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domingo, mayo 19, 2024

Viel Temperley por fin guaranizado

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Paranaländer guaraníza el poema Plaza Batallón 40 (que alude al regimiento victorioso en Curupayty) de Héctor Viel Temperley, quien nunca supo qué hizo el Batallón 40.

 

Héctor Viel Temperley (1933-1987)  provenía de un origen franco-inglés, por parte de su papá, de buena posición económica, hizo el secundario en el colegio de Barrio Norte “Champagnat”. Trabajó un tiempo en el diario Crónica  y se metió en la publicidad (un ejemplar místico de esos  mad men, fundó el año 1965 en la Avenida Córdoba al 600 “Viel Temperley Publicidad”-. Tuvo de cliente a la fábrica de automóviles Ford y creó una publicidad para dicha empresa. “Hay quienes están capacitados para ir a lo más profundo”, se alcanza a leer en la calcomanía de un Ford de 1970, al lado de una ilustración de un buceador profesional), en el campo que la familia tenía en Dolores, al lado del bar “Al ver verás” en ruta 2, escribía sus poemas. Fueron sus amigos de la noche porteña: Enrique Molina y su mujer, Edgar Bayley y Coco Madariaga, poeta correntino. Viel Temperley se negaba a leer en ciclos de poesía. Publicó nueve libros, entre ellos,  en 1971, un libro de poemas sobre unos viajes por distintos sitios de Argentina y aledaños, llamado «Plaza Batallón 40» (Se lee en la dedicatoria: “a mi madre, mujer libre y fiel. A paisanos muy pobres de mi país. Al Batallón 40, del que nada sé”). Tamara Kamenszain ni menciona esta obra en su prólogo a la «Obra completa» del poeta (Ediciones del Dock, 2003). Como alude a un batallón paraguayo de la Guerra Guasu (1865-1870) y hay un poema sobre la ciudad paraguaya de Encarnación en el mismo volumen (Encarnación, «Castigados de adolescencia/ los soldaditos paraguayos/ lavan su ropa en el río y gritan/, de vez en cuando gritan/ como pájaros que no vuelan»), sospechamos que se trata de una plaza paraguaya. La más famosa está en Asunción, pero quizá haya otra en Encarnación muy factiblemente. En los cientos de tesis sobre Viel, no hallé una aclaratoria sobre esta cuestión. En el caso que apareciera por ahí una carta enviada desde Asunción a sus hijos el tema se resolvería por fin (una de ellas menciona a un general paraguayo: «Hijitos -como llamaba un general paraguayo a sus soldados que se morían de sed»). Mientras eso acontezca me animé, siempre con modestia de lector devoto, a joparaizar en mi guaraní free a tan deslumbrante poeta.

 

 

Plaza Batallón 40

 

Pienso un poco en mi casa. No, nunca tuve casa.

Che mandu’a che rogare. Nahániri, oga ndarekoi kuri araka’eve.

Pienso un poco en mis hijos. Mis hijos son mi casa

como estas estrellas son la casa

de mis ojos.

Che mandu’a mi che ra’y kuérare. Ha’e kuéra ko la che roga

Ko’âva mbyjaicha ha’e kuéra ningo che resa kuéra roga.

Desierta está la Plaza Batallón 40.

Nandi oî plaza Batallón 40.

Su comandante es este hermoso árbol

I mburuvicha ha’e ko yvyramáta porâ

que susurra

con los brazos abiertos,

Oñe’ê mbeguemíva ejúpy ápe,

y en la alta cabeza, en las banderas

y en los brazos abiertos

del comandante que perdió su sueño

susurra el aire suave,

Ha iñakåre, banderakuérare

ha pe mburuvicha jyva kuera porohenóiva

opytava’ekue kera’ỹre

Oñe’ē mbeguemi ko’ēpytu,

el más suave de toda Sudamérica.

Iporāveva Sudakalandiagui.

