El Secretario General del Comité Central del Partido Comunista Paraguayo habló en exclusiva con la redacción de El Trueno sobre la cuestión marxista en nuestro país. Se refirió también a la crisis actual del capitalismo mundial, la vigencia del pensamiento de Karl Marx, la organización del poder en el Paraguay y se mostró crítico con los académicos y la clase política, desde su programa político revolucionario.
[EL TRUENO] El domingo 5 de julio Unicanal transmitió un programa cuyo título fue “¿Se adueña el marxismo del país?”. Más allá del programa en sí, nos interesa conversar con vos sobre las reacciones que éste provocó. Hubo una gran cantidad de personas -identificadas generalmente con posiciones autodenominadas progresistas o, incluso, de izquierda- que se preocuparon por aclarar que la etiqueta «marxista» es cosa del pasado. ¿Qué opinión tenés sobre eso?
[NAJEEB AMADO] La verdad que estuve hurgando en los comentarios y no encontré mucho de esto. Más bien leí posiciones que ridiculizaron a esa posición, en algunos casos, y en otros aclararon que, en nuestro país, el marxismo -entendido como expresión teórica y política consciente- no tiene posiciones hegemónicas y ni siquiera está disputando realmente la orientación del Paraguay.
Ahora, sí puedo ubicar al marxismo, en cuanto filosofía de la praxis en clave revolucionaria y potencialmente disruptiva del orden actual, como una forma de comprender las relaciones sociales productivas, que va cobrando creciente legitimidad en nuestro país, entendiéndolo como un proyecto histórico crítico de las relaciones de producción capitalistas.
[Veo al marxismo] abriéndose paso en la concreta comprensión del porqué de nuestra situación, en el qué nos pasó para llegar a esta situación, en el cómo se distribuyen las responsabilidades de esta crisis, en la necesidad de pensar en la formación de esta manera de relacionarnos como seres humanos y en cuáles podrían ser otras formas de relacionamiento capaces de expresar lo mejor de cada persona en un sentido integral.
Ese marxismo, al que considero el marxismo para cuyo objetivo nació, sí está ganando terreno, sobre todo en la clase trabajadora que mayor consciencia está teniendo respecto al rol que asume en todo el proceso de producción de bienes y servicios dentro del modo de producción capitalista.
Resulta que la crisis del modo de producción capitalista polariza posiciones y desafía a la imaginación que, como bien se expresa en el dicho popular, es hija de la necesidad.
[ET] El marxismo siempre reivindicó una perspectiva internacionalista, que muchos de sus exponentes se cuidaron en no confundir con formas de cosmopolitismo liberal. Gramsci, por ejemplo, decía que entre lo nacional y lo internacional debe haber siempre una relación dialéctica. El comunismo aquí tuvo una figura muy importante como Oscar Creydt que hizo aportes importantes sobre el proceso de formación de la sociedad paraguaya. ¿Qué piensa hoy el Partido Comunista sobre la cuestión nacional, o más precisamente, de la figura Estado-Nación?
[NA] Nacional por su forma e internacional por su contenido, nos decían Marx y Engels respecto a la lucha por el socialismo, en aquel Manifiesto del Partido Comunista, ya en 1848.
Y de ese tiempo a esta parte, pasaron 172 años con revoluciones y contrarrevoluciones en las que se sofisticaron procesos industriales, se desarrolló el sistema financiero, la clase obrera intentó derrocar al capitalismo con victorias y derrotas que fueron reconfigurando tanto la comprensión de la realidad como la disposición a pelear por el proyecto de vida que consideramos más justo.
Muchísimas cosas cambiaron en todos los términos, incluyendo al [sector] productivo industrial, el financiero, el cultural, el artístico, así como las formas de relacionamiento y de explicitación de los mismos, en donde incluimos a las formas de demostrar amor en el sentido más integral de su acepción.
Pero la necesidad de partir de la idiosincrasia propia de cada pueblo, de sus raíces históricas, de su cultura, para organizar luchas capaces de superar el estado actual de cosas, no ha cambiado.
