La Concertación, que se autopercibió como un punto de inflexión institucional, hoy es un simple furgón de cola de planteos que apelan al terraplanismo político, las fake news, el complotismo y llamados a la violencia.
A pesar de que estas elecciones fueron calificadas como impecables por la OEA y por los diferentes observadores internacionales; de que no hay prácticamente impugnaciones ni denuncias formales de fraude y que los integrantes de la Concertación tuvieron mayoría en las Juntas Cívicas y en las mesas electorales, a pesar de que el presidente y el vicepresidente del TSJE son opositores, a pesar de todo esto, comienza a difundirse en una parte importante del arco opositor una actitud que busca deslegitimar el reciente proceso electoral.
Si la ANR fuera quien llevara adelante esta campaña de impugnación sin argumentos, no se dudaría en calificar al Partido Colorado de “golpista”, “destituyente” y otros términos del victimismo lírico que profesa el anticoloradismo.
Esta embestida se realiza bajo la exigencia de “abrir el cuarto sobre” para realizar un recuento de votos, sin argumentar los motivos del pedido ni presentar denuncias formales sobre el escrutinio. Se pretende violentar normativas claras del derecho público administrativo por el simple capricho de uno de los derrotados. Asimismo, se difunden por las redes sociales las más diversas y disparatadas teorías sobre “supuestas fallas” de las maquinas de votación, pidiendo “auditorías” que son totalmente extemporáneas según las normativas vigentes.
La «tesis del fraude» es un discurso que hace aguas por donde se lo mire, pero, sin embargo, está siendo efectiva en dos funciones que merecen ser analizadas.
La primera función tiene una dimensión activa y parece responder a un claro cálculo político. Es lo que viene haciendo Paraguayo Cubas desde el día siguiente al 30 de abril, con el propósito de posicionarse como el único líder de la oposición. En medio de la debacle de la Concertación, el candidato que salió tercero y a casi 20 puntos de distancia del primero, comenzó a difundir la tesis conspirativa de un supuesto fraude contra su candidatura, sin presentar denuncias formales e incluso retirando a sus apoderados del juzgamiento de actas. La iniciativa tuvo como efecto más impactante alinear a casi todos los demás integrantes de la diezmada oposición, desde Efraín Alegre hasta los miembros del cuasi extinto Frente Guasu.
Pero la tesis del fraude no solo tiene una faceta activa que se encarna en Payo Cubas, sino también una faceta pasiva: opera como una suerte de “droga de evasión” que permite eludir la realidad. Es lo que ocurre con los movimientos y partidos que integraron la Concertación, muchos de los cuales siguen en estado de shock ante la derrota que, en todos los órdenes, les propinó el coloradismo: presidencia, gobernaciones, congreso y juntas departamentales.
Los perdedores de las últimas justas electorales optan entonces por el escapismo antes que por la autocrítica, fingen demencia en lugar de iniciar el trabajo del duelo y rectificación, prefieren los opiáceos retóricos que distribuye Payo por TikTok antes que asumir el peso de la realidad.
A una semana de la peor derrota democrática del PLRA, hay nulo análisis de la desastrosa campaña electoral que llevaron adelante, de los inexplicables tonos triunfalistas y autosuficientes de la víspera, de la soberbia con la que solo hablaban a los ya convencidos, en vez de buscar acuerdos con los demás candidatos opositores.
La Concertación procastina en el diagnóstico de su revés, mirando por TV las protestas de los seguidores de Payo que no supo ni pudo interpelar. Elige así dejar para otro momento la reflexión sobre las causas que ratificaron su persistente vocación de derrota, evitando abordar los motivos del apoyo a un candidato que nunca entusiasmó a nadie fuera de su núcleo duro militante, con altísimos niveles de rechazo en su imagen pública y fuertemente asociado al fracaso electoral.
La Concertación, que se autopercibió exageradamente como un punto de inflexión institucional, hoy es un simple furgón de cola de planteos que apelan exclusivamente al terraplanismo político, el complotismo, las fake news y la violencia como camino para el posicionamiento político.
Deberían empezar a aprender no solamente de las victorias del coloradismo, sino también de cómo actuó ante las derrotas. La ANR nunca cuestionó los resultados cuando perdió elecciones en municipios y gobernaciones. En el 2008 no tardó un segundo en reconocer los resultados adversos y garantizó la primera alternancia política sin violencia de la historia del Paraguay.
Por eso, si lo de Payo puede comprenderse como el curso de acción de una figura que nunca ocultó su desprecio por las instituciones democráticas que rigen nuestro país desde la Constitución de 1992, la postura de los demás integrantes de la oposición hay que verla como la expresión emocional que asume la hecatombe: una conjunción de impotencia, depresión postelectoral e irresponsabilidad política.