Paranaländer recibe de su cronista Pila Mbarete de França la primera muestra de la saga La bohemia paraguayensis en París : Not dead !
«El veintitrés de junio de mil novecientos veintisiete, a las dos de la tarde, Fernandes Heriberto, domiciliado en la rue Champollion 19, fallecido en la rue du faubourg Saint Jacques 47, nacido en Asunción (Paraguay (América), de veinticuatro años de edad, estudiante; hijo de Salvador Heriberto, notario y de Suzanne Samudio, su esposa, sin profesión, domiciliados en Paraguay. Redactado el veinticuatro de junio de mil novecientos veintisiete, a las once horas y treinta minutos, sobre la declaración de Paul Hee, de veintisiete años de edad, empleado, rue du faubourg Saint Jacques 47, quien, después de leer, firma con Nos, Lucien Chadenier, teniente de alcalde del distrito XIV de París (a continuación de las firmas).»
Péicha he’i la fotocopia del acta de defunción de Heriberto Fernández, un poeta paraguayensis que hasta ayer yo ni no conocía. Cómo lo que terminó entonces el documento en mis manos? Como si fuese que lo necesito para abrir la sucesión del poeta mboriahu? Yo ko ni bollo con el poeta, pero les cuento cómo terminó en mis manos esta fotocopia vaikue convirtiéndose en una especie de trofeo.
Como todo pyhareve fui a estudiar en algunas de las biblioteks del barrio latinx atiborradas de estudiantxs y pensando como siempre que en parte ya era así la admosfera en épok’s pasadas. Imaginando que ya Erasmo de Rotterdam o Iñigo de Loyola badulaqueaban ad maiorem Dei Gloriam por aka cuando estudiantes… salvo que ahora ya nadie habla lingua latina sino un joporanglish ñembo cool. Sí, hay ko veces que se escucha un poco de español puesto que no son ko pocos la latinoamericanada, pero sobre todo que cuando se les escucha loo se les escucha refuerte. Paraguayensis, pocos y siempre más calladitos. Sin embargo, cuando kuehe formaba la fila en el komedor universitario del 53 de la rue Lhomond para disfrutar de un buen plato de tembi’u-haku por poco más de tres euros que me permiten mis pobres faltrikeras, le escucho a un arriero con un tono más que familiar : Péa paraguayo, me dije inmeditamente!
Es así como le conocí a Esteban Germán López Garcia, paraguayo doctorante en filosofía del lenguaje y por sobre todo, obsesionado con poetas desconocidos. Estaba acompañado de una yíyi ndetavýonde-menamoré. Una boliviana con unos ojitos verdes ópalo mbarakajeresa que me clavó en mi curaçao como si fuese loo su pyapē pohã mbarete porã que promueve la producción de glóbulos blancos y la activación de las células del sistema inmune. Mis nuevos amiguis me propusieron al toque comer juntos y ni bien nos instalamos en una mesa cerca de una ventana, Esteban Germán ojagarrapa la conversación. Comenzó comentando que en ese mismo lugar vivió el poeta Heriberto Fernández: pensar que posaba frente a una ventana y de espaldas a Jaime Bestard y en este mismo lugar ! he’i emocionado la tipo mientras me mostraba en su lelu las pinturas que el artista pyo hiciera del poeta. Se puso a buscar las pinturas en «portal guarani» y me mostró. Yo ni enterado, le dije. Máva pio la Fernández ? No conocés pio me dijo extrañadísimo. Entonces me leyó le reseña del libro de Jaime Bestard, La Ciudad Florida, que salió en la columna de Paranaländer… todo siempre gracias a su celular chino vaikue :
https://eltrueno.com.py/2022/09/07/la-muerte-en-paris-de-heriberto-fernandez/
« En la página 22 es presentado el poeta Hernández:
“ (…) Las estrechas callejuelas y la vista de alguno que otro tipo de sospecha catadura que se deslizaba en la sombras, le impulsaron a buscar con tesón por el Barrio Latino otra pieza, que le reportaría la ventaja, decía, de acercarle a la Facultad de Derecho (…) Una mañana, muy cerca del mediodía, apareció Hernández muy contento: -¡Ya está! -dijo al verme-. Encontré un hermoso cuarto en un hotel en la calle Lhomond: calefacción central, agua fría y caliente, luz eléctrica!”.
Yo ni ahí con el tema. Lo únikoque me importaba era la yíyi resarovy. Pero Esteban Germán seguía : A juzgar por la info del titulo del cuadro de Bestard la pieza con todos los lujos era efectivamente el 53 rue Lhommond donde estamos comiendo he’i y seguía el blablabla.