Nombre de cuartel tiene la plaza,

Kuartel réra oguereko la plaza,

pero no es necesario

pasar por una guardia

para sentarse un rato en este banco,

Na tekotevéi guardia

Eguapy hagua ko báncope,

no hay policía militar que pida

los papeles,

Ndaipori tahachi verde’o ojururéva kuatiā,

la dirección del alma.

Ánga kuára.

Respira a pocos metros

el comandante pensativo

Ipytuhē che ykére

Mburuvicha apaguy

y en su pecho susurra el aire suave,

Ha ipyti’ápe oñe’ē mbegue yvytu porā,

el más suave de toda Sudamérica,

Iporāveva enteroveguagui Sudakalándiape,

este aire lavado y vuelto a lavar

de amanecer en amanecer,

Ko arapytu potï ha oñemopotïva

Ko’ē ha ko’ē jave,

desde que el país existe,

Tetā oikoguive,

como un blanco ajustado uniforme

sobre el cuerpo sin sueño

del comandante abierto

como cruz, florecido.

Peteī uniformeicha morotīva ha ojopyva

Pe mburuvicha rete okeyva

Ojerava curuzuicha, ipotypava.

 

Alguien, un día,

me contará qué hizo

el Batallón 40

Peteī heíta chéve ko’ērô

Mba’épa la igrazia ko Batallón 40

aunque a mí no me importe

saberlo,

Mba’epio chéve upéva,

aunque hoy me baste

con leer su nombre

pintado con pobreza en una esquina,

Iporāma chéve atoparo héra vai vai ojembojegua peteī costádope,

me baste con sentir

que el Batallón 40

descansa en esta plaza,

Iporāma chéve añanduro

Ko Batallón 40

Opytu’u ko’ápe,

bajo este cielo bajo, muy bajo

y muy oscuro

entre estrella y estrella,

Ara karape guype, karape

Ha humbaiteva

Mbyja apytépe,

que pesa sobre el alma como jaula

vacía de zoológico,

Che py’akava mbymbarokái nandi zoologikopeguaicha,

con la puerta entreabierta.

Hoke ijuruvyva.

En mi bolsillo, junto a otras llaves,

Che bolsíllope

Heta llaveapytépe

Añenguatu che roga llave

Buenosairegua

guardo la llave de una casa

de Buenos Aires

donde mis hijos duermen,

Pe okehápe che ra’ykuéra,

donde también va a amanecer

dentro de poco.

Pe iko’ēta hápe avei angaitépema.

Allá todo era simple.

Upepe maravilla.

Se me caía el anillo

de casado del dedo,

Aityro che kuāirū,

salía a la terraza,

Asevara terrázape,

miraba amanecer.

Amaña ko’ētīre.

No sé qué hizo el Batallón 40,

Ndaikuaai ko che mba’épa ojapo Batallón 40,

ni me importa saberlo.

Ndaikuaseivoiko.

Pero junto a este árbol,

Ha ko yvyramata ykére,

bajo este cielo

que perdió a su tigre,

Ko ára guype ijaguarete kañyva’ekue,

miro con sueño las estrellas,

Keraire ama’e mbyjakuérare,

siento la suave brisa como el alma

Añandu piroy upeichaite pe umi

de muchos hombres pobres

kuimba’e atyra mboriahuva

y borrados

sobre la luz de un monte.

ha okañypaiteva amo ka’aguy rendymire.

En mi bolsillo guardo la llave

de otros amaneceres tibios

pero sin sueño,

Che bolsíllope añenguatu pe llave

ohechaukava’ekue chéve umi hakuvy ko’ẽju ambue

amaneceres para gritar

pero no, porque mis hijos duermen.

umi ko’ẽju ñande mbosapukaiséva

aníeterei, oke ningo che ra’ykuéra.

Aquí descanso, con el Batallón 40.

Ko’ápe apytu’u, Batallón 40 ndie.

 

 

 

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