Un cambio que supere al orden productivo capitalista e instale un orden productivo social y político, orientado por las mayorías trabajadoras, para materializarse en un territorio determinado, se expresará necesariamente desde sus particularidades nacionales, en cuanto a forma. Y para sostenerse en el tiempo, atendiendo el carácter internacional del modo de producción capitalista, deberá entender que su contenido exige ser internacional, en el sentido de que la dominación de los patrones sobre la clase trabajadora es internacional, y que la superación de esta dominación, si bien puede tener un comienzo de desarrollo en una nación determinada, su continuidad liberadora impone el diseño y aplicación de una estrategia revolucionaria a escala global, si es que entiende que la superación de la explotación de seres humanos por otros seres humanos es una necesidad para liberar nuestros talentos y capacidades.
Entonces, construyendo la estrategia revolucionaria para lograr una sociedad sin explotadores ni explotados, donde nuestras capacidades se puedan desarrollar libremente, nos vemos en la obligación de comprender el Poder, no como objeto ni como expresión ubicada exclusivamente en una determinada estructura, si no como una relación entre seres humanos.
Son las relaciones entre seres humanos las que hacen diversas síntesis de poder y en donde la sociedad organizada en clases sociales genera una confrontación de intereses, cuyo resultado forma nuevas configuraciones entre las clases, muchas de ellas representadas en los contratos laborales, en los avances de derechos favorables a la clase trabajadora o en los retrocesos que, la mayor parte de las veces, se expresan en los incumplimientos de los derechos. Y es ese conflicto, esa lucha de clases y tendencias generada por la explotación de mujeres y hombres, la que va motorizando nuestra historia y que, desde el Tratado de Westfalia (1648) en adelante, da comienzo a una formación territorializada moderna de lo que hoy conocemos como Estado-Nación.
Y ahí volvemos a la cuestión nacional. Lenin decía que el rasgo fundamental de lo nacional es la organización del poder del Estado, y Marx, tanto en 1843 como en 1875, expresa que el Estado es un registro de las luchas prácticas de la humanidad y que, en cada una de sus formas históricas y territoriales, expresa las luchas, necesidades y verdades sociales del momento.
De modo que el Estado es la cristalización de las relaciones de fuerza y de poder en la sociedad de clases, y expresa la hegemonía de una clase sobre otra, con todo el despliegue de contradicciones que en el movimiento de dicha sociedad -a consecuencia de los intereses conformados por la lógica de la producción capitalista – se genera.
Por ejemplo, el Estado paraguayo debe ser entendido desde el genocidio de 1870 en adelante, con la sucesión de asonadas militares y golpes de Estado en los que se expresaba una hegemonía política del Partido Liberal, la guerra del Chaco, la preeminencia militar, el avance del movimiento obrero en la década del ’40, la guerra civil de 1947 y el comienzo de la hegemonía colorada con influencia en la clase obrera en clave de desmovilización y desprestigio de su dirigencia , la tiranía militar fascista de Stroessner y toda la resistencia de fuerzas democráticas, patrióticas y revolucionarias, y la continuidad de ese legado stronista, maquillado con débiles colores institucionales, que se inició luego del ’89 e intentó asentarse a partir de la constitución del ’92.
Durante todo este proceso se expresaron de manera cruenta muchas veces, e incruenta otras, las luchas, necesidades y verdades sociales, con ese rasgo de lo nacional, que es la organización del poder del Estado, tomando formas favorables a los intereses del capital internacional, en algún momento capitaneado por Inglaterra, en otro momento por los EEUU, con las imbricaciones de intereses de capitales extranjeros con necesidad de reproducirse más allá de sus fronteras, como el caso brasileño.
Como en la relación sociedad/Estado/sociedad es la sociedad la que contiene al Estado y se expresa en él, son las relaciones sociales organizadas en torno a la producción de bienes y servicios las que, de acuerdo a la tensión y el conflicto que se generan por los intereses contrapuestos, crea y recrea ese ente de coerción, con sus consensos y brutalidades, conocido como Estado.
