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martes, mayo 21, 2024

La maraca muda

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Paranaländer agita la maraca india a pesar de que pueda ser censurado por Melià, ser considerado un potencial abusador y oportunista de las letras y el canto guarani etnográfico, un tergiversador malhadado de la autenticidad avá.

 

Revista “Alcor”, 2 época, enero-abril 1971, precio del ejemplar: 60 gs. Tapa: Olga Blinder, ilustración: Colombino, diagramación. Taca.

Es el Alcor metodológico, analítico-científico según el editorial que encabeza este número.

En el prólogos 1 (sic), el director de la revista, Bareiro Saguier, se enorgullece de presentar los poemas del génesis guaraní del poeta arrepentido Roa Bastos escritos circa 1947-1949. Merece destacarse que esta vuelta, el trato de Rosicrán ya no es el del habitual olímpico desdén, sino de alguien que con  “instrumentos informativos y bases más débiles”.

El desdén sigue, sin embargo, sin expiación posible para Natalicio y su compinche Víctor Morínigo, reducidos a folklorizadores de los mitos guaraníes.

El arrepentimiento de Bareiro, con respecto al rancio ninguneo del guaraní, sí es total ahora con la vindicación de la cultura oral guaraní recopilada por Nimuendaju, traducida por Juan Francisco Recalde al castellano, mimeografía del cual se sirve Roa para elaborar sus poemas guarano-genéticos, versiones de la génesis “libres e imaginativas”. Roa libera estos poemas (ya publicados previamente en otras revistas) ahora desde su residencia en Buenos Aires dedicándoselos a Cadogan, Susnik, Gato Chase, los Clastres, Melià, Ramiro Domínguez (“demarcadores de nuestra cultura vernácula”).

Miguel Ángel Fernández (prólogo 2), nos cuenta que los informantes de Nimundaju fueron 3 chamanes apapokuva: Guyrapaijú (el viejo conservador por temperamento), Tupaju (el espiritual) y Joguyroviju (el fanático religioso).

Al fin llegamos al prólogo 2, “Del buen uso de los mitos”, con el subtítulo de “En que el etnógrafo pretende justificarse llorando como un caimán”, firmado desde Laurel (Alto Paraná, entre los avá-guaraní) por el jesuita Melià, bastante polémico a mi manera de ver, que justifica por sí solo esta columna más aún que la lectura de los poemas de Roa (que no entrará hoy aquí).

El párrafo introductorio es la mea culpa levistraussiana, puro tristes trópicos, la antropología como ciencia fúnebre. “Las maracas andan en manos de etnólogos que nunca las sabrán hacer hablar”.

El buen uso del título más esta frase que denuncia la inautenticidad y la apropiación cultural son dos ejemplos de la mirada purista, nostálgica (y anacrónica) de Melià.

Su amargura llega al colmo de definir al etnógrafo como un macatero de mitos.

Sí, sale la palabreja, es inmoral.

Hay más, se pregunta el cura: “¿el etnógrafo es el que acelera la muerte de los pueblos?”.

Ubica a Roa dentro de una operación de rescate. Es decir, dentro de la labor inmoral o mal uso de los mitos.

Desacredita, si no entendí mal, estos poemas de Roa por no ser indio el autor que versiona los mitos. “Cualquiera que provenga de otra tribu sería incapaz de dar una versión modificada en su sola información”. “Que Roa, nació  en una nación que sigue mamando la lengua guaraní, estaba en excelentes condiciones para darnos una nueva versión culta del mito con enriquecimiento de detalles. Y, sin embargo, creemos (sic) que no, ya que el Paraguay hace mucho tiempo que ha dejado de ser guaraní”.

Concluye el paí: “Roa, al intentar un rescate poético del mito de los ‘principios’ de los Apapokuva-guaraní, no nos da ni una nueva versión, tampoco una variación, sino una transformación cuyo carácter especial tendremos que dilucidar, ya que la disposición de la armazón es diferente, la codificación es nueva y el mensaje resultante es otro”.

Una lectura bíblica es la consuma Roa del mito guaraní, repite la arquitectura del Génesis bíblico: creación, el primer hombre, producción de la mujer, castigo de la mujer, fin del mundo.

El poeta moderno debe ser un nuevo codificador, heíma paí.

El mito bien usado meliano no es expropiación pero esto llega a ser absurdo porque sabemos de toda la vida que justamente la poesía es  la abusadora, malinterpretadora, expropiadora por antonomasia.

Según Melià, el mito de los principios no comienza con la creación del mundo sino realmente cuando el Sabio (Mbaekuaa) fornica con su esposa (sin nombre, por cierto).

En el principio estaba la cópula, es la primera línea del evangelio guaraní, según nuestro cura.

Ya no tenemos espacio para comentar (y unir con flechas) que la promesa de un Alcor científico tenía relación con el Ilari, instituto de investigaciones lingüísticas y literarias financiada por la CIA, donde impartía -se anuncia en páginas finales- talleres tanto Roa como el bueno de Saguier.

 

 

 

 

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