El candidato colorado, Santiago Peña, debe tomar nota de que su victoria no tuvo nada de extraordinaria, sino que ganó por una diferencia estándar en la historia de la transición democrática y, por eso, la coyuntura lo obliga a articular la unidad y no a darla por hecho.
Las elecciones internas del Partido Colorado dejan varios puntos para el debate y la reflexión. En primer término, cabe decir que el candidato del oficialismo, Arnoldo Wiens, hizo una gran campaña política. En poco más de tres meses, reposicionó al movimiento Fuerza Republica y logró unos porcentajes muy por encima de los pronósticos formulados desde Honor Colorado, cuyos guarismos, incluso en el día de los comicios, preveían un triunfo de Santiago Peña por encima de los 15 puntos.
Recordemos que durante la campaña electoral, el movimiento que postulaba a Peña –y sus respectivas encuestadoras- aseveraban que se impondrían por un margen superior al 20%. Lo cierto es que la realidad fue bastante inferior a la propalada. Es más, si hubiese tenido más tiempo, todo parece indicar que el exministro de Obras Públicas y Comunicaciones habría consolidado aún más sus cifras.
Por lo tanto, no se puede hablar de una victoria inédita ni tampoco de una derrota humillante. Al contrario, Fuerza Republicana obtuvo importantísimos espacios tanto a nivel de gobernaciones (se impuso en 10 de los 17 departamentos, a lo que se puede sumar que en Paraguarí y Caazapá prácticamente se registró un empate), como victorias claras en cargos legislativos en todo el país.
Mención aparte merece la intervención del gobierno de los Estados Unidos en la campaña electoral paraguaya. Y ello por dos razones. Una, que podríamos llamar “de principios”, porque acusaron a un expresidente de la República y a un vicepresidente en funciones sin presentar, hasta ahora, pruebas creíbles o someterlas a la consideración de un sistema judicial. La segunda fue más bien de orden táctico, porque hizo creer al oficialismo que, con el señalamiento de la embajada norteamericana, nadaba con la corriente a su favor, y eso le llevó a aferrarse a una agenda que nunca impactó en el electorado de la ANR. Debieron tener centralidad, desde el inicio, los ejes discursivos más próximos a la realidad de los afiliados colorados.
El futuro próximo exige construir una unidad que empiece por reconocer el peso del oficialismo, si es que se quiere conservar las chances electorales de la Asociación Nacional Republicana en los comicios de abril del 2023.
En este sentido, el candidato colorado, Santiago Peña, debe tomar nota de que su victoria no tuvo nada de extraordinaria, sino que ganó por una diferencia estándar en la historia de la transición democrática y, por eso, la coyuntura lo obliga a articular la unidad y no a darla por hecho.
No caben los personalismos ni las intimaciones a los eventuales derrotados, lo que se necesita es la habilidad política suficiente para trabajar en una gran convocatoria que contemple una adecuada distribución del poder partidario y gubernamental. Para el Partido no son horas de exclusiones; hacerlo sería fortalecer el posicionamiento de la oposición, que ha logrado construir un conglomerado amplio y abarcativo.
No debe olvidarse que hace cinco años el actual presidente de la República obtuvo la primera magistratura en una elección reñida, con una diferencia de solo 3%. Por lo tanto, quien crea que estos son momentos de restar en vez de sumar, puede ver seriamente comprometidas sus chances de captura democrática del poder.
Asegurar un mandato con estabilidad política, crecimiento económico y desarrollo económico y social, que sea capaz de cubrir las expectativas de la población, depende, en altísima medida, de los pasos que se den en estos próximos meses.