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sábado, noviembre 23, 2024

Desmontando el mito de la “curva de Laffer” (Parte I)

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En este artículo, publicado previamente en @elExcedente, se discute desde la historia económica la supuesta idea -promovida en nuestro país por formadores de opinión- de que, la baja de impuestos redunde en un aumento de la captación de ingresos fiscales. Por el contrario, se destaca aquí cómo la drástica reducción de la carga impositiva en países centrales configuró un escenario de menor presión fiscal y más desigualdad social. Primera parte de un análisis apasionante basado en datos.

Por: @elExcedente

Parece que algunos no saben leer o no entienden. La pregunta es si creen que en situación de catástrofe económica, aumentando impuestos van a recaudar más. No hay problema con los insultos. Espero respuesta razonable basada en estadísticas”, escribió desde su cuenta de Twitter el periodista de ABC Color Roberto Sosa Brítez a finales de abril de este año, en pleno auge del debate sobre los impuestos iniciado a raíz de los efectos desastrosos que tendría la pandemia en la economía nacional.

Lo interesante del planteo de Brítez, haciendo a un lado la elaboración de una posible respuesta, es que podemos encontrar un supuesto del que parte para formular su pregunta: en todo momento el periodista pareciera reconocer que la recaudación tributaria es “endógena” al crecimiento de la economía. Esto simplemente significa que la recaudación de ingresos del Estado depende de la situación de la economía, es decir, cuanto mayor sea la actividad, probablemente los ingresos también sean mayores. Lo mismo cuando la actividad cae, como es el caso paraguayo hoy día al igual que el de prácticamente todas las economías del mundo. A efectos de comprender mejor, si quisiéramos ponerlo en otros términos, la pregunta del periodista podría haberse formulado también de esta manera: “en situación de catástrofe económica (como la que vivimos actualmente), ¿creen que aumentar impuestos ayudaría a que la economía recupere aliento y por lo tanto el Estado recaude más?”.

A priori, una pregunta razonable, que desde ya no escapa a los tiempos en los que se mueve la economía. Es más, podríamos sacar de la ecuación el condicional con que es formulado el interrogante y preguntarnos nosotros, independientemente del estado de la economía, si un aumento de impuestos realmente ayudaría a la recaudación de ingresos fiscales del Estado. Por un lado, se esconde también una pregunta acerca de los determinantes del crecimiento económico a corto plazo y, por el otro, si realmente existe un punto óptimo en el que las tasas impositivas no afecten la producción de un país.

En el corazón de este simple planteo se encuentra lo que en economía se conoce como “curva de Laffer” y es, como lo indica el título de este artículo, un mito, pero que, sin embargo, sigue animando intensas discusiones entre economistas a lo largo y ancho del globo, principalmente por sus consecuencias políticas, que no deben ser ajenas a nadie ¿Qué dice entonces la curva de Laffer?

Cuenta la leyenda que cuatro norteamericanos se sientan a cenar en el restaurante Two Continents, en Washington DC, el 14 de septiembre de 1974, en plena crisis del petróleo y estanflación (estancamiento económico combinados con un aumento del desempleo y suba de precios), un cóctel tenebroso para un recién asumido presidente Gerald Ford, presuroso en buscar una solución. Dos de ellos políticos, uno periodista y académico el otro. Los primeros eran Dick Cheney, futuro vicepresidente de EEUU bajo la administración Bush hijo, y Donald Rumsfeld; por aquel entonces, ambos encargados de la jefatura de gabinete del presidente Ford. Los segundos: Jude Wanniski, periodista del Wall Street Journal y Arthur Laffer, profesor de Economía de la Universidad de Chicago.

La premisa de este último era simple pero contraintuitiva ante los oídos de un Cheney que no terminaba de comprender lo que acababa de escuchar: para aumentar la recaudación fiscal, había que bajar los impuestos. Laffer decidió entonces dibujar en una servilleta una curva para intentar explicárselo, en aras de convencer a ambos funcionarios de que una subida de impuestos no sería una solución viable a los problemas que enfrentaba la economía norteamericana. La curva era nada más que una representación gráfica cuyo argumento central consistía en que a una determinada subida de impuestos, el efecto en los ingresos estatales sería negativo dado que desalentaría el ahorro y la inversión ─generando una disminución en el crecimiento─.

La hegemonía de la curva de Laffer llegó hasta el punto de ser utilizado para el análisis del fenómeno inflacionario. Dicho de otro modo, la subida de los costos a causa del incremento tributario haría que los precios de los bienes y servicios ofertados aumenten en consecuencia, hasta un punto en que tanto los oferentes como los demandantes no deseen ofrecer ni adquirir los mismos respectivamente. Como resultado, las ventas caerían y, como consecuencia de esto último, los impuestos recaudados se verían perjudicados también (Casparri & Elfenbaum, 2014).

Gráfico 1. Curva de Laffer.

Los supuestos del que parte este modelo nos indican, por un lado, que si la tasa impositiva es cero, la recaudación de ingresos fiscales será cero ya que no existe gravamen alguno. Por otra parte, si la tasa impositiva es de 100%, la recaudación también será cero, puesto que nadie estaría de acuerdo en producir un bien o servicio cuya posible ganancia fuera a parar toda a manos del Estado. Por lo tanto, se deduce que entre estos dos extremos debe existir un “óptimo” impositivo que maximice los ingresos tributarios.

Como podemos ver en el Gráfico 1, el eje de abscisas muestra las tasas impositivas posibles (t), medidas del 0% al 100%, donde t0 = 0% y tmax = 100%.  El eje de ordenadas corresponde a la recaudación fiscal (T) que se consigue a los diferentes tipos de tasa. Así, observamos que en t0 y tmax la recaudación es nula, y a medida que el Estado decide incrementar el porcentaje de gravamen sobre los bienes y servicios particulares (t1), el producto sigue expandiéndose y en consecuencia aumentan los ingresos tributarios.

Pero a partir de t*, que es el nivel de tasa impositiva que genera que el gobierno gane el máximo dinero posible mediante impuestos, esto es, su “óptimo” de recaudación, si las tasas siguen aumentando, tanto oferentes como demandantes verían cada vez menos interesante el producir o adquirir los bienes o servicios. Los primeros porque ganarían cada vez menos, y los segundos, porque cada vez experimentarían más subidas en el precio final. De esta manera es que el economista de la Universidad de Chicago llegaba a la conclusión de que un recorte de impuestos aumentaría la recaudación solo si las tasas impositivas estuvieran a la derecha de t* en la curva.

Por más lógicos que parezcan análisis como el de Laffer, no logran captar la realidad de la economía capitalista moderna. La famosa curva de Laffer solo pone en el tablero un aspecto del sistema económico, la oferta. No concibe que existe una causalidad entre ésta y la demanda y, por eso, no logra mostrar de modo adecuado el verdadero funcionamiento de la economía.

Estos fueron los inicios de las llamadas «políticas de austeridad», que, como se demostrará con datos estadísticos  en la segunda parte del artículo a ser publicada en una próxima entrega, no solo produjeron más desigualdad social sino también menor presión fiscal, es decir, se redujo el porcentaje de los ingresos que los particulares y empresas aportan efectivamente al Estado en concepto impuestos en relación al PIB.

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