#Editorial. Resulta urgente tener una mirada de largo aliento y propiciar políticas que reduzcan sostenidamente nuestra dependencia del petróleo, mediante el apuntalamiento de medidas orientadas a promover el uso de la energía eléctrica.
El conflicto bélico ruso-ucraniano repercute fuertemente en el precio del petróleo a nivel internacional, generando fluctuaciones que sumen en la inestabilidad a las economías mundiales. La nuestra, por supuesto, no podía quedar exenta de esta cruda realidad, registrando desequilibrios financieros con un previsible impacto en la situación social del país, debido a la dependencia generada por la importación de hidrocarburos.
Pero estas fluctuaciones no se deben solamente a cuestiones de carácter geopolítico a nivel internacional; la propia pandemia de Covid-19 dejó en evidencia la vulnerabilidad de los precios del crudo, así como otros desequilibrios de carácter exógeno, es decir, que no dependen precisamente de las consecuencias de coyunturas internas.
El gobierno hace frente a esta situación como ha podido, con las herramientas que tiene a su alcance o con las que impulsó de manera puntual para hacer frente a esta situación. Sin embargo, a partir de ahora, resulta urgente tener una mirada de largo aliento y propiciar políticas que reduzcan sostenidamente nuestra dependencia del petróleo, mediante el apuntalamiento de medidas orientadas a promover el uso de la energía eléctrica, de forma masiva, en el manejo del aparato productivo.
En esta dirección apuntó un reciente encuentro realizado entre autoridades del Ministerio de Hacienda, la Secretaría Técnica de Planificación (STP) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), durante la cual se decidió promover un proyecto de electro-movilidad en el transporte público.
De acuerdo a lo informado, unos 20 millones de dólares serían entregados a la Agencia Financiera de Desarrollo (AFD), entidad que pondría a disposición de los empresarios del transporte una línea de financiamiento mediante las Instituciones Financieras Intermediarias (IFIS), para la adquisición de ómnibus movidos a energía eléctrica.
Entre las ventajas de utilizar buses eléctricos, figura en primer término el factor económico, mediante la compra de electricidad nacional, que tiene un precio mucho más bajo que el diésel. A esto se suman los beneficios directos para la salud de la población, considerando que estos vehículos no contaminan, es decir, no emiten azufre o monóxido de carbono.
La idea apunta en la dirección correcta, sin embargo, es preciso acelerar los plazos. Y en este debate, las entidades binacionales de Itaipú y Yacyretá tienen mucho que aportar. Entre las políticas públicas que deben impulsarse en este ámbito, conviene analizar la necesidad de reorientar la mentalidad rentista que hoy prima con respeto al uso de la energía generada por dichas instituciones y promover el uso intensivo de esa energía para reducir nuestra dependencia del petróleo y sus derivados.
El cambio de una matriz energética es de crucial importancia para la economía del Paraguay en el futuro inmediato. De allí, la necesidad de impulsar decididamente una política pública orientada a consolidar nuestra soberanía ante a las fluctuaciones de los precios internacionales, y fortalecer la capacidad de negociación al Estado frente a las actividades dependientes de la importación de combustible, tales como gremios de transportistas, de camioneros y, muy específicamente, de las distribuidoras.
En este último sentido, tiene mucho que hacerse aún para consolidar el rol regulador de Petropar, porque no es posible, ni deseable, que el mero y desmedido afán de lucro de unos pocos tenga una incidencia tan determinante en la suerte de la mayoría y en la sustentabilidad de la economía nacional.
Paraguay cuenta con todos los factores decisivos para transformar su actual matriz energética para reducir la profunda dependencia del petróleo que hoy padece en tanto que forzado importador de hidrocarburos. Para lograrlo, es perentorio dejar de lado esa visión cortoplacista, imprevisora y de improvisación que permea a nuestra cultura y comenzar a enfocarse en políticas que dejen de agotarse en lo meramente coyuntural.