O sea, es en las relaciones sociales donde hacen síntesis las formas y el contenido del Poder, entendido este último como una relación social e histórica, no como un objeto o lugar.
En nuestro país, avanzar en democracia implica obligatoriamente saldar cuentas pendientes con la historia reciente, o dicho de otro modo, establecer Juicio y Castigo con saqueadores y torturadores, sobre todo de la tiranía stronista, pero no solo de ella, porque luego del ’89, las patronales siguieron en el Poder, usurpando tierras, evadiendo impuestos, haciendo tráfico de influencias, desfalcando las arcas del Estado, con presidentes de la República y parlamentarios que se enriquecieron de manera ilícita. Y eso no es una mera expresión de rencor. Es una necesidad que parte del carácter ejemplar de la educación. Aprendemos en la práctica y, entonces, una sociedad debe expresar de manera ejemplar lo que tolera y promueve, como lo que no tolera y combate.
Y mientras no avanzamos en Juicio y Castigo, tenemos un Estado escuálido con tan solo el 19% del Producto Interno Bruto (PIB) como gasto público, con una estructura totalmente prebendarizada que realiza una malísima distribución de ese gasto público, una escandalosa concentración de tierras, con millones de hectáreas usurpadas por terratenientes. Un Estado con una evasión impositiva de alrededor del 50% y un sistema tributario con una carga de 10%, además de patronales que pisotean todos los derechos laborales y quiebran la seguridad social de la clase trabajadora, mientras negocian saqueos al dinero de todo el pueblo con licitaciones amañadas.
Con esto, puedo decir que la cuestión nacional y el Estado-Nación requieren de un nuevo sujeto en posiciones de Poder y una estructura estatal acorde a esa nueva hegemonía, tan necesaria como posible.
[ET] En el libro Consideraciones sobre el marxismo occidental, Perry Anderson sostiene, a grandes rasgos, que luego de la revolución rusa se produjo una suerte de división entre el marxismo soviético y el llamado marxismo occidental. Por un lado, una perspectiva anclada en el análisis económico y político y, por otro lado, una producción más bien filosófica, lo que en el léxico marxista sería de orden superestructural. No sé si si coincidís con esta lectura, pero según este criterio ¿Cómo ves hoy el marxismo en el Paraguay?
[NA] “El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico”, nos decía Marx en sus Tesis sobre Feuerbach, insistiendo en que la verdad es práctica, en no considerar solo a la actitud teórica como la auténticamente humana y que la superación de la humanidad hacia formas de organización justas, obligaba a una práctica revolucionaria, la que, a su vez, podría desenvolver su musculatura en la medida en que desarrollase una “crítica despiadada de todo lo existente, despiadada tanto en el sentido de no temer los resultados a los que conduzca como en el de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder”, con un abordaje materialista de la historia y la utilización del método dialéctico.
De modo que esa producción más bien filosófica, si se ubica en el terreno de la praxis, puede ser considerada marxista. De lo contrario, es una expresión de narcisismo intelectual envuelto en la fascinación burguesa y en una suerte de exoterismo propio del idealismo metafísico.
Dicho esto, el marxismo como filosofía de la praxis encuentra su expresión en las organizaciones políticas que se reclaman revolucionarias y, entonces, plantean un entramado estructural que comprenda histórica y actualmente las relaciones de fuerza y Poder que se expresan entre explotadores y explotados, tomando partido en la lucha de clases para fortalecer la consciencia para sí de la clase trabajadora y así aprovechar su arrolladora fuerza de masas para superar todas las injusticias y humillaciones del orden actual.
Imaginate que el 1° de mayo de 1902, en el Paraguay, los obreros del ferrocarril en Sapucai gritaban “Viva el primero de mayo, muera la burguesía”, como expresión de un proceso que tuvo como impulso importante los últimos 15 años del siglo XIX y que, en 1928, dio nacimiento al Partido Comunista Paraguayo.
