Paranaländer descubre con el flamante Nobel de Literatura 2021, Abdulrazak Gurnah, que si los africanos de Naipaul hablan, cuando los de Conrad no lo hacían, es solo para condenarse a sí mismos por su egoísmo y rencor.
Por: Paranaländer.
Acaba de ser anunciado como flamante Premio Nobel 2021 el escritor nacido en 1948 en Zanzíbar, isla perteneciente a Tanzania, Abdulrazak Gurnah. Él es novelista, crítico y académico; autor de 10 novelas, entre ellos El último regalo (2011). Profesor en la University of Kent. Otras publicaciones son: Ensayos sobre Escritura Africana 2 vols. (1995) y El Manual Cambridge de Salman Rushdie (2007). Como ha sido muy difícil acceder al par de libros traducidos al español (Paraíso y La orilla), hemos hojeado un ensayo titulado Escribiendo el litoral (en The Globalization in Space, 2015) sobre literatura colonialista. Toda su obra está escrita en inglés. El ensayo busca una suerte de reescritura del litoral (es decir, la cultura de la costa oriental africana a la cual él pertenece, que es bañada por el influjo cultural del Océano Indico), reescribir la literatura colonialista, a Conrad y Blixen o a los hermanos Naipaul. Estos 4 escritores que lee Gurnah forman una instancia de un «otro espacio» que se superpone a un espacio real para crear un nuevo significado, que es característico de lo que Foucault describe como heterotopía.
“Los dos ejemplos -Conrad y Blixen- ilustran una distorsión y supresión más general en la representación de lugares y culturas colonizados, y se encuentran disponibles muchos ejemplos más feos que este. Mi intención no es reiterar las falsificaciones del texto imperial en general. Conrad estaba escribiendo en un momento en que el imperialismo europeo estaba en su apogeo, y escribió en el registro que prevalecía en su tiempo. Su logro fue tomar la novela de aventuras del imperio, con sus relatos mixtos de audacia y abyección europea, y plantearle una serie de cuestiones éticas sobre el imperialismo. Cuando Karen Blixen estaba escribiendo las memorias de su granja africana, el imperialismo europeo había comenzado a perder la conversación ética consigo misma algún tiempo antes. Ya no fue tan fácil como lo había sido representar al imperialismo como progreso, e imposible reconciliar la autoconstrucción de Europa como campeona del progreso, mientras coaccionaba a otras personas y culturas de formas tan descaradamente poco ilustradas. Mi propósito al seleccionar estos ejemplos, o más bien enfatizar la dimensión de estos textos de la manera que lo he hecho, es demostrar cómo la representación del litoral del Océano Índico y su archipiélago en la tradición imperial, han impuesto otra lectura de estas localizaciones, incluso en textos que son ambivalentes en sus simpatías. He sugerido que estos textos son parte de una convención de representación en un discurso de contestación que fue parte de un proceso de consolidación y legitimación imperial. La novela A Bend in the River (1979) de V. S. Naipaul y el libro de viajes North of South (1978) de su hermano menor Shiva Naipaul también reiteran muchos elementos colonialistas. Mi argumento será que, de manera bastante alarmante, encontremos una continuación de algunos de estos florecimientos narrativos en estos textos de los dos hermanos indios de Trinidad. Por una interesante coincidencia, estos textos aparecieron con un año de diferencia entre sí, aunque las experiencias en las que se basaron fueron más muy separados en el tiempo. A Bend on the River (1979), se basó en parte en la experiencia de VS Naipaul de vivir en Uganda y viajar por la región a fines de la década de 1960, así como en una visita más reciente al Congo en 1975. North of South describe y reflexiona sobre los acontecimientos de los viajes de Shiva Naipaul en Kenia y Tanzania, y un viaje tenso a Zambia, que emprendió unos meses antes de la publicación del libro. En Naipaul la elaboración consiste en contrastar este nihilismo con el «hábito de mirar» y la capacidad de reflexión europeos, observación que se desarrolla en su totalidad en el segundo capítulo de Una curva en el río. Como ejemplo de este fenómeno de «mirar», hace que Salim describa cómo la «administración británica nos dio bonitos sellos … que representaba escenas locales”. Así, dice Salim, es cómo los europeos con su visión distante, pueden transformar una escena familiar notándola y remarcándola, como diciendo: «Esto es lo que más llama la atención de este lugar». La vaga descripción de los ‘sellos postales de nuestra zona’ que nos dio la ‘Administración Británica’, probablemente se refiere a una serie de sellos emitidos el 10 de diciembre de 1963 en el Día de la Independencia de Zanzíbar. Quizás no tenga importancia para Naipaul que la persona que pintó muchas de estas ‘escenas locales’ no fuera la ‘Administración británica’ sino Maalim Abdalla Farhan, un artista y profesor de arte de Zanzíbar, reconocido en su tierra natal por pintar una obra completa de tales escenas, que además del ‘Arab Dhow’, incluían la serie de sellos antes mencionada que muestra mezquitas ‘locales’, las catedrales católicas y anglicanas y el templo hindú. Patrick French, biógrafo de Naipaul, informa que la fuente de la visión de Naipaul sobre el medio cultural indio costero fue probablemente el mes que pasó en Mombasa como invitado de Jagdish Sondhi, a quien conoció en Inglaterra en 1957. La visita de un mes sin duda le habría dado a Naipaul una buena vista de esa comunidad y su forma de pensar. French también informa que Naipaul se hizo amigo de James de Vere Allen, el eminente historiador swahili a quien conoció en Uganda. Si los africanos de Naipaul hablan, mientras que los de Conrad no lo hacen, es solo para condenarse a sí mismos por su duplicidad, egoísmo y rencor. La simpatía del libro por los asiáticos es sorprendente porque contrasta mucho con su visión de los africanos. Desde el comienzo de su relato, mientras examina a otros viajeros en el aeropuerto, queda claro por su tono que Shiva Naipaul desdeña a los «africanos», es decir, a los «negros», y quizás les tiene miedo”. Otra vez el tema de los árabes e indios despreciados o invisibilizados o el tropo orientalista de los asiáticos sensuales y crueles y sus esclavos ‘swaheli’ en Blixen. “Si Conrad después de veinte años solo pudo recordar a un puñado de «negros» en Port Louis, y si V.S. Naipaul con su mirada penetrante pero ictérica solo pudo ver una multitud homogénea de «árabes» y el triunfo de Occidente, Shiva Naipaul comprendió que había más en lo que estaba viendo de lo que entendía completamente. Su forma de lidiar con su falta de comprensión fue recurriendo a los tópicos familiares de desdén imperial con los que narrar la vida africana”.