Esteban Germán miraba por todas partes tratando de identificar un angulo que demuestre que estábamos comiendo donde vivieron los próceres de la bohemia paraguayensis en París. Después del almuerzo se declaró so’o el estudio y siguió el monologo sobre el poeta parawayensis del que yo ni sabía unas hora antes. Nos fuimos a pasear por el barrio y a tomar primero café y luego unas birras. Yo seguía ni bollo con el tema Heriberto Fernández, lo que me mantenía escuchándole al plaga de Esteban Germán es que la propia boliviana parecía tan interesada en él como yo en ella. Él, sin embargo ni bollo con nada, hablando de poetas que nadie sabe tipo esas novelas de chileno ese que vivió en Méjico… o era en Barcelona ? Lo que si que yo seguía hesakutu por la yíyi. En un café de la rue Mouffetard, que once again según Esteban Germán también es mencionada en el libro de Bestard y blabla, Esteban Germán sacó la fotocopia del acta de defunción de una carpeta que llevaba en la mano : el tipo estaba a full investigando la vida de Heriberto Fernández. Por poco no tenía el contrato de alquiler firmado hace 100 años. Además me leyó algunos de sus poemas publicados en Francia, que según me dijo, nadie conoce en Paraguay. No me extraña, le respondí argelrapópema.
Por suerte dejamos de hablar del poeta cuando la yíyi-ojos-de-gatito propuso ir a ver una película en un cineclub de la rue champolion. Por fin, me dije yo. Ni me importó que lo que quería ver era algo de la nouvelle vague de hongkongaise: Lo importante que me senté junto a ella y mi corazón latía como el de un mita’i que se enamora por primera vez. Y ni ké decir cuando la yíyi-miamor dejó que su pierna roce la mía durante un largo momento de la peli. Yo ni bollo tampoko con la pelikula de hongkong ni el poeta paraguayensis desconocido… yo seguía nomas hesakutu por la yíyi-ojos-de-gatito. Cuando salimos del cine ya estaba oscuro. Optamos por tomarnos una birras en un bar de la misma calle que más parece un sarcófago que otra cosa por la falta de ventanas… Oscuro, olor a alfombra mojada con birra, pero birra fría y barata. Jamas loo importó la oscuridad pytūmby del bar llamado paradójicamente « Le Reflet » : yo estaba iluminado por los reflejos de faroles de Ojos-de-gatito, sus opalescentes pupilas pálidas, fanales claros que me miraban fijamente. Fue entonces que ella comenzó a hablarme y a contarme de su tesis en sociología del transporte público en zonas peri-urbanas de ciudades andinas. Nunca creí que el tema pueda ser tan apasionante. Inclusive despertó en mi cierto gusto por el cine chino.
Por suerte Esteban Germán estaba hablando con algún desconocido, probablemente explicando la poesía paraguaya de comienzos del siglo pasado y que nadie conoce, cuando apoyados contra la barra pegajosa del tugurio yo seguía escuchándole a Ojos-de-gatito iluminar ese bar-sarcófago. No entendí qué pasó pero dejé de comerle con los ojos cuando ella se puso a comerme con la boca y nos besamos. No sé cuanto duró pero la tarde perdida con el pesado de Esteban Germán finalmente valía a pena. Yo no podía decir una palabra. Estaba mudo. Tenía los labios entumecidos de alegría como con un rictus imperceptible producido por efectos de la ingesta de un matecito de uña de gato. Mis ojos seguían siendo presa de los de Ojos-de-Gatito y mi corazón seguía latiendo ndetavýonde cuando nos largamos del bar-sarcófago. Arribando por la calle champolion, justo frente al numero 19 Esteban German volvió con el tema de Heriberto Fernández: según el acta de defunción el poeta paraguayensis vivió en ese lugar y enumeró no se que más detalles que jamas importó. Comentó también que no sé que sobre la Librería filosófica Vrin que existe hoy en la misma dirección pero ya con Ojos-de-gatito nos reíamos de él y de obsesión por un poeta desconocido. Cuando llegamos a lo alto de la rue Saint-Jacques, Esteban Germán se puso a explicar una vez más que en la iglesia que nos quedaba à la izquierda — Saint-Jaques-du-Haut-pas — fue donde velaron los restos de su poeta fetiche y qué más adelante siguiendo por la misma calle daríamos con el Hospital de Cochin — en el 47 rue du faubourg de Saint-Jaques mencionado en el acta — donde efectivamente murió el poeta. Nos propuso una excursión hasta el lugar que con la yíyi rechazamos en una explosión de carcajadas. Optamos sin embargo por el kebab yorador que nos proponía.
Él, ni kuenta se dió de mi complicidad con Ojos-de-gatito pero yo entendí que el interés que ella tenía por él no era más que curiosidad — o pena — por un ser tan obsesivo y patético. Además de eso, descubrí que su relación se basaba simplemente en el hecho de que compartían piso en una colocación de «la banlieu distópika de Ivry» como ambos dijeron en coro cuando les pregunté a dónde les llevaba el último metro que querían alcanzar. De hecho, corrieron para no perderlo, pero al hacerlo no solo perdí yo todo contacto con Ojos-de-gatito porque ni su nombre ni su numero me dejó. El boludo de Esteban Germán sin embargo, me dejó olvidados todos los preciosos documentos sobre la vida y obra de Heriberto Fernández que me pidiera le guarde en mi mochila durante la noche. Yo sin embargo sólo quiero el numero, el contacto, el nombre o por lo menos una foto de mis ojos-de gatito puesto que su luz comienza a faltarme. Estoy dispuesto a intercambiar la fotocopia del acta de defunción de Heriberto Fernández contra cualquier información que me permita encontrar el reflejo de las pupilas de ópalo que haga césar mis hemorragias internas.