El filósofo César Zapata presenta la tercera parte de sus reflexiones sobre el mundo digital y la subjetividad del mundo contemporáneo, proponiendo un programa de filosofía para niños.
Lo mejor de escribir un ensayo en tres partes es que tienes un intervalo de tiempo para pensar, depurar, incluso desmentir aquello que dijiste anteriormente. Además puedes escuchar una serie de resonancias que de alguna u otra forma influyen en la ruta. Mauricio Cárcamo, buen amigo, arquitecto, filósofo e intelectual chileno, me escribe para decirme entre otras cosas: que el texto (segundo ensayo)… “tiene la dosis justa de apocalipsis, pixel…. apropiada para los fines de años”. Lo que me hace notar la cantidad de perspectivas negativas con las que se solemos interpretar el fenómeno tecnológico y por consiguiente el curso de la actualidad. Y, siendo sincero, no soy optimista.
El tecnoceno y l@s 2020
No obstante, lo vertido en las dos partes anteriores a este escrito sirve de diagnóstico para plantear un proyecto cuyo objetivo es entregar recursos a los infantes 2020, de modo que éstos, puedan fortalecer su interioridad (entendida como libertad para elegir y cuidado de sí mismo), a través del aprendizaje de ideas – acciones creadas por el devenir del pensar filosófico global.
Recuerden que me refiero a los niñ@s 2020 como una demarcación territorial etaria, básicamente porque ellos ingresaron a primaria durante la suspensión de clases presenciales por pandemia y por consiguiente experimentaron en carne propia el “experimento” de una educación virtual. Además cuando ellos sean jóvenes habitarán propiamente la era del tecnoceno[1] en el planeta.
Dos cosas previas, desde la segunda mitad del siglo pasado hasta la actualidad existen numerosos proyectos de filosofía para niñ@s, con distintos acentos. Personalmente creo que cualquier profesor de filosofía acompañado de un docente básico puede hacer un verdadero aporte a la inteligencia y el espíritu de los infantes. Y lo otro, hay que tomar en cuenta que los docentes básicos, en cierta medida, siempre enseñan filosofía, pero usualmente no de manera sistemática y con una intencionalidad definida.
La propuesta
Si todo sale bien, se implementará un nuevo proyecto de filosofía para infantes en Asunción Paraguay, pero mas allá de contar acerca de ello, quiero dibujar algunas líneas generales que me parecen importantes de tomar en cuenta en la formulación de cualquier proyecto similar.
En primer término, creo útil establecer una división (líquida) entre dos zonas, una que llamaremos epistémica y otra axiológica:
La primera dice relación con todas aquellas transformaciones que la era informática puede operar sobre la capacidad cognitiva (aprendizaje) y epistémica (esquema de aprehensión de la realidad) de los pequeños 2020.
La segunda tiene que ver con los valores que se pueden poner en escena para lograr un fortalecimiento de la interioridad de los 2020 y con la responsabilidad que tiene el mundo adulto en la conducción de su horizonte educativo.
Ambas zonas son separables solo de manera teórica, en la práctica no están separadas y tampoco abarcan toda la complejidad del sujeto digital. Comencemos con la última.
Zona axiológica
La ética es una teoría que versa acerca de las acciones humanas desde la perspectiva de lo conveniente, lo bueno, lo deseable y sus contrarios: lo malo, inconveniente, etc. La moral es el plano en donde se validan, invalidan y transforman dichas teorías, como verán ambos conceptos se copertenecen y son de una complejidad extraordinaria. Por eso prefiero apelar a una parcialidad intermedia, la axiología: el estudio y especulación respecto de los valores que se escenifican en la convivencia.
La adicción: es la primera conducta que se ha vuelto preocupante por su crecimiento. Los pequeños en su mayoría están expuestos a caer en la adicción a una o varias (poliadicción) de las posibilidades que da un dispositivo digital. Pienso que un buen arma para mitigar sus efectos es encontrar caminos para ponerlos en contacto con valores, tales como la autarquía (independencia respecto de todo aquello que no sea uno mismo) del viejo perro cínico, la ataraxia (suscepción del deseo) de los estoicos y el hedonismo de los epicúreos; entendido como la capacidad para obtener placer de los sentidos, especialmente del olfato y el gusto, que aún no han sido conquistados por la virtualidad del dragón voluptuoso[2]. Cómo llevar a cabo esto en niños, he ahí la dificultad máxima.
Responsabilidad: la individualidad neoliberal, tanto personal como de clase, es el alimento diario de la mayoría del mundo adulto, respecto de ella debemos tener por lo menos una línea de fuga, pues los 2020 dependen absolutamente del mundo adulto, no puede ser de otro modo con niños sub 8, y ojo con esto: hay una suerte de relato que casi se ha transformado en leyenda urbana, que dice que los iconos del Silicon Valley no dejan que sus hijos tomen contacto con un dispositivo digital hasta donde más se pueda.
Es posible que sea cierto, pero hay que tener en cuenta lo siguiente: de nada sirve educar a nuestros hijos en una burbuja, pues el exterior tarde o temprano la reventará con resultados impredecibles, por eso es necesario educar a toda una generación, es nuestra responsabilidad actual, este valor recae sobre nosotros. Esto parece aún más difícil, porque apela a la participación de los padres como agentes colaboradores con la escuela, y esto tiene que ver directamente con la regulación del tiempo en las pantallas, y la calidad de su uso, es distinto ver un programa educativo que jugar en línea o ver televisión abierta, es necesario combatir la hiperlectura y la orfandad digital.
Zona epistémica
Memoria y concentración son capacidades cognitivas que están mutando: la memoria de un estudiante medieval, era certera y abultada, en cambio los humanos actuales son capaces de memorizar solo dos o tres números telefónicos. Efectivamente no tiene mucho sentido memorizar cuando la cantidad de información es exuberante, pero creo interesante estimular una suerte de memoria de procesos y no de datos.
La concentración, en los sujetos digitales ha sido espoleada por los fragmentos de información de superficie que abundan en la red, por ello creo apropiado fortalecer el ejercicio de profundizar en un tema determinado, en contra de la pinceladas superficiales y el collage desmesurado que hace nata en internet.
Por último, el fenómeno de la virtualidad abre una habitación de la realidad, cuyo inicio se remonta al mismo lenguaje humano, lo cual pone en el tapete una recualificación de aquello que entendemos por realidad, este concepto debe ser zonificado y reflexionado con los pequeños, cómo hacerlo, y bueno nada es imposible si se usa como arma un cuento.
La envergadura de diseñar un proyecto de filosofía en el rango etario 2020, presenta muchas dificultades, pero la realidad humana está en constante movimiento dialéctico, para mí no es disparatado pensar que en los 2020 se manifiesten focos con una contrariedad inteligente respecto a las pantallas, en cualquier caso es el mundo adulto actual quien debe propiciar ahora dicho evento.: “no podemos dejar que el azar ocurra al azar” (Mario Benedetti).
Referencias
[1][1] Neologismo, puesto en escena por Flavia Costa, que dice relación a una era en la cual los humanos han ejercido cambios irreversibles sobre el suelo, la atmósfera, los océanos y las distintas formas de vida del planeta tierra.
[2] Es probable que la adicción que genera lo virtual sea tan fuerte, porque en cierta medida viene a remplazar la duplicación de la realidad que antes era patrimonio del idealismo.