En su columna diaria Paranaländer escribe sobre el escritor ruso Sigismund Krzyzanowski, genio inclasificable de las letras. Comenta que fue Anna Bovchek, su esposa, la que rescató sus manuscritos de la censura soviética.
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Por: Paranaländer
“Una vez más se quedaron solos, como en la lejana tarde de julio: el Sabio y su yiyi, Idea” S.K.
Sigismund Krzyzanowski nació en una familia católica polaca en Kiev en 1887, donde vivió hasta 1922 y compuso la mayoría de las historias. Genio inclasificable. Hacia 1950 terminó sus días en Moscú (Arbat 44, departamento 5), en la indigencia total. Anna Bovchek, esposa y compañera del escritor ruso de fama póstuma, resguardó de la requisa de la censura soviética los manuscritos, sobre todo relatos, de su esposo dentro de su corpiño. Vadim Perelmouter lo redescubre en los años 80. Editiones Verdier sacó 7 tomos hasta ahora de su obra exhumada. Se lo relaciona con Swift y Kafka. Creció hablando polaco y ucraniano, dominando de siete a ocho idiomas (incluidos el griego y el latín). El ruso es para él un idioma aprendido, elegido y convertido en su idioma de escritura.
“ ’No quiero ir con las letras’. Pero el anciano hizo lo que tenía que hacer. La lucha fue breve, aunque encarnizada: Idea cayó de la pluma, saltó de las palabras y se enredó con las letras. Después de haberlos cruzado el anciano se los entregó en otro orden hasta que finalmente logró capturar a Idea en la punta de su pluma para colocarla sobre la hoja. Idea se extendía ante los acuosos ojos cansados del viejo en una triste línea negra: ‘Llévame de vuelta de donde yo he venido’. El tipógrafo capturó a Idea y, sin darle tiempo a recuperarse, la separó en letras; entonces, de repente temblando entre sus dedos sucios que olían a tabaco barato, plomo y sudor, se deslizó en la ranura de la matriz. Ésta era terriblemente estrecha. Sin dejarla soplar, la Idea emplomada fue puesta sobre la prensa, bajo un lecho de tinta negra de agrio olor, y golpeada brutalmente con la tabla de imprenta. Girando de izquierda a derecha, uno, dos, tres veces, los tornillos de la prensa la apretaron como con tenazas: Idea perdió el conocimiento. Volviendo en sí, está ahora sobre una hoja de papel, hundida esta vez en unas letras cuadradas y derechas. La hoja, doblada en dieciséis, estaba atrapada en un libro y el libro revestido de una cubierta opaca. Por mucho tiempo fue bamboleada: los volúmenes amontonados en la imprenta fueron puestos sobre una carretilla, luego en un almacén, en el mismo suelo, de ahí se encontró en una vitrina‚ luego en un escaparate, del que pasó de mano en mano hasta que el destino finalmente tuvo lástima de ella dejándola instalarse sobre una estantería de la biblioteca del encargado de curso Johann Stump. Por mucho tiempo, nadie la tocó. La Idea quedó cubierta de granos de polvo y sueños: en lugar del cielo estrellado, tenía sobre ella unos estantes doblados bajo el peso de numerosos libros; en lugar de la ley moral, que construyó sus realidades a partir de acciones‚ unas letras inactivas pegadas a otras letras, cerradas con doble vuelta”.
Fragmentos de Vie et mort d’ une pensée‚ Sigismund Krzyzanowski
El mundo alucinatorio, plagado de fantasmas (gast), que pertenece al acto nefando del profesional de las letras, el escritor descrito por Krzyzanowski (en especial en otro texto importante titulado El club de los asesinos de letras), va más lejos que la teoría de la escritura como profanación de la realidad (de Cioran), o la del estado milagroso que cuenta Bernhard de poder oír toda la música con la sola contemplación o visio de su partitura, porque aquí se nos plantea in toto que la escritura vampiriza, mata, dobla, toda la extensa realidad con su sola emergencia y existencia.
Sospechamos un influjo (más allá de la contemplación pura de las ideas de Platón y del Kant estrellado con la ley moral en su pecho) de Max Stirner sobre el autor ruso. Las letras como fantasmas que añadimos a la hechura primera y natural del mundo, fantasmas que obstaculizan una conexión más simple y elemental con esa realidad a sus ciudadanos y habitantes por ese añadido artificial y oneroso. El universo asesinado por una red de abstracciones erigida por un gremio de asesinos.
Reszler, Montesquieu, Sigismund Krzyzanowski (las abstracciones y zonceras adultas mutilan en el niño su predisposición al vuelo imaginativo) coinciden en que el libro fagocita al lector (succiona su cerebro dejándolo hueco), no al revés, que nutra y eleve su personalidad y visión propia.
Link para leer el relato traducido por su servidor con ayuda inestimable de Google translate: https://www.academia.edu/43978123/Sigismund_Krzyzanowski