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sábado, noviembre 23, 2024

Coronavirus: la importancia de no dormirse en los laureles

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La pandemia del COVID-19 puso, de la noche la mañana, a los gobiernos del mundo ante un desafío nuevo y enorme: conducir a las sociedades en momentos de incertidumbre total y conservar la credibilidad, de manera a mantener unida a la ciudadanía en pos de un objetivo común.

 

La emergencia sanitaria encontró a cada nación en situaciones particulares: si a Europa la atrapó por sorpresa – aunque relativamente inerme después de décadas de austeridad aplicada a la salud- a América por lo menos le dio una cierta ventaja para evaluar la estrategia a seguir.

La decisión de ir a una cuarentena fue difícil de tomar, dados los problemas estructurales de nuestra región, pero evidentemente fue muy acertada, pues los países que no se confinaron, perdieron tanto en vidas como en términos económicos. Pronto se supo que había que dominar al virus lo más velozmente posible para poder crear una “nueva normalidad” adaptada a las condiciones que éste impone.

Mucho se le reconoció en todo el mundo a Mario Abdo Benítez el haber impuesto medidas drásticas y tempranas. Ahora bien, después de 3 meses de instalado el coronavirus en esta parte del mundo, el verdadero logro de esta gestión es no haberse “dormido en los laureles” festejando las sucesivas victorias frente al COVID-19.

El caso de Argentina, entre otros, nos muestra que toda batalla ganada en esta guerra contra el coronavirus es precaria. Ellos comenzaron doblegando al virus, pero, después de 90 días de “cuarentena” (aunque ya habilitaron casi todos los sectores de la economía le siguen llamando así), ya cansados se preparan para enfrentar al pico de contagios, con riesgo de saturación de camas.

Por eso, hay que destacar que el equipo del Ministerio de Salud, con el Dr. Mazzoleni al frente, consiguió instalar la prudencia como táctica para desplegar la estrategia mayor de la “cuarentena inteligente” o, como también le llaman, “el modo coronavirus de vivir”.

La prudencia -pese a ciertos errores- permite conservar la credibilidad de la sociedad para poder continuar conduciéndola en esta guerra sin respiro.

En este sentido, el gobierno supo relajar las medidas a tiempo pero sin exitismo. Los paraguayos y paraguayas saben, porque la comunicación gubernamental se los hizo saber, que en cualquier momento puede darse un paso en falso y tener que volver atrás en las medidas.

Con humildad e incertidumbre se hizo frente a la amenaza, con mucho para perder si se hacían mal las cosas. Paradojalmente, esto nos jugó a favor, porque no nos relajamos nunca: cumplimos la cuarentena, respetamos los protocolos, supimos aplaudir a los héroes en el “frente de batalla” y vigilar a los que intentaron cometer abusos.

Ahora, en la fase 3 de la cuarentena, lejos de vanagloriarse con lo que significa un hito en el mundo actual (economía reactivándose con solo 13 víctimas fatales), nuestras autoridades siguen apelando a la prudencia y a seguir en el camino de la modestia.

Y está bien que así sea, porque si en el siglo XX hubo que combatir guerras con trincheras físicas, en el XXI esas trincheras son las del buen manejo de la comunicación.

 

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