Entonces, hablar del marxismo en Paraguay, desde mi punto de vista, es hablar de la lucha de clases. Y en ese sentido, evaluar en términos generales me es imposible, porque la lucha de clases siempre ha sido legal e ilegal, abierta y oculta, de modo que cualquier totalización al respecto sería pretenciosa, salvo que conozca en profundidad todas las expresiones de la filosofía de la praxis en nuestro país.
Sí puedo hablar de la que conozco, y en este sentido, el Partido Comunista Paraguayo, con sus 92 años de experiencia, expresa una parte del marxismo de acá, trabajando en un proceso de maduración de su praxis revolucionaria, con una conjunción de práctica-teoría con permanente crítica y autocrítica, en el marco de un proceso durísimo que nos obligó y obliga a confrontar con nuestros hábitos y vicios para reformularlos en función de la nueva sociedad por la que luchamos, con la certeza de que la clase trabajadora, de la ciudad y del campo, tiene suficiente experiencia y conocimiento real de los procesos productivos como para dirigir el país y el mundo, en la medida en que consiga ordenar un sistema de organizaciones con el plan estratégico revolucionario para lograrlo.
[ET] Las derechas alternativas (alt-right) pusieron de moda el término “marxismo cultural” para afirmar que a la izquierda hoy solo le preocupan cuestiones identitarias, vinculadas a la lucha por los derechos individuales. Lo curioso es que este tipo de planteos, bajo otros objetivos, no fue ajena a la misma izquierda, donde muchas se veces se ha criticado un supuesto abandono de la perspectiva de clase. ¿Cómo ves esta cuestión? ¿Hay luchas principales y secundarias? ¿Cómo se piensa hoy la articulación política para el Partido Comunista?
[NA] La implosión de la Unión Soviética y la caída de los procesos de transición al socialismo en Europa del este, fueron la expresión de un largo y complejo entramado, elaborado por los dueños del capital monopolista para desarmar ideológicamente a la clase trabajadora y a sus organizaciones sociales y políticas. Y cuando se concreta un desarme ideológico, el trabajo de rearme es muy pero muy arduo, sobre todo cuando la clase que se fortalece en posiciones de poder y dominación también está padeciendo una profunda crisis del modo de producción que propone y sostiene.
Aquella burguesía industrial que se formaba en cultura universal, aprendía idiomas y conocía los procesos productivos, al profundizar la caída de su tasa de ganancias va apostando a la especulación financiera, desarrollando una consecuente expresión simbólico-cultural que expresa su decadencia y su degradación.
De modo que la cosmovisión burguesa empieza a salirse de la ruta de progreso que se trazó al enfrentar al feudalismo y sus monarquías, para transitar el fangoso y hediondo terreno de la timba y la mafia como espacios centrales para la acumulación de su riqueza, y entonces este capitalismo que vivimos, desde comienzo de los años ’70 a esta parte -al derrotar, entre finales de los ’80 y comienzos de los ’90, transitoriamente a buena parte de las experiencias contrahegemónicas que lograron desarrollar su transición con aparatos estatales- se abre camino enmarcado a la vez en su crisis y presa de su voracidad insaciable, barriendo con todos los derechos laborales posibles, depredando de manera irracional y autodestructiva, pisoteando toda legalidad e institucionalidad por él mismo generado, logrando que la dictadura de las patronales se vaya configurando en una dictadura mafiosa.
Y como la burguesía fue la primera clase dominante capaz de universalizar su cosmovisión y lograr que una parte mayoritaria de la clase trabajadora no pueda superar la propuesta organizativa de su enemigo de clase y, entonces, defienda la lógica reproductiva del sistema de explotación capitalista, ese proceso de degradación productiva y, en consecuencia, simbólico-cultural, se extendió a todas las sociedades y sus clases sociales en casi todo el mundo.
De modo que el desarme ideológico fue producto de ese proceso dialéctico en el que los capitalistas lograron una poderosa hegemonía cultural y, a la vez, una progresiva impotencia para resolver el bienestar de las mayorías trabajadoras. Esa combinación dio fuerza al horizonte distópico, tenebroso, que hoy domina buena parte de las mentes de los seres humanos.
