En un país mayoritariamente católico -donde la fe sigue siendo un elemento de identificación popular y la Constitución misma reconoce su aporte en el artículo 82- la reciente quema de biblias provocó el repudio de miles de personas.
Las recientes protestas congregan una gran cantidad de demandas, desde posiciones antivacunas hasta cruzadas contra la religión. Así quedó de manifiesto en una de las movilizaciones de esta semana, cuando los participantes decidieron quemar biblias «en señal de protesta contra el gobierno nacional».
Este tipo de acciones más que representar un peligro para la seguridad pública, demuestra lo alejado que están algunos manifestantes del sentir popular, sobre todo si tenemos en cuenta que Paraguay es un país mayoritariamente católico. ¿Qué futuro político puede tener la indignación si choca contra las fibras íntimas de las masas?
La indignación y el repudio de miles de personas no se hicieron esperar, ya que como era previsible consideraron que se trató de un agravio a sus creencias. Por otra parte, se vuelve cada vez más claro que muchos motivos de las protestas exceden a los problemas administrativos que afronta el Estado y tienen, en realidad, resortes ocurrentes como la simple expresión del odio a un credo religioso.
Maximilien Robespierre, figura fundamental de la revolución francesa, decía que «el ateísmo es aristocrático, mientras que la creencia en un Ser supremo que protege a los oprimidos y castiga el mal es profundamente popular». Si tomamos como referencia a unos de los fundadores del paradigma revolucionario queda claro que la autopercibida vanguardia de los últimos días se encuentra todavía lejos de las masas, y más lejos aun de una revolución.
Manifestantes queman “la Biblia de Marito y Arnoldo Wiens” al ritmo de “que se vayan todos”#650AM 📻 #MarzoParaguayo2021 pic.twitter.com/hJkzLqVuD8
— Radio Uno 650 AM (@UNO650AM) March 9, 2021
