El delirio conspiranoico tiene un momento de verdad del que carece cierto sentido común progresista: postula que el presente está amenazado porque otra realidad puede nacer (y la considera sumamente peligrosa).
Por: José Duarte Penayo
Anoche mirando Twitter vi que uno de los temas centrales del «debate» que allí se daba era un programa televisivo de Unicanal sobre Marx, conducido por Gustavo Leite y Laura Martino.
Ahora bien, me quiero referir a algunas reacciones que leí en mi timeline, y no al programa en sí mismo, del que solo pude ver fragmentos que circularon en las redes sociales.
Una de las cosas que me llamó la atención, de parte de personas que se identifican con la izquierda, fue la actitud de mostrar a Marx como algo vetusto, que nada tiene que ver ya con el presente: como una referencia del pasado que se agita con el único fin de manipular.
Como sabemos, los movimientos alt-right de diversas vertientes vienen movilizando la idea de que el marxismo es hoy la ampliación de los derechos y libertades de las personas. Este modo de ver las cosas parece completamente disparatado, como muchos apuntaban ayer en Twitter.
Sin embargo, menos conocida es la historia de que posiciones como ésta se sostenían y se siguen sosteniendo en la izquierda. Por ejemplo: recuerdo a un profesor trotskista que me tocó tener en la Universidad de Buenos Aires. Desde otro lugar, argumentaba que el mayo del ’68 fue el acontecimiento que consagró la fragmentación de la clase obrera, el abandono de la perspectiva de la lucha de clases y la proliferación de estériles micro-disputas identitarias, modelizadas por los clusters del mercado.
Un ejemplo actual de este tipo de posición es la de Daniel Bernabé, quien en su libro La trampa de la diversidad, plantea argumentos similares, afirmando que la izquierda olvidó las luchas económicas y sociales, fruto de su fragmentación en múltiples identidades, sin objetivos estratégicos unificados de lucha.
Volviendo al programa de anoche, no deja de ser novedoso que sea la extrema derecha en Paraguay la única que logre televisar a Marx, poniendo en primera plana su famoso rostro barbudo. Más interesante aun fue la indignación por la aparente confusión entre el marxismo y las posiciones de los que hoy se consideran progresistas. La actitud general que pude percibir se resume en algo así: «cómo puede ser que nos confundan con algo tan pasado de moda como el marxismo».
Me parece que el delirio conspiranoico de Gustavo Leite tiene un momento de verdad del que carece cierto sentido común progresista: cree que el presente está amenazado, que otra realidad puede nacer, aunque lo presenta como un cambio sumamente peligroso. Es interesante, también, que se considere al marxismo como un «fantasma», tal como lo hizo el propio Marx en El manifesto comunista.
Por el contrario, la respuesta de parte de los que suelen declamar posiciones emancipatorias es transmitir calma, conformidad con el neoliberalismo y, en definitiva, ratificar una profunda adhesión a las tesis del Fin de la Historia de Francis Fukuyama.
*Foto de portada: Unicanal.