Paranaländer recurre a los buenos oficios de un corresponsal porteño, Caburé chico, para cubrir la inauguración de “Aó”, exposición que reúne trabajos de 10 artistas paraguayos en el MALBA.
Los cocineros son muy conocidos,
Sus nuevas recetas nos van a ofrecer.
El guiso parece algo recocido,
Alguien me comenta que es de antes de ayer.
“El banquete”, Virus
Nada como caminar por Av. Figueroa Alcorta, cruzarse a Marcelo Tinelli en una casa de sushi y a una economista liberal como Diana Mondino saliendo del MALBA como para sentirse extranjero. Algo que me prepara un poco para sentirme menos kurepa, para habilitar un poco ese gen guaraní que mi viejo decidió olvidar al venir a Buenos Aires, y cumplir con la invitación de Paranaländer a cubrir “Aó” (sí, con tilde), la muestra de arte textil paraguayo que se inauguró en el MALBA.
La muestra curada por Lía Colombino presenta la obra textil de diez artistas paraguayos como Claudia Casarino, Marcos Benítez, Feliciano Centurión y Mónica Millán (misionera, en realidad), entre otros. Se supone que las obras trabajan temas como el matrimonio, la emancipación económica, el rol de las mujeres y mandatos heteropatriarcales que yo, mberú entre los tejidos, debería ver hipostasiados en los vestidos, en las telas y en las costuras. Porãite. Porãitereí. En medios paraguayos, la curadora ha señalado que el arte contemporáneo rescata la domesticidad del textil tradicional para crear “nuevos discursos”. Y lo creo. Nada suele mostrar tanta domesticidad como una muestra oficial, rodeada de oficiales de la cultura, de esos sin los que pareciera que difícilmente podrían vivir.
Llego temprano. A penas hay un par de personas en la sala antes que yo. Me apuro. Luego de ver la fauna que habitaba en la antesala, pretendo hacer esto rápido. Me toco los bolsillos. Debe ser más fácil evitar una estafa en Ciudad del Este que acá. Cuando un vendedor es poseído por el furor de su propio discurso de venta, ya estás perdido. Es capaz de decir con fe mesiánica que un emplasto o un sudario te salvarán de la envidia, la pobreza, el cáncer o de la discriminación.
Al llegar a la exhibición una sola obra capta mi atención: “El gran manto” (2018) de Ricardo Migliorisi. La única obra que parece no pretende ser popular, ni doméstica, salvo por el hecho de haber sido bordada por mujeres en el taller de la Penitenciaria Nacional “El Buen Pastor” de Asunción. Obra soberbia, excesiva, barroca y producida a base de patchwork con distintas telas. Paraguay, Penitenciaría, “El buen Pastor”, bordadoras, un “gran manto”, millonarios, MALBA: realismo mágico. Adentro los Karai del arte contemporáneo, con el don de las lenguas, que les permite por igual hablar con la marabunta kurepa y cada humilde ñandú tejedora, como las que habitan la caja de cristal con el vestido de la “bio instalación” “Si, quería” (2001-2022), de Joaquín Sánchez. ¡Qué obra! El destello de la imaginación. El witz de un genio guaraní. A quién se le ocurriría, si no, unir un vestido de novia con encaje ñandutí con ñandu kuéra vivas. Quizá a Tim Burton. ¿Pero articular esos significantes? No olvido a ese viejo y querido profesor que dijo: “Ustedes vienen acá a aprender una jerga”. Pero algunos se esfuerzan tan poco, Jorge. Un adolescente francés quiso hallar una lengua, inventó el color de las vocales y luego se fue a vender armas a África, para volver a morir a su patria, antes de llegar a los 40, sin una pierna y carbonizado por el sol. A ese, mis respetos. No así a los fabricantes de notas al pie de frazadas, vestidos y manteles que me rodean.
La muestra exhibe algunas obras más: unas telas bordadas con una frase de Roa Bastos, otra con una oración contra el mal tiempo, un ovillo de hilos de colores formado por las banderas de Paraguay y Bolivia deconstruidas, una frazada industrial con tigres pintados en acrílico, cuadrados de frazada con frases cursi bordadas, pedazos de tela humedecidos contra los troncos de un árbol, perdón “materiales orgánicos impresos sobre tela”. Como se tejen hilos, como se construye una gran tela, los curadores construyen eufemismos y los anudan, sabia y pacientemente, en los grandes telares del lobby. Lxs ñandu karaí profesan ahí su evangelio a los oficiales de la cultura. Esos a los que Tupa les dice: “…levántate y anda, / Ponte el apellido, /Vuelve del olvido, /Engánchate a la oferta y la demanda”.
El murmullo ahora se hace grande. La sala se llena de gente muy producida. Se sacan fotos frente a algo que parece un mantel. Es más fácil hacerlo ahí que apoyar los zapatitos Jimmy Choo en la tierra colorada húmeda en alguna zona rural (donde verían lo mismo), para la que deberían adoptar el look safari-chic. Pero no, muy inseguro. Mejor ir a sacarse fotos a un museo, con arte doméstico domesticado, lejos de los salvajes que rehúyen al castellano, rodeados de ñandu kuéra que tejen su tela, también, salvajemente, lejos de la caja de cristal. Es mejor, sabemos, que las arañas tejedoras de vestidos estén del otro lado del cristal, del museo, del barrio y, si es posible, del país. Acá se habla con los ñandu karaí. Ellos son lindos y saben hablar la lengua oficial tan bien que casi no se nota.
Que no se malentienda. Los tejidos. Porãite. Porãitereí. Yo de arte no se nada. De lo contrario yo también estaría entre ellos, bien vestido, carísimo, promocionando alguna frazada que sin disimular compré en el mercado central y que ya venía con un jaguareté. Si supiera qué es el arte, sería curador.
Me alejo de la sala. Camino unos metros hasta la muestra permanente de arte latinoamericano donde hay algunas obras de Berni. Lo primero que veo es un rostro del Che pintado en acrílico, un cuadro de Claudio Tozzi: “Guevara morto”. Yo lo miro y él descansa su mirada perdida hacia un costado, esquivando la mía. Si no supiera que está muerto, pensaría que está diciendo: “¡Qué aburrimiento!”.
Aó Episodios textiles de las artes visuales en el Paraguay Malba
Caburé chico es hijo de paraguayo, Lic. y Prof. en Letras (UBA). Maestrando en estudios literarios latinoamericanos (UNTREF), periodista cultural y escritor