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sábado, mayo 18, 2024

El proyecto político y social de Jesús de Nazaret

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Martín Duarte escribe este artículo sobre la lectura que hace el sociólogo y teólogo Ruben Dri del proyecto, la práctica y el mensaje de Jesús de Nazaret.

Por: Martín Duarte

En este breve articulo me referiré a ciertos aspectos del proyecto, la práctica y el mensaje de Jesús de Nazaret. Para tal fin, me basaré enteramente en el sociólogo y teólogo argentino Rubén Dri.

Dri nos advierte que un primer obstáculo epistemológico para comprender este tema consiste en la espiritualización sacralizada que los medios eclesiásticos tradicionales han formulado. Esta operación de espiritualización tiene su fundamento en la tradición griega- cuyo gran exponente entre otros es Platón. La misma consiste en un postulado dualista del ser, a saber la división entre materia y espíritu, cuerpo y alma. Desde este punto de vista, todo el contenido material, mundano y corporal de la práctica de Jesús es completamente borrado por el peso de la espiritualización.

Esta espiritualización, por ejemplo, concibe la conversión en el sentido platónico: como un cambio de la mirada hacia el ser de lo mundano en favor del mundo eterno y verdadero de las ideas. Es decir, convertirse sería un acto individual, espiritual, interno; despreciar el cuerpo, salvarnos de sus impulsos impropios, para concentrarnos en alma, en el reino de las ideas incontaminadas por la sucia materia.

Por el contrario, la conversión entendida desde el proyecto de Jesus es un llamado a la adhesión al reino de Dios, que involucra tanto a la conciencia como a la práctica. Es decir, lejos de consistir en un movimiento meramente interior, consiste en un cambio de posición social. En este sentido, el prototipo de conversión es Moisés, quien pasa del bando de los dominadores al bando de los dominados. Moisés abandona su posición de poder en la corte faraónica y decide luchar por la liberación del pueblo oprimido: he ahí la conversión, el descubrimiento de Yavé.

La conversión puramente espiritual impide ver el mensaje, la práctica social y revolucionaria de Jesús. Por lo tanto, debemos cuidarnos de imaginar a Jesus bajo la imagen del alma bella que Hegel presenta en la Fenomenología del Espíritu: una conciencia replegada sobre sí misma, con miedo a mancharse de la contingencia de lo mundano.

En contrapartida, se debe subrayar que Jesús retoma y repropone el proyecto profético. Antes de mencionar las características de dicho proyecto, valdría la ocasión comentar que la Biblia consta de tres grandes documentos: el elohista, el yavista y el sacerdotal.

Empecemos describiendo brevemente el documento yavista. Fue escrito en la corte del rey Salomón y expresa el proyecto monárquico davídico-salomónico. En dicho documento, se trata de demostrar la filiación divina de los reyes. David aparece como el elegido por Yavé, como su hijo, quien debe liberar y hacer crecer al pueblo hebreo desde el centro del poder monárquico. En esta concepción, Yavé no pacta con el pueblo, sino con el rey.

Por otro lado, el documento sacerdotal es escrito en el exilio babilónico por parte de las elites dirigentes del pueblo hebreo, cerca del siglo 6 a.d.c. Expresa un proyecto sacerdotal de dominación, basado en el valor central de la pureza. Se trata de una concepción en la que la sociedad debe regirse por la alternativa mancha/pureza. El sacerdocio concentra el monopolio del templo y de los ritos purificadores para acceder a la pureza. Esta es la sociedad en la que vivió Jesus de Nazaret. Los pobres, extranjeros, mujeres serán las figuras típicas de la mancha.

Por ultimo, el documento elohista se narra y escribe en los círculos proféticos del norte de la entonces Palestina, misma región en la que nace Jesús (Galilea). El documento elohista expresa el proyecto profético: representa a Yavé como el Dios que liberó al pueblo hebreo de la servidumbre del yugo faraónico. Su proyecto, en síntesis, es el de la confederación de tribus o reinado de Yavé.

El documento elohista, a diferencia de los otros dos mencionados, es fuertemente antimonárquico, horizontal y contrario al pago de gravosos tributos. Se opone a las monarquías cananeas que cobran impuestos a los campesinos empobrecidos; hay fuertes declaraciones antimonárquicas en profetas como Amos y Oseas. Estos consideran que la sociedad debe basarse en el don, en el dar y el repartir, antes que en la acumulación individual de poder, prestigio y riqueza.

En la lectura de Rubén Dri, en contraposición al proyecto monárquico-sacedotal, este el proyecto que retomará y propondrá Jesus. Así, la figura de Jesús debe ser entendida como la de un profeta, como un hombre que viene a reproponer al Yavé de las tribus confederadas, horizontales, igualitarias, centradas en el valor del don, el repartir y compartir los bienes.

En este sentido, cabe mencionar las escenas de la multiplicación de los panes, narrado en el evangelio de Marcos. En dicha escena, los discípulos advierten a Jesús que el pueblo reunido, escuchando su mensaje, ya debe ir a las aldeas, pues se hacía tarde y debían comprar algo para comer.

Jesús rechaza dicha propuesta, y al verbo comprar opone el dar.

La multiplicación de los panes es productiva leerla en referencia al proyecto del reinado de Yavé. Ahora Jesus habla del reino de Dios, mas lo que anuncia es la liberación por un nuevo pacto: Dios-en-el-pueblo, es  un Dios que se realiza en el pueblo, está en el pueblo, es decir, abajo.

En lugar de la lógica mercantil de la acumulación individual, Jesús propone el reparto, el compartir, la puesta en común. De la socialización de los bienes surge la abundancia. Todos quedaron saciados, miles de personas, con solo 5 panes y 2 peces.

La enseñanza es que hay abundancia y saciedad para todos, siempre que el lazo social consista en el don. En este sentido, el modo de encontrar a Dios es amando al prójimo. Dios no está arriba, en una trascendencia abismal, tampoco está encerrado en el templo, sino que se encuentra en el proyecto de liberación del pueblo, es el Dios que saco al pueblo hebreo de la servidumbre en Egipto.

Dios es el prójimo. Por ello la importancia de la experiencia de la confederación de tribus, la cual duró doscientos años, desde el pacto de Siquem. Dicha confederación se basó en el pacto de cada tribu entre sí y con Yavé: su ethos y proyecto se sintetiza en las diez palabras o mandamientos.

Podemos decir que la experiencia de la confederación, la cual culmina con la instauración de la monarquía davídica salomónica, había queda en la memoria histórica de los círculos proféticos, como un arquetipo que exige realización; como norte de una identidad histórica del pueblo hebreo, proyecto de liberación sobre todo tipo de poder de dominación.

Para culminar, faltaría sin embargo responder a una interrogante, ¿no es esa espiritualización sacralizada, de la que habla Dri como un obstáculo, la condición de posibilidad de la permanencia del cristianismo a través de los siglos?

Un movimiento revolucionario que no fuera capaz de sedimentarse, ganar espesura institucional, dar lugar al mundo de la rutina socialmente necesaria, capaz de recrear de otro modo la vida en el mundo ¿no sería un simple momento efervescente de la sociedad? ¿luminoso, aunque efímero y por ende estéril?

De todas formas, más allá de estas exigencias de perdurabilidad, es necesario no perder el aspecto utópico, revolucionario y de proyecto de nueva sociedad encarnado en Jesús. En todo caso, comenzar a pensar como un verdadero problema la relación entre lo utópico, entendido como conciliación de las contradicciones, frente al proyecto entendido como asimilación de las persecuciones, contradicciones, disputa por el poder, la riqueza y el prestigio.

 

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