Paranaländer excava en un poema guarani vuelto canción, “Che trompo”, descubriendo en su escondite sonoro que nos muestra la noción de don del sociólogo Marcel Mauss.
Por: Paranaländer.
Félix Fernández (Itauguá 1898- Félix Pérez Cardozo1984), autor de un catálogo de hits masivos que incluyen “Reservista Purahéi”, “Nde Ratypykua”,” Ñasaindype”, “Ñane Aramboha” (ya quisieran nuestros poetas chetos-ególatras-poseros tal unánime recepción. Digamos una verdad, la poesía en Paraguay siempre fue cosa del espíritu popular. La sexcepciones serían esa “Bombachita kunu’u” del posvanguardista Kanese, o “Putos de Bizancio” de Morales, claro, sin llegar a los tobillos de estos poetas cuyos versos se popularizaron con músicas que todos hemos, y seguimos hoy, escuchando. Fernández merece una estatua en frente del Palacio López simplemente por tal conjunción de autor-público), decía, tiene un poema llamado “Che trompo” que -si me permiten- leeré como el epítome del concepto del don o intercambio simbólico patentado por Marcel Mauss dentro de la poesía paraguaya en guaraní. De entrada, me remite a dos películas que también juegan con la idea de posta, legado, herencia, regalo, don: “Hombres errantes” (The lusty men, 1952) de Nicholas Ray y “El último emperador” (1987) de Bertolucci. La primera tiene una escena memorable, Mitchum regresa a su casa de la infancia y lo primero que hace es arrastrase bajo ella hasta un escondite para rescatar un juguete de infancia (mi memoria me dice que se trata de un yo-yo, pero no estoy seguro, quizá sea una honda con horquilla). La segunda, en la escena final nos muestra al emperador -vuelto ciudadano gris pasado por el filtro de la mao-culturalización total- visitando la ciudad prohibida en pleno periodo de la revolución cultural y, en un momento de soledad, aprovecha y regala a un niño-turista el estuche -también escondido allí por décadas en un escondite de la silla imperial- donde tenía guardado a su -ahora viejo- grillo de la época en que era emperador-niño.
También el padre del poema tiene un escondite para el trompo, al igual que en las dos películas mencionadas: se trata del karameguã (baúl en guarani): “Oikóva kañyhápe oha’ãrõvo ijararã”.
Ahora, si nos centramos en el objeto elegido como don o legado, en todos los casos son objetos insignificantes por infantiles o lúdicos. Una hondita, un trompo, un grillo. Entonces avanzamos un paso más en la idea del don presentado por el poema. No solo es entregar la posta de la vida, la infancia en este caso -Fernández incluso insinúa un fuera de escena, que ya puede morir, etc., “ikatúma roheja”. El objeto del don es un juguete infantil, entonces debemos pensar que el legado implica no solo dejar algo al hijo como patrimonio sino que, en el fondo, quiere decir que el hijo debe aprender a jugar. El don es el juego par excellence.
Che Trompo
(Che ra’y Fernán Félix Fernández pe)
Ndahejái mba’eve ndéve ko’ẽrõite amanóvo
Mboriahuramo aikógui ndarekóiva jeguaka
Aikónteva yvy’ari che ra’y nera’ãrõvo
Ha péina reguãhẽma. Che ikatúma roheja.
Che trompo liapyko oime karameguãme
Mitãkuera ikerambúre oheróva mamanga.
Yma ára añungaturõ nosẽvéiriva okápe
Oikóva kañyhápe oha’ãrõvo ijararã.
Ipyti’a jekutúmi. Ku araságui ijapopýva
Che mitãme va’ekuémi ku che sélepe aha’ã.
Opyryrỹi ramo ahechámi. Ojere hace asýva.
Ojoguáva panambípe oipytéramo asaha.
Ereko nemba’erã. Amoĩ ndéve nde pópe.
Topyryrỹi pe mbytetépe, jepiguáichante toke.
Ha che umi heruguãgui ama’ẽ ko nde rópe
Ha rohechárõ nde rory, cherorýne nendive.