El filósofo César Zapata continua reflexionando sobre la dimensión digital de la existencia contemporánea, repasando algunos hitos conceptuales sobre el tópico.
1-La hiperlectura
Frecuentemente se afirma que el problema de nuestros infantes es que no leen, pues bien aquí pretendo mostrar lo contrario, el problema es la hiperlectura, nuestros infantes leen demasiado. El concepto de lectura es complejo, así que vamos por parte.
Leer es la acción mediante la cual se decodifica intencionadamente un texto, de tal modo que sea posible acceder a una comprensión de él. ¿Qué es un texto? Es un tejido de significados que se constituyen en un entramado que contiene una multiplicidad de sentidos, cada uno de los cuales se puede comprender a través de una lectura.
El libro, ese glorioso artefacto análogo, que desde tiempos pretéritos ha venido transportando sobre su espalda de papel un registro de la cultura humana, es solo un texto más, pues en estricto rigor la realidad entera es un texto, que a su vez está escrito por una infinidad de subtextos.
En la llamada era de la información, la pantalla irrumpe como un gran libro multimedia, por el cual desfilan imágenes, videos, opiniones, canciones, arte, redes sociales, tic toc, memes, etc., y todo ello transitando entre la porquería y lo notablemente talentoso. Adultos, jóvenes y niños son sus devotos lectores, solo los ancianos, con aplomo y gallardía, están de lado de la resistencia. Pero vamos al caso de los infantes.
Los pequeños, y aquí voy a usar como coordenada a todos aquellos que en el 2020[1] ingresaban a la educación básica, es decir a los que actualmente (2021-22) tienen 7 años y menos, en su gran mayoría no sabe leer ni escribir palabras o construir frases, recién están aprendiendo, pero ya se encuentran expuestos a una abrumadora hiperlectura, que los obliga, estimulándolos sensual y adictivamente, a decodificar sin poseer referentes.
Estimulación sensual, porque son los sentidos como el oído, vista y ahora el tacto los que se juntan en un dispositivo; solo el olfato y el gusto quedan fuera de este banquete sensorial. Y adictivo, pues a través de premios, competencias, puntajes y me gusta, excitan la recurrencia infantil. Por otro lado y para empeorar las cosas un gran número de los infantes son huérfanos digitales, pues sus padres suelen dejarlos solos, a su suerte, bastante tiempo tras una pantalla.
Todo esto ocurre con una normalidad narcótica, dado que una buena parte de sus padres no fueron criados de manera distinta, padres veinteañeros, treintones y cuarentones, ni siquiera identifican a la pantalla como un problema, para ellos el gran peligro son los ciberdelitos y el eventual abuso de imagen y sexual de sus hijos, y por supuesto que eso es muy preocupante, pero aquí queremos apuntar a otra cosa, esta es: de qué manera las pantallas están construyendo la interioridad de nuestros infantes, transformando su inteligencia y modelando su habitar en el mundo.
2-Los filósofos y el advenimiento del sujeto digital[2]
Es impresionante como Foucault, montado sobre las femeninas manos de Nietzsche, muestra como la sociedad a través de sus centros de encierro disciplinarios (cárceles, hospitales, fábricas, escuelas, familia) configuran las individualidades. En la primera parte de este ensayo, relataba como una dictadura latinoamericana a través de la institución escuela intentó construir mi subjetividad. Pero eso ya pasó hace más de 40 años atrás. La pregunta es:
¿Cómo se construyen ahora la sociedad, y por ende la subjetividad de los 2020?
Deleuze y Guattari, en 1974, decidieron hacer cuentas con el capitalismo y describieron a la realidad, como la representación de una monumental empresa que produce y se autoproduce (como un esquizofrénico) a través de un ballet increíble de máquinas, máquinas humanas cuyo combustible es el deseo, deseo que el capitalismo administra, a través del marketing canalizado por sus brillante nuevos obreros: el poetariado[3]. Las sociedades disciplinares que enclaustraban a los individuos en un espacio cerrado (familia, escuela, fábrica) dejan el paso a las sociedades de control, que no requiere del encierro, ni de consignas fijas, pues mediante los medios de comunicación masiva, internet y el endeudamiento privado, sujetan a los individuos sin requerir de un territorio. La institucionalidad de la fábrica pasa a la plasticidad de la empresa.
