebag quién formaba parte de una misión etnográfica llegada para estudiar el caso aché. La entrevista entre ambos fue “en el hotel Terraza, en la calle Caballero, en el centro de la ciudad, con vistas al río Paraguay, al puerto y a la parte baja de la ciudad”. El médico describe este hotel como “un maravilloso hotel antiguo, mucho más interesante que el Gran Hotel del Paraguay, aunque menos tranquilo y relajado”. Sin embargo, acota que ambos hoteles “¡son mejores que el ultramoderno Hotel Guaraní de la Plaza de Independencia!”. Ya en 1963, este diario vamp promocionaba el turismo chacariteño. Parece que Sebag se queda en su onda depre encerrado en el hotel (años más tarde esta depresión o algún pajé ayoreo, lo lleva al suicidio). A continuación, el futuro premio Nobel se encontraría con el resto de la misión etnográfica francesa: Pierre y Hélène Clastres en Arroyo Morotī, pero para ello debía desplazarse hasta San Juan Nepomuceno a bordo de un DC-3 proporcionado por la dictadura militar. Entonces, en su detallado diario el galeno menciona: “Conmigo, en el avión DC-3 de Transporte Aéreo Militar, viajaban tres jóvenes de la revista mensual «Así es», de reciente creación en Paraguay. Están aquí para hacer un reportaje gráfico de San Juan y sus alrededores y para presentar a los indios Guayaki [Aché].” La comitiva de periodistas se desplazaría de San Juan Nepomuceno hasta Arroyo Morotī a caballo mientras que el médico, y todo su material, lo haría en carreta de bueyes. Una vez en el campamento aché, Carleton Gajdusek menciona que algunos aché suelen seguir andando desnudos y así irrumpían en los fotos de los periodistas: “Esto molestaba a los fotógrafos, que no podían utilizar fotografías de adultos desnudos en sus artículos.” (parece que nadie tenía problema con los desnudos de niños que sería lo verdaderamente problemático, ya que en condiciones normales un adulto puede dar su consentimiento para aparecer opívo).

Estos tres jóvenes periodistas que están metidos, sin saberlo completamente, en una historia de dictadores y médicos pedófilos y antropólogos malditos. A continuación Paranaländer nos habla de la nota periodística todavía llena de preguntas. Después de descubrir en la hemeroteca el ejemplar olvidado de “Así es” hace investigar los datos por su red de agentes secretos sometiendo los documentos a scanners sofisticados, y da con el nombre del fotógrafo que acompañó la misión periodística. Sin embargo nadie sabe quién es el autor de la nota. En futuras entregas y publicaciones sabremos más de lo que cuenta Gajdusek sobre los Clastres.

 

El reportaje de “Así es“

Arroyo Morotī, 1963, agosto quizás. La pareja de antropólogos Pierre y Hélène Clastres. El epígrafe de la fotografía es infragantimente machista. Pierre (29 años) posa como típico paraguayito ante el calor bochornoso, torso desnudo, pechorague obsceno, en pantaloncito mbyky, sin botas, lleva unas chinelas, ni teme a mbariguis ni víboras al parecer. ¡Es como si estuviera tomando descaradamente un baño de ñati’us! Hélène (26) va de pelo corto, andrógino a lo situacionista, secta que se apropió de este look -que amortigua y decolora a la mujer-, creo, de los existencialistas. También parece un peinado mod que usaban los rockers seguidores de The Who. O, más factible, de petit fille da nouvelle vague kuéra. Nada de minifaldas, sin embargo, supongo para evitar el choque cultural. El pantalón color claro y holgado para moverse con soltura en el monte. ¡Cero sonrisas y pito catalán al fotógrafo! Solemnidad científica en tiempos de Stroessner.
La foto casi con seguridad es de José Poto Brambila (jefe de la sección fotográfica de la revista). El reportaje llamativamente no trae ninguna firma. Las cábalas se suceden a velocidad vertiginosa. Indagado el secretario de redacción de la época, vivo aún hoy con 80 años, no recuerda absolutamente nada. Los nombres que me lanza para deshacerse de mí, no son pertinentes menos aún convincentes ante el mínimo cotejo de estilos de escritura. ¿Temía represalias de la ubicua guardia de corps de pyragues (disfrazados hasta de escritores a veces) y policías (disfrazados de pyragues)?

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