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sábado, noviembre 23, 2024

Se vienen tres años electorales

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Con la oposición fragmentada y el oficialismo con la estrategia de la «concordia», lo que queda del mandato de Marito estará marcado por contiendas electorales: en 2021 tendrán lugar las municipales, en 2022 se disputarán internas partidarias presidenciales y Junta de Gobierno de la ANR y, en 2023, serán las elecciones generales.

La pandemia del año 2020 estremeció al mundo, reveló la vulnerabilidad de los Estados más eficientes y sembró una incertidumbre que está lejos de haberse disipado. En lo que respecta a Paraguay, el Estado respondió con una inédita inversión pública en salud, protección social y obras de infraestructura. Además, el plan de emergencia económica mitigó con éxito la crisis económica. Prueba de ello es que nuestro PIB solo caerá este año 1%, frente al 3,5% de todas las previsiones.

En el ámbito político, la centralidad de la crisis sanitaria aplazó las contiendas municipales que estaban previstas para este año. Esto le imprimió la siguiente característica a lo que queda del mandato de Marito: sus últimos 3 años de gobierno serán eminentemente electorales, ya que en 2021 tendrán lugar las municipales, en 2022 además de la Junta de Gobierno de la ANR se disputarán internas partidarias para presidente, gobernadores, juntas departamentales, senadores y diputados. Finalmente, en 2023, serán las elecciones generales para la presidencia de la República y demás cargos electivos. Así, salvo que nuevos imperativos de necesidad y urgencia lo impidan, se vienen tres años de fuerte proselitismo.

Este escenario encuentra a la oposición en su peor crisis política desde el regreso de la democracia. El grado de atomización actual se podría comparar con el de 2003, aunque ahora la situación es aún más delicada porque el principal partido de oposición, el PLRA, entró en un proceso de disolución como fuerza política unificada y se espera un retorno de la existencia de varios partidos liberales dentro del sistema político. Hoy por hoy, el PLRA se debate entre, al menos, tres proyectos: 1) la perseverancia de Efraín Alegre en una reiterada candidatura presidencial, 2) la búsqueda de una persona que tenga altos niveles de popularidad, como Kattya González 3) la opción llanista de Norman Harrison, el posible “Cartes liberal”.

En lo que respecta a la izquierda paraguaya, fuera de minúsculos feudos universitarios y alguna que otra secta con militancia exclusiva en Twitter, este sector es hoy sinónimo de la existencia biológica del expresidente Fernando Lugo, es decir, dependen de la voluntad del exobispo de continuar en la política. Por eso, la única chance que tiene el luguismo de disputar el poder real es un cambio de la Constitución que habilite la reelección, algo que ya intentaron en el pasado, acompañando a Horacio Cartes. La dependencia de Lugo que tiene la izquierda quedó más firme aun con la escandalosa renuncia de Mario Ferreiro a su cargo de intendente de Asunción en 2019, hecho que provocó la desaparición de cierto progresismo de aspiraciones urbanas, cuya remota genealogía puede ubicarse en el extinto PMAS. El Frente Guasu monopoliza hoy este espectro político y definitivamente Lugo es el único actor de relevancia.

Por otra parte, es una incógnita el futuro político de partidos políticos menores con representación parlamentaria, como el Partido Patria Querida o el PDP. Patria Querida se encuentra dividido en dos facciones, una de extrema derecha y otra más centrista. Estas divisiones ideológicas en un partido con estrecha base social parecen anecdóticas, pero podrían ser decisivas para concretar o no alianzas futuras. Por su parte, el PDP, es un partido que tiene como principal preocupación el no retorno del cartismo al poder, por lo que se avizora que ese será el criterio de las alianzas que puedan hacer en el futuro con la oposición y el poder de turno. Hasta el momento sigue siendo funcional al oficialismo. El líder del PDP, Rafael Filizzola, es funcionario del ministro Eduardo Petta y otros referentes de dicho partido ocupan espacios de poder en el gobierno.

Sin dudas, los personajes de la oposición con mayor popularidad son Kattya González y Paraguayo Cubas. Ambos movilizan el imaginario antisistema con diferentes intensidades, gestos y estilos. Mientras Kattya coquetea con sectores “progresistas” del PLRA que la quieren como candidata presidencial para el 2023, Payo endurece su intransigencia y afirma que su carrera es de paciente acumulación de fuerzas, hasta llegar al poder, cambiar la Constitución e instaurar una dictadura purificadora de la nación. Habrá que ver si el acompañamiento de los seguidores que cosecharon en redes sociales se traducirá en las urnas y si pueden otorgarles algún espesor institucional a sus coyunturales aclamaciones virtuales, para pasar a tener peso efectivo en la estructura del poder político nacional.

Ante este nivel de fragmentación, ausencia de figuras aglutinantes y atractivas en la oposición, la ANR se trazó como objetivos reducir la conflictividad interna y profundizar las obras de gobierno en marcha. La pregunta en el coloradismo hoy es quién capitalizará la gigantesca ampliación de la cobertura de salud que lleva adelante el oficialismo, las inversiones en obras públicas sin precedentes, la instauración de inéditas políticas de protección social como Pytyvo, Ñangareko, Fogapy y otros. En este sentido, resulta llamativa la timidez de los integrantes del oficialismo con aspiraciones presidenciales a la hora de reivindicar políticamente logros que son históricos.

El nuevo movimiento Concordia Colorada pretende ser la expresión política de ambos propósitos: unidad partidaria que garantice estabilidad política para el avance de la gestión gubernamental. De ese modo, busca ser la contracara del archipiélago opositor. Dicha iniciativa de unidad tendrá viabilidad siempre que las decisiones tengan espíritu de flexibilidad, arraigo en las bases partidarias, no sean interpretadas como imposiciones unilaterales ni se reprima la competencia interna.

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