Es en este contexto que ubicamos la multiplicidad de luchas que se vienen dando y que, en mi opinión, carecen de responsabilidad social y política al no diseñar y ejecutar una estrategia revolucionaria capaz de derrocar al modo de producción capitalista y construir el socialismo-comunismo.
Muchas organizaciones buscan atajos, reivindicando una mejor distribución de riquezas con una fuerte institucionalidad capaz de minimizar la corrupción y privilegiar el funcionamiento honesto y transparente de lo público y lo privado. A esos esfuerzos colectivos los respeto políticamente –aunque esté en desacuerdo- por el hecho de ser colectivos, atendiendo a que la construcción que se desarrolla en la militancia social y política no es fácil.
Sin embargo, a quienes desde cierta rimbombancia académica pretenden dar cátedra de nuevas formas de sociedad no puedo respetarlos en términos políticos, y además me generan una mezcla de desilusión y hastío, porque tanta academia no logró que comprendan lo esencial de la condición de seres sociales que tenemos las y los humanos, como tampoco las implicancias y extensiones del modo de producción capitalista.
Entonces, terminan cayendo en esa pequeñez producto de un individualismo que se ahoga en las inseguridades propias de la egolatría, reproduciendo complejos pontificadores que buscan un pacto social entre organizaciones patronistas como los Partidos Colorado y Liberal, y organizaciones de la clase trabajadora, como las que se reclaman de izquierda, sin considerar a la dignidad humana en cuanto a necesidad de justicia, respecto a la enorme responsabilidad de las direcciones colorada y liberal en la calamitosa situación actual de nuestro país.
Es muy terrible insistir con acuerdos idealistas con las clases poseedoras, en una crisis estructural como la que hoy estamos viviendo, cuando la caída de la cuota de ganancia y el cortoplacismo galopante -producto de la timba y los negocios (muchos de ellos ilegales) de rápida reproducción del capital-, dominan las cabezas de las patronales, en el marco de un sistema global que no permite desacoples, impugnando, de esa manera, las posibilidades de desarrollo.
Para nuestro Partido, la principal de las batallas es por el derrocamiento del sistema de producción capitalista. Y como este sistema está en una situación así de degradante y sin posibilidad de gestionarse de otra manera, nuestra tarea central es recuperar la confianza de las mayorías trabajadoras en su fuerza propia, en su organización social y en la necesidad de una herramienta política que represente sus intereses de manera genuina y promueva el vaciamiento de los partidos conservadores, cuyas direcciones deben ser condenadas al escarnio público, la cárcel, con la recuperación de bienes y tierras.
Las familias millonarias, haciendo uso del tráfico de influencias para el robo de la cosa pública, han utilizado nuestro dinero (me refiero al dinero de todo el pueblo paraguayo) para formarse en los mejores colegios, las mejores universidades, para continuar ofreciendo proyectos funcionales a la dominación de las patronales, o sea, para seguir defendiendo y expandiendo sus intereses, continuando con la reproducción de la lógica de saqueo y promoción de engañosos proyectos conciliadores que “olvidan” las décadas de latrocinio, explotación, persecución, torturas, asesinatos, desapariciones y todo tipo de humillaciones a la sabiduría y el coraje de las mayorías trabajadoras.
[El presidente de la República] Mario Abdo es una expresión del proyecto de entrega y saqueo, pero no la única, lamentablemente.
Por eso el Partido Comunista reivindica la unidad de esos más de 4 millones de trabajadoras y trabajadores, en torno a una estrategia revolucionaria que se irá desarrollando en la medida en que las organizaciones de base como los sindicatos, los movimientos campesinos, estudiantiles, territoriales, indígenas, se vayan consolidando en unidad y confianza en base al respeto a los acuerdos y a la claridad respecto a las tareas. Sabemos que existen otras fuerzas sociales y políticas que llevan adelante esta tarea y que el encuentro en las luchas concretas terminará de acercarnos para cerrar el puño y darle el golpe definitivo a esta prehistoria de explotación y miseria.