En lo que lleva el siglo XXI, los humanos fuimos reconvertidos en datos, en información, este paso es clave, según mi opinión, para la configuración de un nuevo sujeto: el sujeto digital, pues ya estamos completamente desmaterializados para el neoliberalismo, nuestra densidad ahora (desde hace tiempo) es cuantificada como un cúmulo de información y somos agrupados en regiones de consumidores mudables. Si muchos datos desean consumir consciencia ecológica, el cogitariado creará toda una cadena de productos y servicios verdes. Ya no somos personas que consumimos, somos una cifra que se agrupa en un conjunto de datos que demandan determinados productos.
He aquí la nueva variante humana de una data no muy exigua: el sujeto digital, un cuerpo sin materia, un cuerpo hecho de pura formalidad virtual, dentro de poco un avatar del metaverso. Un cuerpo de información que se trafica cuan meretriz en la gran tela de araña del dragón voluptuoso (una pantalla). Dicho de otro modo de a poco nos hemos convertido en la virtualidad que hemos creado. Soy un dato, luego existo.
Un sujeto digital, que en su expresión ideal para el mercado, está lleno de lugares comunes reunidos en el endeudamiento y la prerrogativa emocional del: ”cumple tu sueño” que significa fortificar una suerte de individualidad de masa, pues estimula un deseo sin alteridad, un deseo que gira sobre el soporte transitorio de un placer que excluye al otro, o lo que es lo mismo lo incluye únicamente como un accesorio.
Este, más o menos, es un esbozo del mundo adulto al que llegan nuestros infantes: una sociedad de individuos digitalizados como datos y emocionalidades configuradas de competitividad egoísta y efímera, de apuros por lograr una sobrevivencia precaria minada de premios, promesas de éxito y fantasmas de fracaso. Un mundo de hiperlectura obligada y referentes de decodificación desdibujados ¿Está todo tan mal?
En la tercera parte de este ensayo, partiremos con la pregunta: ¿es posible entregar elementos a nuestros infantes para que afronten de manera consciente su digitalización?
Referencias
[1] El 2020, fue un año clave, pues la pandemia en la mayoría de los países de Latinoamérica acabó con la presenciabilidad y experimentó con las teleclases. Este hecho fue un espaldarazo a la virtualidad y su capacidad para reemplazar las clases presenciales.
[2] Recomiendo la siguiente bibliografía para profundizar en este tema:
-Rodriguez Esteban. file:///C:/Users/HP/Desktop/21.-Qu%C3%A9-son-las-sociedades-de-control.pdf.
–Gilles Deleuze, «Post-scriptum sobre las sociedades de control». Publicado el 14 agosto 2012 URL: http://journals.openedition.org/polis/5509 .
-Guattari Félix: Cartografías Esquizoanalíticas. Manantial. Buenos Aires 2000.
-Deleuze G y Gauttari F. El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Paidos. Barcelona 1973.
[3] Poetariado” (poiesis: creación) para referirme al publicista, esto en resonancia a la noción de cognitariado, aludiendo a personas académicamente bien preparadas pero que ganan poco dinero, y también en términos marxistas, al productor que no es propietario (ver el artículo de Esteban Rodriguez, arriba citado) El publicista, en las sociedades de control, es quien modula y normaliza por excelencia al individuo para Deleuze. Para mi es el poeta, que canta la oda al producto, que a partir de su mero uso se convierte en un objeto estético y deseado en virtud del maquillaje hecho por los creativos de marketing. Ojo, esto no tiene que ver con algo directamente moral, sino con el símbolo que encarna el publicista en este mundo neoliberal.