Entre el jueves y el viernes se produjo una masiva inscripción de movimientos internos en la ANR. Esto es de cara a los compromisos electorales del próximo año: renovación de autoridades de la Junta de Gobierno e internas para las municipales.
Semanas atrás se anunció con bombos y platillos la concreción exitosa de la operación cicatriz, intermediada por José Alberto Alderete. Corrieron ríos de tinta sobre el presunto “pacto de impunidad”, y los sesudos analistas pegaron el grito al cielo por el inminente fin de la democracia interna de la ANR.
Se profetizó, como es habitual, la captura definitiva del coloradismo y su dirigencia por el poder economico, e incluso el fin de una era en la cual la dinámica partidaria funcionó en base a la existencia de un oficialismo que gobierna y una disidencia que se prepara para el relevo.
Sin embargo, la realidad de un partido tiene una inercia y un espesor que supera a los deseos de un puñado de dirigentes, por más poderosos que estos sean. Esto es lo que se vio en los últimos días, sobre todo luego de la inscripción del nuevo movimiento “Concordia Republicana”, con la mismísima firma del presidente de la República, el expresidente Horacio Cartes, presentado por Iris Magnolia Mendoza y Eduardo González Báez.
Lejos de que la dirigencia del Partido Colorado celebrara la inscripción de este nuevo movimiento -el de la cicatriz definitiva- mostrando su adhesión unánime, lo que ocurrió inmediatamente fue una avalancha de inscripciones movimentistas.
En abierto desafío a los mandatos de unificación, entre el viernes y el sababado de la semana pasada, importantes dirigentes anotaron sus respectivos movimientos internos de cara a los compromisos electorales del próximo año: renovación de autoridades de la Junta de Gobierno e internas para las municipales.
Entre ellos, “Orden Republicano” del intendente Nenecho Rodríguez, “Esperanza Republicana” de Enrique Riera, “Participación Republicana”, de la senadora Lilian Samaniego, “Sumando Colorados” del senador Juan Afara y “Movimiento Fuerza Renovadora Republicana” de Julio Ullón. En las próximas horas también se inscribiría el Movimiento Progresista Colorado, tercera fuerza nacional en las últimas internas para Senadores.
La “cicatrización” de la ANR se volvió aun más incierta cuando, sorpresivamente, el movimiento Colorado Añetete, que sirviera como plataforma para la llegada al poder de Abdo, también se inscribió el viernes. A esto, obviamente, siguió el sábado la inscripción de Honor Colorado.
Con estos hechos, se reabrió el juego político, en lo que es la dinámica clásica del coloradismo, es decir, la de la competencia interna. La cicatriz se vio desmembrada por el insuprimible deseo de pugnar, competir y ganar que tiene todo dirigente colorado. Para algunos el nuevo movimiento Concordia Colorada podría funcionar para cargos nacionales, mientras que los movimientos para disputas locales, pero esto tampoco está cerrado.
Al mismo tiempo, la dirigencia colorada en su totalidad hizo saber a los articuladores de la unificación que ningún acuerdo electoral se va a definir entre cuatro paredes, mucho menos si son intermediados por figuras que no estarían capacitadas para ganar la elección de una comisión de barrio.
Fuentes del El Trueno confirmaron que el presidente del Congreso, Cachito Salomón, la senadora Lilian Samaniego, el senado Enrique Bachetta y varios otros dirigentes de peso en la ANR rechazan la posibilidad de una candidatura de consenso a la Junta de Gobierno del partido, de la cual sería el candidato José Alberto Alderete.
Dificultades para la operación cicatriz
El Partido Colorado es el partido con mayor cantidad de afiliados del Paraguay y tiene una dirigencia política distribuida en todo el territorio nacional.
La unificación de candidaturas y criterios de manera preelectoral fue desde un comienzo considerada poco realista, dado que a nivel local (municipal), como regional (departamental) hay disputas entre facciones, familias, clanes y liderazgos que se resuelven con votos.
En ese sentido, el ritual del “abrazo republicano” es una práctica de reconciliación posterior a los comicios, por medio de la que los contendores se someten a lo decidido por las urnas y unen sus fuerzas para afrontar sus compromisos a nivel nacional. El fundamento de los procesos de unidad colorada fue siempre, por este motivo, poselectoral, el resultado final de vibrantes internas.
Nunca la unidad fue concebida de manera preelectoral, como se pretende que sea hoy el caso. Sin embargo, según informaciones a las que accedió El Trueno, los proponentes de la “Operación Cicatriz” lanzaron una amenaza directa a toda la dirigencia: el que quiera competir o tener algún tipo de protagonismo en la ANR tiene que ser parte del movimiento Concordia Colorada, porque no habrá plata para nadie que quiera estar fuera.
Esta amenaza tiene sentido para cargos de carácter nacional, pues los mismos exigen campañas electorales muy costosas; incluso, tiene cierto sentido para cargos departamentales, como la disputa por la gobernación.
Pero carece de todo sentido en lo que respecta a las luchas locales (municipios, concejalías departamentales, concejalías distritales, etc.): a ese nivel de la disputa política se puede pronosticar que la chapa de Concordia Republicana será un membrete fantasma que nadie podrá utilizar, puesto que se producirán intensas disputas por los territorios electorales.
La dinámica interna del Partido Colorado tiene una espesura histórica -una inercia- y no puede ser revocada por la fuerza de la voluntad o de los simples deseos de las cúpulas, dado que la columna vertebral de este partido es su inmensa dirigencia de base. Se debe recordar que la ANR no es un partido familiar, tampoco es un partido de notables o de pequeñas élites, sino que es el partido de masas más importante del país.
Datos de la encuesta de El Trueno anticiparon el escenario
El pasado miércoles 19, El Trueno reflejaba la percepción de los colorados respecto de la “Operación Cicatriz” en un informe realizado a partir de una encuesta desarrollada en todo el país, en exclusiva para este medio.
Allí se observaban datos reveladores, muy importantes para explicar el curso actual de los acontecimientos. Ante la pregunta “¿Qué opinión tiene de la unidad entre Marito y Cartes (operación cicatriz)?” el 29% de afiliados a la ANR afirmó que el proceso es “bueno o muy bueno”, el 33% mostraba una opinión más indiferente (“ni bueno ni malo”) y 30% expresaba su rechazo, respondiendo “malo o muy malo”.
Solo para un tercio el acuerdo cicatriz fue percibido como algo positivo, para el resto fue considerado negativo o irrelevante. Por otra parte, otro aspecto muy significativo de la encuesta tenía que ver con la evaluación de los beneficiados y perjudicados.
La mayoría de los colorados (41%) indicaba como ganador absoluto a Horacio Cartes. Así, dicho informe adelantaba que hay un sector importante de la dirigencia colorada que entiende que la unificación de Honor Colorado y Añetete supone la disolución de este último, y se especulaba con que muchas figuras de la ANR mostrarían su desacuerdo con la posibilidad de una fusión que elimine las contiendas internas, mecanismo que el Partido Colorado utiliza para resolver liderazgos locales y departamentales.
Esto fue exactamente lo que ocurrió, una fila de dirigentes expresaron su rebeldía inscribiendo sus propios movimientos, al tiempo que el oficialista Colorado Añetete rechazó formalmente toda unificación que extinga su particularidad