Paranaländer, ferviente admirador del siglo XVIII, recomienda las sátiras de Cadalso contenidas en sus “Cartas marruecas”, y un breve paseo por su obra más perversa y gótica.
Por: Paranaländer.
“Siendo tan frecuentes estas mutaciones, y tan arbitrarias, ningún español, por bien que hable su idioma este mes, puede decir: el mes que viene entenderé la lengua que me hablan mis vecinos, mis amigos, mis parientes y criados. Por todo lo cual, dice Nuño, mi parecer y dictamen, salvo meliori, es que en cada año se fijen las costumbres para el siguiente, y, por consecuencia, se establezca el idioma que se ha de hablar durante sus trecientos y sesenta y cinco días”.
Un fragmento de “Las cartas marruecas” (edición póstuma 1789) de Cadalso, que había nacido en Zamudio, señorío de Vizcaya el 10 de agosto de 1741 como José Juan Antonio Ignacio Francisco de Borja Cadalso. Fue criado por los parientes de la madre prematuramente muerta en un colegio jesuita, se hizo militar (voluntario) en la campaña de Portugal, noble, caballero de la orden de Santiago, libelista desterrado de la corte por sus calendarios satíricos, enamorado de una actriz cortesana María Ignacia Ibáñez, muerta y enterrada en la capilla de Nuestra Señora de la Novena de la iglesia de San Sebastián, a quien intentó secuestrar con intenciones non sanctas o necrofílicas y fue descubierto y desterrado a Salamanca y, al final, salvado por su protector Conde de Aranda, frecuentó como tertuliano la Fonda de San Sebastián (estaba prohibido hablar de lo que no fueran toros, versos y amores), terminando muerto en el sitio de Gibraltar el 27 de febrero de 1782, un casco de granada le dio en la sien derecha al coronel Cadalso, comandante de escuadrón.
“Los españoles escriben la mitad de lo que imaginan; los franceses más de lo que piensan, por la calidad de su prosa; los alemanes lo dicen todo, pero de manera que la mitad no se les entiende; los ingleses escriben para sí solos”.
La experiencia de la necrofilia fue narrada en “Noches lúgubres. A imitación del Dr. Young” (1789). Tediato soborna al sepulturero para robar el cuerpo frío, yerto, de la mujer amada. Como en la vida real le había acontecido a su autor, es sorprendido el loco enamorado en esta escena fuertemente necrofílica, lo Emily Brontë, escena (de la novela inglesa) que Buñuel filmaría en México sorteando milagrosamente la censura. Pensó imprimir esta obrita en papel negro y letras amarillas.
Su obra maestra es “Cartas marruecas” (editado en forma folletinesca en el Correo de los Ciegos de Madrid en 1789, desde el sábado 14 de febrero hasta 25 de julio). De Montesquieu toma la idea de las cartas enviadas por un oriental en viaje por un país europeo. Pero tampoco el modelo queda sin ser atacado por sus sátiras. Responde a la siguiente apreciación del francés: “Por conservar la posesión de América, hizo España lo que no hace el despotismo: destruir a los habitantes” (Espíritu de las leyes, Montesquieu).
En otra obra, llamada “Los eruditos a la violeta” (1772), rebate la opinión de Montesquieu sobre su admirado Quijote. “Puedes encontrar ingenio y sentido común en los españoles; pero no lo busque en sus libros. Vea una de sus bibliotecas, las novelas por un lado y los escolásticos por el otro. Dirías que las partes fueron hechas y el todo reunido por algún enemigo secreto de la razón humana. El único de sus libros que es bueno es el que hizo ver a todos los demás ese ridículo” (Cartas persas, Montesquieu).